El f¨²tbol en Afganist¨¢n triunfa sobre el miedo
Una Liga entre fuertes medidas de seguridad da un espacio de normalidad a una sociedad amenazada por los extremistas
¡°Boro, boro, boro!¡± (?vamos, vamos, vamos!), gritan desaforadas un grupo de amigas cuando el bal¨®n se acerca a la porter¨ªa rival. En el c¨¦sped se enfrentan el Tormenta de Herat, su equipo, y el ?guilas del Hindukush, de Ghazni. Pero el verdadero espect¨¢culo est¨¢ en las gradas. Aunque la Liga de F¨²tbol de Afganist¨¢n no atrae las multitudes de un Real Madrid-Barcelona, el entusiasmo de los aficionados no tiene nada que envidiar. Solo estar all¨ª, defendiendo sus colores, ya es un triunfo sobre el miedo, tras cuatro d¨¦cadas de conflictos encadenados en el pa¨ªs.
Los uniformes, rayas azules y blancas el ?guilas y azul claro el Tormenta, relucen nuevos sobre el c¨¦sped bien cuidado del estadio de la Federaci¨®n de F¨²tbol de Afganist¨¢n. La Liga, patrocinada por una empresa local de telefon¨ªa y una fundaci¨®n, es un esfuerzo de la sociedad civil por normalizar la vida del pa¨ªs. Va por su s¨¦ptima temporada. Pero la seguridad obliga a que los partidos se celebren en Kabul. La capital, como el resto del pa¨ªs, vive amenazada por los talibanes, que EE UU desaloj¨® del poder en 2001, y otros grupos insurgentes. De ah¨ª los estrictos controles en los accesos al campo.
El ¨²ltimo partido de los cuartos de final ha atra¨ªdo a un millar de personas, algo menos de un tercio del aforo. La mayor¨ªa son j¨®venes, incluidas varias decenas de chicas, para quienes se reserva una parte de la grada, justo al lado de la tribuna de autoridades. Les sorprende descubrir que sus vecinas iran¨ªes han accedido por primera vez a un estadio apenas unos d¨ªas antes o que las saud¨ªes solo pueden hacerlo desde el pasado enero. A ellas, les parece normal estar all¨ª y tampoco les preocupa la segregaci¨®n. ¡°As¨ª estamos m¨¢s protegidas¡±, sonr¨ªe Aina, estudiante de 20 a?os que lleva una cinta con el color de su equipo y ha venido con su madre, tambi¨¦n aficionada.
Enfrente, los chicos agitan banderas y corean consignas para animar a su equipo. El apoyo mayoritario al equipo herat¨ª, deja a los del Hindukush en desventaja. Sin embargo, a menudo, da la impresi¨®n de que lo que importa es la diversi¨®n, pasar un buen rato y olvidar los problemas cotidianos aunque sea por dos horas. Se jalea una buena jugada venga del lado del campo que venga y se abuchea cuando el bal¨®n toca en la porter¨ªa o sale fuera de banda.
Toda una generaci¨®n que no ha vivido bajo la f¨¦rula de los extremistas isl¨¢micos quiere pasar p¨¢gina y disfrutar de una vida normal. ¡°El deporte es uno de los pocos entretenimientos disponibles¡±, explica Tabesh en medio del ruido atronador de las vuvuzelas. Aun as¨ª los 50 afganis (0,6 euros) que cuestan las entradas no est¨¢n al alcance de todos en un pa¨ªs con el 55% de la poblaci¨®n por debajo de la l¨ªnea de pobreza.
Sobre el c¨¦sped destaca la coleta rubia de Zamarai Salangui, el dorsal 10 de los ?guilas. ¡°Es que vive en el extranjero¡±, justifica Jawad. Pero los esfuerzos del lateral por marcar acaban con un jugador del Tormenta en el suelo. El ¨¢rbitro le saca tarjeta amarilla.
Los goles se hacen esperar, pero cuando el Herat logra marcar en el minuto 42, el estadio ruge como si fuera la final del Mundial. El gran triunfo de todos, jugadores y afici¨®n, es estar all¨ª desafiando a los extremistas.
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