Van Gaal, amable con cara de malo
El autor homenajea con este art¨ªculo al entrenador holand¨¦s, que deja los banquillos a los 67 a?os
Despidamos a Van Gaal como el maestro que fue. Le conoc¨ª en su primera etapa en Barcelona y comprob¨¦ que su dureza era solo aparente. Fue amable y escrupuloso. Le dibuj¨¦ su alineaci¨®n tipo y puse a Rivaldo a un cent¨ªmetro de la raya de banda. No le gust¨®. Le ped¨ª otro folio y dibuj¨¦ a Rivaldo pegado a la raya. Sonri¨® satisfecho. A?os m¨¢s tarde, rememorando aquella escena, pens¨¦: ¡°Como para entenderse con Riquelme¡±. Una persona noble, con sentido de club en lo particular y con sentido ¨¦tico en lo general. Su puesta en escena era dura porque en el di¨¢logo no domina ni el tono de voz (demasiado alto) ni la distancia (demasiado corta). M¨¢s que hablarte parece querer morderte. Entrenador exigente, frontal, met¨®dico, amigo del orden y defensor de un juego siempre propositivo. Dirigi¨® equipos deslumbrantes como aquel Ajax del 95 que conquist¨® la Champions. Y que bail¨® a mi Madrid.
Jugar de memoria. Fue hijo de la escuela futbol¨ªstica holandesa, donde Johan Cruyff dej¨® huellas profundas. Pero Van Gaal y Cruyff estaban separados por un abismo en lo personal. Johan fue un jugador genial y un entrenador con una intuici¨®n que llegaba hasta la misma esencia del f¨²tbol. Era m¨¢s admirable que imitable. Van Gaal, que no ten¨ªa esa capacidad de s¨ªntesis, tuvo la capacidad de descomponer el juego y convert¨ªa sus ideas en h¨¢bitos con entrenamientos repetitivos. Respeto a las posiciones con extremos muy abiertos, juego a uno o dos toques, largas posesiones, esp¨ªritu siempre atacante¡ Rara vez se traicionaba, rara vez sorprend¨ªa, pero lo cierto es que su juego lleg¨® a ser muy atractivo y, como todo lo que se sistematiza, copiable. Una excelente aventura intelectual, demasiado estricta para los jugadores muy creativos que se sent¨ªan asfixiados en esa horma, pero eficaz como escuela.
Exigente sin concesiones. Despu¨¦s de las comidas repasaba en voz alta y con sentido cr¨ªtico el entrenamiento y tras los partidos, ayudado con im¨¢genes de v¨ªdeos, hac¨ªa lo mismo. Un repaso exhaustivo de los errores cometidos que desesperaba a los jugadores m¨¢s t¨ªmidos, que prefer¨ªan que lo llevaran al pat¨ªbulo. Di Mar¨ªa cuenta que un d¨ªa se cans¨® de tantas correcciones y le dijo que no quer¨ªa ver m¨¢s defectos porque le desmoralizaban. Pero en personalidades como la de Van Gaal, la motivaci¨®n solo est¨¢ relacionada con la profesionalidad. Hay que hacer lo que est¨¢ bien y corregir lo que est¨¢ mal. Sorprende que no tuviera m¨¢s sensibilidad en el manejo de las emociones porque se trataba de una persona con los sentimientos a flor de piel, capaz de conmoverse hasta las l¨¢grimas cuando se sent¨ªa satisfecho con alg¨²n comportamiento. No hay un solo jugador que haya pasado por Van Gaal y que discuta esa calidad humana.
No se hable m¨¢s. No solo en lo que respecta al trato con los jugadores, donde el respeto profesional, incluso en los peores casos, estaba asegurado de la ¨²nica forma posible: siendo directo en los mensajes para evitar los malentendidos. Si algo no le gustaba, lo dec¨ªa. Si alguien no le gustaba, tambi¨¦n lo dec¨ªa. Ese respeto lo prolongaba a los aficionados, pidi¨¦ndole a los jugadores que no se aislaran de ellos, que se pararan a firmarles aut¨®grafos, que los consideraran parte de la familia futbol¨ªstica. Ese sentido de club que lo abarcaba todo fue otra caracter¨ªstica de su personalidad profesional y humana. Mirado en perspectiva le hizo muy bien al f¨²tbol, dejando muchos disc¨ªpulos que desde distintas partes del mundo admiraron sus m¨¦todos y los tomaron como referencia. Y cuando un entrenador llega a la categor¨ªa de maestro, se terminan las discusiones.
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