El Tigre vuelve con todas sus rayas
Woods ha a?adido el factor humano, y el sufrimiento que eso significa, a su m¨ªstica de campe¨®n sin fisuras, casi invencible, un punto rob¨®tico, m¨¢s admirado que querido
Tan viejo como el deporte es su entusiasta adscripci¨®n a los redimidos. No hay campe¨®n m¨¢s admirado que el procedente de los fracasos repetidos o el superviviente del descenso a sus infiernos particulares, que en el caso de Tiger Woods han sido numerosos, profundos y muy detallados. Once a?os despu¨¦s de ganar su ¨²ltimo grande, el US Open, Tiger recuper¨® en el Masters de Augusta todas las cualidades que le erigieron en un fen¨®meno incomparable, el mejor golfista de la historia, en opini¨®n de la mayor¨ªa de los expertos. En t¨¦rminos simb¨®licos, el Tigre recuper¨® todas sus rayas.
Como suele suceder con los campeones perseguidos por las desgracias y frustraciones, y tambi¨¦n por la veta autodestructiva que tantas veces les caracteriza, sus regresos al ¨¦xito son igual de vibrantes, con un sentido innato para manifestar su brillo en los escenarios m¨¢s exigentes. El m¨ªtico Amen Corner de Augusta es uno de ellos.
El celebrado regreso de Tiger se produjo en el lugar que cualquier guionista hubiera elegido, el misterioso par 3 del hoyo 12, del que Miguel ?ngel Jim¨¦nez, el c¨¦lebre Pisha, habl¨® decepcionado en el entrenamiento de su primera participaci¨®n en el Masters. No le pareci¨® nada especial y se lo hizo saber a Seve Ballesteros y Chema Olazabal, dos ganadores y sufridores en Augusta. Al d¨ªa siguiente, en la primera ronda del torneo, Jim¨¦nez casi sufre un shock cuando se dispuso a golpear la bola desde el mismo lugar. ¡°No lo veo, ?d¨®nde est¨¢ el green?, ?d¨®nde est¨¢ el hoyo? Ha desaparecido¡±. Cuando comienza la competici¨®n en el Masters, el hoyo 12 del Amen Corner se transforma en un precioso infierno de bogeys y azaleas.
Tiger no encontr¨® mejor sitio para emerger sobre sus rivales. Los cuatro que le preced¨ªan ¡ªFrancesco Molinari, Toni Finau, Ian Poulter y Brooks Koepka¡ª perdieron dos golpes en el 12, sometidos al castigo del legendario hoyo. Para Tiger fue un regalo de los dioses. Por primera vez en mucho tiempo, su mirada y su gesto revelaron una confianza absoluta y el viejo poder de intimidaci¨®n sobre sus rivales, que capitularon como en los viejos tiempos.
Su victoria trascendi¨® el ¨¢mbito deportivo, de la misma manera que sus cuitas personales ocuparon tanto espacio medi¨¢tico como sus mejores victorias. Durante m¨¢s de 10 a?os, Tiger Woods atraves¨® por graves problemas personales, padeci¨® enfermedades, sufri¨® adicciones y tuvo el aire de los juguetes rotos. Lo abismal de su ca¨ªda refuerza el valor de su regreso. A los 43 a?os ha escrito una historia que el deporte adora, bastante com¨²n en buen n¨²mero de elegidos para el ¨¦xito y despe?ados por problemas parecidos a los de Tiger. Muhamad Ali, Michael Jordan, Magic Johnson y Michael Phelps, cuatro luminarias del deporte que atravesaron por miserias que cercenaron sus carreras en la cumbre.
Todos volvieron de sus a?os amargos, regresos triunfales que modificaron la percepci¨®n que se ten¨ªa de ellos, como ahora sucede con Tiger Woods. Ha a?adido el factor humano, y el sufrimiento que eso significa, a su m¨ªstica de campe¨®n sin fisuras, casi invencible, un punto rob¨®tico, m¨¢s admirado que querido, un predestinado ¡ªSports Illustrated le nombr¨® en 1996 deportista del a?o antes de ganar su primer grande y de completar su primer a?o como profesional¡ª que cambi¨® la historia del golf antes de comenzar un desgarrador proceso personal.
Su recuperaci¨®n, m¨¢s que dudosa en los peores a?os de su ca¨ªda, confirma lo que todo el mundo sab¨ªa, que Tiger es el mejor golfista de la historia, pero que ahora adquiere adem¨¢s el sentimental valor del campe¨®n que ha vuelto despu¨¦s de derrotar a sus demonios particulares, el Masters que nadie quiere jugar pero en el que casi todos participamos.
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