Los mundos paralelos de Real y Sevilla
Empate a nada en Anoeta entre dos equipos sin ideas que aburrieron a la grada
Real Sociedad y Sevilla vivieron en dos mundos paralelos en el mismo partido, que acab¨® en un aburrido empate a cero. Los donostiarras parec¨ªan el autor sentado frente al folio en blanco, con la eterna duda de c¨®mo redactar el primer p¨¢rrafo. Le faltaban ideas, le faltaba argumento, flaqueaban los personajes. Ni Theo, ni Oyarzabal ni Willian Jos¨¦ ten¨ªan un di¨¢logo escrito. En esos momentos se desencadena la angustia por no saber qu¨¦ decir. El vac¨ªo.
Al otro lado de la raya, el Sevilla vest¨ªa a sus figuras con el buzo de trabajo. Banega, Navas, V¨¢zquez o Sarabia apretaban tornillos en una cadena de montaje, ungidos al cors¨¦ t¨¢ctico establecido por Mach¨ªn. Si en la Real no hab¨ªa guion y faltaba improvisaci¨®n, en el Sevilla, el libreto parec¨ªa el manual de montaje de una lavadora, escrito en varios idiomas, pero igual de indescifrable en todos. En este m¨¦todo no se genera angustia, sino tedio, y en ning¨²n caso diversi¨®n.
Si en algo coincid¨ªan los dos mundos paralelos era en su lentitud. El partido se mov¨ªa premioso. Hasta sacar un c¨®rner costaba un mundo, sobre todo al Sevilla, que en cada acci¨®n desde la esquina necesitaba un int¨¦rprete para el pateador. Como si los dos equipos temieran a las multas de alg¨²n hipot¨¦tico radar de velocidad, todo se mov¨ªa a c¨¢mara lenta en Anoeta, ya desde el inicio, cuando el estreno de la nueva versi¨®n del himno ¨Cm¨¢s lento que el original¨C, retras¨® cuatro minutos el saque de centro.
No hab¨ªa f¨²tbol, los porteros andaban de fiesta y s¨®lo los te¨®ricos que se recrean con los detalles t¨¢cticos de laboratorio, pod¨ªan pensar que en el c¨¦sped se estaba presenciando algo interesante. Espect¨¢culo, desde luego que no. Desmenuzar una teor¨ªa de Einstein puede ser interesante, pero no produce emociones, est¨¢ claro, aunque todo sea relativo. Un disparo de Odriozola, con cierta intenci¨®n, y otro de Banega en la otra ¨¢rea, no hicieron despegar el partido de su aton¨ªa. En la Real se empe?aban Elustondo y Januzaj por la derecha, aunque no encontraban demasiaso inter¨¦s en sus compa?eros; en el Sevilla nadie escapaba de la tarea asignada, segu¨ªan a sus tornillos.
Gracias al derribo de la tribuna de fondo de Anoeta, al menos las gradas altas disfrutan de la vista del tr¨¢fico de la Avenida de Madr¨ªd, y all¨ª se iba la vista: a los sem¨¢foros, a los peatones, a los coches, todo m¨¢s din¨¢mico que el f¨²tbol de Anoeta, que aument¨® su velocidad en la segunda parte, porque a menos no pod¨ªa ir, pero el juego segu¨ªa igual de inane. S¨®lo Januzaj, como el ermita?o que se fabrica sus propias herramientas, trataba de fabricarse sus propias ocasiones. Apareci¨® Sandro, que intent¨® marcar el segundo gol antes que el primero. Su precipitaci¨®n le penaliz¨® cuando se qued¨® solo en el ¨¢rea en el minuto 73.
Un contragolpe del Sevilla por aqu¨ª, un ataque de orgullo realista por all¨¢, los minutos finales siguieron siendo los dos mundos paralelos de los dos equipos, cada uno en su forma de jugar, de entender las cosas. Tan diferentes, pero igual de aburridas. As¨ª hasta el pitido final, cuando muchos ya hab¨ªan decidido, definitivamente, mirar el tr¨¢fico de la Avenida de Madrid, entre las ruinas de la vieja tribuna de fondo. Y mientras, Garitano segu¨ªa sentado ante su folio en blanco, sin ideas que plasmar y sin tinta en la pluma, Mach¨ªn acab¨® el partido como lo empez¨®: anotando fren¨¦ticamente en su cuaderno, de pie en la zona t¨¦cnica, las instrucciones de montaje de su lavadora.
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