El fugado Cima derrota al sprint al pelot¨®n, que yerra el c¨¢lculo
El Giro de las monta?as se toma un respiro antes de afrontar los Dolomitas el fin de semana con Carapaz de l¨ªder
En Italia como en el Giro todo sucede s¨²bito, radical, y as¨ª llega la primavera de golpe al valle tirol¨¦s la v¨ªspera gris, anunciada a los ciclistas por las esquilas alegres de las vacas en el prado verde junto a su hotel, aunque a las cinco de la ma?ana las primeras luces del amanecer claro ya la hac¨ªan presagiar. El sol aumenta el temor, regresa el polen, regresan las procesionarias a los pinos, las alergias anegadas en los diluvios fr¨ªos de los d¨ªas anteriores rebrotan, y el l¨ªder, Carapaz, lo conjura montando sobre una bici rosa como su maglia rosa que le han puesto los del Movistar como regalo sorpresa la noche larga de su cumplea?os celebrado con una tarta, unas bengalas y un discurso cuando call¨® el acorde¨®n de un paisano que le festejaba: ¡°La mejor celebraci¨®n de mi vida¡±, les dice a sus siete compa?eros. ¡°Todos hemos hecho muy bien nuestro trabajo y por eso estoy aqu¨ª, de rosa; y debemos seguir haci¨¦ndolo¡±.
La bici se la regala su equipo pero el fabricante Canyon ya la hab¨ªa empezado a construir unos d¨ªas antes, antes incluso de que el ecuatoriano se vistiera de rosa. Fue el propio Carapaz el que le advirti¨® al patr¨®n de la marca alemana el viernes pasado, la v¨ªspera del ataque total en el Col de San Carlo hacia Courmayeur con el que alcanz¨® el liderato. ¡°Ma?ana me tendr¨¢s que hacer una bici rosa¡±, le dijo, tan convencido estaba entonces de que podr¨ªa con Roglic y con Nibali en el valle de Aosta, tan convencido como est¨¢ ahora de que el domingo acabar¨¢ de rosa en Verona.
El Giro cambia como el tiempo y se lanza cuesta abajo veloz de las monta?as puras al Adri¨¢tico sucio de las costas de Venecia no lejano de la meta de Santa Maria di Sala, altitud 13 metros, una recta que se pierde en el horizonte, donde gana Cima, fugado 200 kil¨®metros, por una rueda a todo el pelot¨®n que hab¨ªa errado por 1s el c¨¢lculo de la persecuci¨®n en un sprint en el que el Giro rebota para volver a las monta?as dos d¨ªas m¨¢s tras atravesar de nuevo la vieja frontera austroh¨²ngara. Simboliza la esperanza, el hombre puede derrotar a su destino, el modesto Cima, bresciano, que ha estado en fuga 930 kil¨®metros todo el Giro, todas las etapas llanas, m¨¢s que nadie, y al fin ha llegado.
Faltan los Dolomitas, que los ciclistas han visto hermosos y pac¨ªficos en su descenso al mar, paisaje de fondo de su paseo por el Cadore donde se habla el ladino y las Tres Cimas de Lavaredo de Eddy Merckx brillan al sol, sin una nube que las oscurezca. Debe de ser un placer curioso para un ciclista atravesar esas regiones sin tener que sudar en sus puertos; pasar por Belluno y poder acordarse m¨¢s de Buzzati que del Nevegal de Contador, y sonre¨ªr pensando en Bruseghin criando asnos y vendimiando uvas dorada para su prosecco en las laderas cuando pasan por Conegliano y no maldecir sus carreteras en continuo subibaja.
Un chaparr¨®n corto, un nubarr¨®n, s¨²bito, por supuesto, les saca del ensue?o y les devuelve a la pesadilla. Es un recuerdo reflejo. Nace cuando a Carapaz la pasan el chubasquero rosa, la misma prenda infernal que el martes, entre Edolo, al pie del Mortirolo, y la meta de Ponte di Legno y el fr¨ªo y la lluvia, le castig¨® con su momento m¨¢s delicado en lo que va de Giro. El chaleco antilluvia que le pas¨® el Giro a su l¨ªder ten¨ªa a¨²n sellado el enganche de la cremallera, y mientras el ecuatoriano debi¨® emplearse hasta con la dentadura para romperlo y poder abroch¨¢rselo, en el grupo en el que iba Caruso tiraba como un cohete para llevarse a Nibali volando delante de sus narices. Carapaz iba perdiendo terreno y Caruso acelerando, tomado de cerqu¨ªsima por una c¨¢mara de la RAI que viajaba en moto justo unos metros por delante. De repente, un impresionante Toyota todoterreno h¨ªbrido rojo entr¨® brusco en el encuadre de la c¨¢mara, cuyo operador tiembla y pierde el control: son los comisarios, alertados por algunos directores de equipo, que intervienen para alejar a la moto a cuyo rebufo tan r¨¢pido iba Caruso. Autom¨¢ticamente, la velocidad del grupo cae. Carapaz, ya abrigado, se reintegra. El susto pas¨®. El que vuelva repetirse la influencia de las motos ma?ana, en la etapa m¨¢s dura que queda, los Dolomitas del Manghen, es una de las pocas cosas que teme Carapaz. En la otra, un posible desfallecimiento porque la energ¨ªa se le acabe antes de tiempo, prefiere no pensar.
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