Valverde se queda a 1s del maillot rojo en La Covatilla
El norteamericano Ben King logra su segundo triunfo de etapa un d¨ªa en el que los favoritos apenas se atacan y Simon Yates se pone de l¨ªder a su pesar
Hubo hace siglos un cardenal inquisidor a quien le parec¨ªa demasiado humilde su apellido, Guijarro, y cuando trep¨® por la curia se lo cambi¨® por Sil¨ªceo, una traducci¨®n de piedra tan rimbombante y culta, un falso sin¨®nimo tan soberbio como el propio obispo, un ¨ªdolo de la Espa?a oscura, o como el maillot rojo de l¨ªder que se le escapa a Valverde por un segundo, el que le aventaja Simon Yates, el mismo ingl¨¦s impulsivo que domin¨® avasallador el 90% del Giro pasado.
Y no se sabe si el resultado alegra a alguno de los dos, que se lamentan pero no. Valverde dice que le habr¨ªa gustado vestirlo, pero mejor as¨ª, para que su equipo no se agobie con su peso; Yates dice que es un placer tenerlo pero que no lo esperaba , no lo buscaba y no sabe qu¨¦ hacer con ¨¦l, y a su equipo no le gusta organizar al pelot¨®n. La Vuelta no es el Tour, donde cualquiera matar¨ªa por ir un d¨ªa de amarillo. La Vuelta es cruel, la carrera sobria: aquel que se cree por encima cae. No puede haber prisa. Yates es el cuarto l¨ªder en nueve d¨ªas, tras los olvidados Dennis, Kwiatkowski, que cedi¨® en La Covatilla m¨¢s de lo que se cre¨ªa, y Molard.
Cuando trepan ¨¢giles, como sin esfuerzo, por las carreteras de la sierra de Gredos de asfalto ¨¢spero y abrasador, los ciclistas favoritos, el nudo de la Vuelta, comparten con el cl¨¦rigo pomposo y da?ino el sentimiento de la soberbia. Se sienten superiores a cualquier mortal, a cualquier no ciclista, a quien compadecen porque nunca sentir¨¢ lo que ellos sienten, pero cuando las ruedas de su bici rebotan dolorosamente sobre los guijarros ¡ªhumildes como los cantos de Le¨®n Felipe, las piedrecitas que sirven de munici¨®n para las hondas, del empedrado de la calle de Candelario hermoso, tan empinada¡ª, mientras botan, ¡°cantos que ruedan por las calzadas, por las veredas¡±, temen pinchazos o aver¨ªas o ca¨ªdas y se sienten marionetas.
Y as¨ª escala La Covatilla y su viento, con fuertes chepazos, s¨ªmbolo de su voluntad, el pobre Mollema que sufre y sufre y, condenado a ser segundo, de nuevo, no alcanza al virginiano Ben King, pese a tenerlo ah¨ª, al alcance de la mano, y ya no puede m¨¢s, no puede evitar que King, feliz, vuelva a ganar como gan¨® hace unos d¨ªas en la Sierra de Alfaguara, siendo el m¨¢s fuerte de una escapada a la que los equipos fuertes, sin capacidad de control sin descabalarse, le dan aire. ¡°No es necesario acelerarse para convertir el d¨ªa en un examen serio¡±, se dicen entre s¨ª los directores, que creen saber c¨®mo est¨¢n los suyos pero no c¨®mo van los rivales, y quieren descubrirlo, y no escuchan los lamentos de los aficionados, tan exigentes, que siempre quieren que los mejores est¨¦n delante siempre. ¡°Hoy es d¨ªa de ir a rueda y ver qu¨¦ pasa al final¡±.
Los ciclistas se niegan a olvidar la humildad de su menester, no pueden hacerlo sin traicionarse, sin traicionar su origen. Y cuando el viento juega con ellos en la subida a La Covatilla, donde sufre Miguel ?ngel L¨®pez, llamado Superm¨¢n, vuelven a maldecir y a sentirse d¨¦biles, y a rebelarse, como Superm¨¢n, hijo de campesinos de Boyac¨¢, en Colombia, que ataca despu¨¦s de haberse descolgado, y salta a frenarle rapid¨ªsimo Nairo, campesino de Boyac¨¢, tambi¨¦n, que justo unos metros antes se ha sentido fatal y, humildemente, le ha pedido ayuda a su compa?ero Richard Carapaz, hizo de campesinos de Ecuador, que le conforta y devuelve al buen lugar.
¡°Pero tienen ventaja¡±, se queja Simon Yates. "Son colombianos y a 2.000 metros vuelan". Y despu¨¦s vuelve a atacar L¨®pez, y tambi¨¦n el holand¨¦s Kelderman, que ama el viento y los guijarros, y resiste al sol. Y Nairo vuelve a frenarlos, pero no sigue y prolonga su ataque, y no lo hace porque su compa?ero Valverde y su maillot verde no haya podido aguantar los ataques, se para, confiesa, porque tampoco est¨¢ para ir m¨¢s lejos. Son los dos ¨²ltimos kil¨®metros, los menos empinados, el lugar en el que los m¨¢s fuertes pueden hacer m¨¢s da?o, y Valverde, tan exuberante hasta ahora, no est¨¢ con ellos, y recuerda luego que a ¨¦l, desde la primera vez que lleg¨® a la estaci¨®n de esqu¨ª de B¨¦jar, y era un ni?o de 22 a?os, la subida se le indigestaba. Perdi¨® 24s respecto al tr¨ªo Nairo-Kelderman-L¨®pez, y el liderato por 1s, pero perdi¨® menos que Pinot, Kruijswijk y Gallopin (25s), que Aru (40s), que De la Cruz y Mas, a¨²n tierno y sin golpe de pedal (52s) y que Kwiatkowski (2m 4s), quien cede a su compa?ero De la Cruz el liderato del Sky. El lunes, descanso.
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