F¨²tbol para yanquis
En el momento que las cosas dejan de ser como hab¨ªan sido siempre, se dispara la nostalgia
Al f¨²tbol se puede jugar en cualquier sitio. Hab¨ªa un equipo de divisi¨®n regional, en el sudeste gallego, que hasta hace un par de a?os jugaba en un campo con un desnivel del dos por ciento. Ya no juega, porque el club desapareci¨® de la faz de la tierra, aunque el campo sigue ah¨ª, como un cementerio de f¨²tbol. Era inc¨®modo, pero daba gusto atacar cuesta abajo. Los laterales con vocaci¨®n ofensiva adoptaban esa postura que usan los ciclistas en los descensos. A menudo no regresaban a la l¨ªnea de defensa hasta la segunda parte, por ahorrar algo fuerzas. De modo que, si se pod¨ªa jugar en aquel campo, es seguro que los clubes espa?oles conseguir¨¢n disputar partidos de LaLiga en Estados Unidos.
El f¨²tbol se adapta a cada nueva idea capaz de incrementar los ingresos; existen pocos deportes tan predispuestos a hacer algo que no se hab¨ªa hecho antes. En el momento que las cosas dejan de ser como hab¨ªan sido siempre, tambi¨¦n se dispara la nostalgia, y eso es important¨ªsimo en f¨²tbol, donde los aficionados nos pasamos la vida a?orando algo. Sin nostalgia este deporte no habr¨ªa llegado a donde ha llegado. ?Y a d¨®nde ha llegado? Todav¨ªa no lo sabemos, porque est¨¢ en cambio constante. Cada poco muere algo, que echamos much¨ªsimo de menos. Este verano muri¨® el gol en fuera de juego, por ejemplo. Es una noticia maravillosa, pero no por ello deja de dar pena, porque es otra cosa que se pierde, aunque fuese horrible.
Estados Unidos es un terreno f¨¦rtil para el f¨²tbol, porque en general, a los estadounidenses les importa un bledo el f¨²tbol, a menos que sea el femenino, lo cual produce algo de envidia. En 1999, Gay Talese estaba viendo un partido entre los Yankees y los Mets. En un momento dado, abandon¨® durante unos instantes el b¨¦isbol y cambi¨® de canal, recalando en la final del Mundial de f¨²tbol femenino entre China y Estados Unidos, en la que se impusieron las americanas en la tanda de penaltis. Fascinado por lo que pudo sentir la jugadora china que fall¨® el penalti decisivo, y lo que le esperaba al volver a su pa¨ªs, Talese decidi¨® dedicarle un reportaje y se march¨® a China. Fue tan repentino su impulso, que no habl¨® con su mujer de que se iba. La llam¨® por tel¨¦fono al hotel de Frankfort en el que se hospedaba y le comunic¨® al recepcionista: ¡°Por favor, d¨ªgale que llam¨® su marido para avisarla de que se va para China y la llamar¨¢ tan pronto sepa d¨®nde se alojar¨¢¡±. Tard¨® cinco meses en regresar a casa. Vida de escritor, el libro donde lo cuenta, comienza con un ¡°No soy, y nunca he sido, amante del f¨²tbol¡±. Aqu¨ª quer¨ªa llegar: da igual que a los norteamericanos les importe un bledo el f¨²tbol. Este es un acontecimiento tan fascinante, y su pa¨ªs tan grande, que seguramente a millones de ellos podr¨ªa llegar a interesarles. No entiendo casi nada de negocios, pero la indiferencia de los yanquis hacia el f¨²tbol solo significa que existe mucho margen para crecer. Y crecimiento es una palabra m¨¢gica.
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