Felipe Reyes y su parte del escudo
En el p¨ªvot del Madrid se percibe la necesidad de renovar cada ma?ana, cada tarde, cada entrenamiento y cada partido
![Felipe Reyes, contra el Fuenlabrada.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/TRAFHYY5ADWQ5SHZYBILNHVQ2A.jpg?auth=b61fa29784d83802057135cb1e87439b15bc546a281ffda5dddd04809f6346ac&width=414)
Herman¨ªsimo Alfonso*:
Resulta que tu hermano peque?o ya ha jugado tantos partidos en la liga (778) como el m¨ªtico Joan Creus, y no le queda nadie por delante. ?No va esto demasiado r¨¢pido? Me acuerdo como si fuera ayer de una noche fr¨ªa de invierno en el Polideportivo Magari?os. Te hablo de diciembre de 1998, quiz¨¢ enero del 99. He mirado Internet y resulta que t¨² estabas de vuelta en Estudiantes tras el a?o que pasaste en Par¨ªs quej¨¢ndote de la escasez de buen jam¨®n y tortilla de patata, seg¨²n me chivaban las fuentes. Un tipo tan viajado como t¨². En fin, sin comentarios. Esas semanas yo hab¨ªa pedido permiso a Jos¨¦ Asensio (director general hoy; entrenador de aquel EBA entonces), para probar mi recuperaci¨®n del ligamento cruzado antes de volver a las canchas. A Felipe le tocaba de nuevo doblar el entrenamiento. Desde el inicio se le notaba con la cara t¨ªpica ¡ªy l¨®gica¡ª del j¨²nior estrella al que se le exig¨ªa hacer de sparring de los profesionales por la tarde, para quedarse despu¨¦s a trabajar con los de su edad.
Lleg¨® entonces el turno del cinco contra cinco. A ambos nos toc¨® echar una mano a los que no sal¨ªan de titulares el fin de semana. Supongo que Felipe ten¨ªa que viajar con vosotros y no era seguro que pudiera disputar el partido del EBA. Recuerdo perfectamente que incluso se conect¨® el marcador y se estaba llevando el tanteo. El propio Jos¨¦ hac¨ªa de ¨¢rbitro.
En qu¨¦ momento.
Alguna fuera en contra, unos pasos dudosos y, finalmente, una falta personal no pitada, fueron las excusas para la transformaci¨®n de un chaval con cara de adolescente cansado en la versi¨®n m¨¢s incontenible de aquel Lou Ferrigno que hac¨ªa de Hulk en nuestra infancia. Yo lo vi venir y no me cost¨® mucho salir de la zona cero (me iban seis meses de recuperaci¨®n de rodilla en ello). A su entrenador, y sobre todo a sus compa?eros, les cost¨® un poco m¨¢s, pero tampoco les qued¨® m¨¢s remedio. Los siguientes minutos se convirtieron en la m¨¢s evidente expresi¨®n del ¡°chavales; no me toqu¨¦is las narices, que mi reino no es de este mundo¡±.
Aquel entrenamiento con Felipe se me qued¨® grabado a fuego no solo por el descubrimiento de su incontenible furia competitiva, sino porque la anterior imagen que ten¨ªa de ¨¦l era la del cr¨ªo de nueve, diez, once a?os, con esa ingenua y trasparente sonrisa con la que nos felicitaba al final de nuestros partidos. ?Qu¨¦ me hab¨ªa perdido por el camino?
Estuve disfrutando hace pocos d¨ªas del precioso documento que Informe Robinson dedica a los 20 a?os del triunfo en el Mundial j¨²nior de Lisboa 1999 de una generaci¨®n que apura sus ¨²ltimos r¨¦cords. Y cre¨ª encontrar una primera clave en la necesidad de renovar cada ma?ana, cada tarde, cada entrenamiento y cada partido, ese carnet de pertenencia a la ¨¦lite que recibi¨® aquel n¨²cleo duro de elegidos. Por eso cada rebote robado, cada bloqueo a un compa?ero en el momento justo, con esa fundamental mezcla de poder¨ªo f¨ªsico irrefrenable y de un impagable sentido colectivo del juego, no ha sido sino su manera de aportar su valor diferencial al escudo de la generaci¨®n irrepetible; ¡°¡y llegamos a la parte de granito del emblema, bautizada como zona Felipe Reyes' frente a la que ni Creus ha podido finalmente resistir¡±.
Siendo ese primer impulso fundamental, uno no mantiene dos d¨¦cadas de excelencia haciendo solamente mejor siempre lo mismo. Cada avance percibido en el juego de Felipe desde entonces; desde el tiro a seis metros o incluso triple que ahora ejecuta con tanta naturalidad; pasando por sus movimientos al poste bajo o los porcentajes de tiros libres; terminando en la capacidad de anticipar las claves del partido en ambas canastas y, ¨²ltimamente, tambi¨¦n en el cuidado de su alimentaci¨®n, le permite seguir escribiendo su propio epitafio en la supuesta tumba del p¨ªvot bajo luchador, con la frase que siempre utiliza Joaqu¨ªn Sabina: ¡°No estoy de acuerdo¡±.
La tercera clave, la decisiva, la que t¨² y yo dominamos bien, ha sido la vital informaci¨®n recibida del hermano mayor durante toda su vida. Pero, por favor, no le obligues a pedir un pincho de tortilla a la salida del Louvre, que te conozco.
*Alfonso Reyes es hermano mayor de Felipe. Por supuesto el bueno, como todos los primog¨¦nitos en las familias.
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