Pello Bilbao gana la etapa y Carapaz consolida su victoria en el Giro
El primer triunfo de un ecuatoriano en la corsa rosa se consolid¨® en una gran etapa dolom¨ªtica en la Landa alcanza el tercer puesto
En las laderas del Rolle ahora arrasadas, cementerio de miles de abetos rojos desgajados por un hurac¨¢n cruel, la naturaleza, Stradivari buscaba la mejor madera para los violines que constru¨ªa en Cremona: ped¨ªa a los le?adores que hicieran girar los troncos reci¨¦n cortados y escuchaba el ruido que hac¨ªan, med¨ªa su resonancia en el silencio del valle que atraviesa silencioso el pelot¨®n de los favoritos, sin estruendo, cociendo a fuego lento, lent¨ªsimo, como se hacen las mejores alubias, la coronaci¨®n definitiva del gran Carapaz, Richard, de las riberas del Carchi en Ecuador, como ganador del Giro.
Stradivari en la cuneta, en la que los aficionados serios plantan en la nieve las bicis con las que han subido a animar, y las convierten en un auditorio, casi un templo, oir¨ªa quiz¨¢s con deleite el ruido de las ruedas girando, los radios ara?ando el aire, gimiendo, y sonreir¨ªa alegre al ver la cara de asombro maravillado de quien encabeza el pelot¨®n, un chaval de Terrassa llamado Antonio Pedrero, que mira con la boca abierta y la cabeza alta el desastre de los bosques cuando atraviesa el que fue m¨¢s hermoso, el de Paneveggio ahora desolador, y contin¨²a su avance, espl¨¦ndidamente humano.
El silencio invade de nuevo el valle del Fiemme y la etapa sigue adormecida como si todos fueran de Valium, convencidos de que toda resistencia era imposible. Que Carapaz y su equipo ganar¨ªan lo hab¨ªan comprendido ya en el Manghen, en el momento del gran estruendo, cuando Superman vol¨® y con ¨¦l se fueron f¨¢cil Landa y el l¨ªder de rosa, mientras Nibali y Roglic ped¨ªan ayuda y se quedaban atr¨¢s; y lo comprendieron m¨¢s fuerte a¨²n unos kil¨®metros m¨¢s adelante, terminado el descenso del ¨²ltimo gigante de los Dolomitas (y cima Coppi con sus 2.047 metros de altitud: y el trofeo se lo llev¨® Masnada, un ciclista que se llama Fausto, el nombre que solo reciben los hijos y los nietos de los grandes adoradores de Fausto Coppi, el dios del ciclismo). Por detr¨¢s, Caruso, el fiel de Nibali, se mueve y Landa va a por ¨¦l, y como el pescador iluso, Caruso piensa que el vasco ha picado y le invita a continuar a su lado, viajemos juntos. Landa, claro, se niega. La ¨²ltima gran tentativa de Nibali abort¨® antes de empezar.
Cuando llegan las monta?as son tan sumamente humanos los ciclistas, hijos del sudor, esclavos del trabajo, que Roglic, un campe¨®n extraordinario, acepta humildemente que los espectadores le empujen y le ayuden durante 20s en lo cuando el alma le abandona y ve todas sus esperanzas de ganar el Giro alej¨¢ndose en las piernas fuertes y veloces de Richard Carapaz; y en la misma subida, el Monte Avena, la ¨²ltima cuesta de un Giro que coronar¨¢ el domingo en Verona a un ecuatoriano por primera vez campe¨®n, Superman, pierde la capa que le hace volar en las cumbres, pierde casi los dientes y las pocas fuerzas que le quedaban cuando un espectador est¨²pido, de esos que corren al lado de los ciclistas para salir en la tele, y siempre llevan una bandera al cuello, ese patriotismo tan est¨²pidamente en boga, tropieza delante de ¨¦l y le derriba: Superman, que llevaba toda la etapa atacando y todo su equipo preparando la que deber¨ªa ser su victoria, su humanidad tan pura traiciona su rostro rubio de campesino andino y se deja invadir por la adrenalina y la emoci¨®n y la emprende a golpes con el espectador aturdido e in¨²til, un gui?apo en el suelo, asustado, y sin gorra.
A Superman le venga en cierta manera su compa?ero Pello Bilbao, fugado todo el d¨ªa abriendo camino, que gana la etapa aprovechando el trabajo tremendo del l¨ªder, ayer un gregario vestido de rosa que reparte agua, comida y lanza a Landa hacia el podio. El ecuatoriano le aparta a Landa de un empuj¨®n en¨¦rgico y le dice, d¨¦jame a m¨ª, y tira del grupo con la fuerza, la determinaci¨®n y la energ¨ªa de uno que lo busca todo, el absoluto, la victoria del compa?ero. Landa no gana la etapa porque, en el sprint de escaladores que decide la victoria, su amigo Bilbao se le cuela por el interior de las ¨²ltimas eses y le frustra. Carapaz consigue al menos que su l¨ªder alcance el tercer puesto, que roce el podio final, pero con tan escasa ventaja sobre Roglic, quien nunca se rinde, que seguramente lo pierda en los 17 kil¨®metros de la contrarreloj de Verona hoy. Landa, que en los 40 kil¨®metros disputados este Giro de contrarreloj perdi¨® 4m 9s (m¨¢s de seis segundos por kil¨®metro) parte con una ventaja de 23s solamente: 7s ganados en la carretera, 6s de bonificaci¨®n y 10s m¨¢s por la sanci¨®n sufrida por Roglic, castigado por aceptar que le empujaran. Carapaz cuenta con una ventaja de 1m 54s sobre Nibali y de 3m 16s sobre Roglic. Para ambos es inalcanzable.
As¨ª termin¨® la gran etapa, con un espect¨¢culo de fuegos artificiales en los que Carapaz y su Movistar siempre tuvieron el control de la mecha y el ritmo de lanzamiento de los cohetes. Tan abrumadores fueron en su control que Nibali hasta pidi¨® ser amigo suyo, que le integraran en su club, que le ayudaran a ser segundo.
Tan tranquilamente lo consiguieron, tan silenciosos como las pedaladas interminables de Amador en el descenso del Rolle y el ascenso del Croce d'Aune, donde aguant¨® tirando de todos como antes Pedrero hasta que Superman volvi¨® a volar. Salt¨® el colombiano justo ante el monumento a Tullio Campagnolo, que en esa misma cuesta, un d¨ªa de fr¨ªo polar de hace 90 a?os, no pudo dar la vuelta a su rueda trasera para cambiar de pi?¨®n: la rosca no cedi¨® a sus dedos helados. Aquel d¨ªa, al mec¨¢nico m¨¢s famoso de la historia del ciclismo, se le ocurri¨® la idea del cierre r¨¢pido de las ruedas que a¨²n hoy se utiliza. De all¨ª surgi¨® Superman, sobrehumano unos metros, hasta que un est¨²pido semoviente le atiz¨® y le frustr¨® el vuelo liberador. De all¨ª sali¨® el ruido del triunfo del Movistar completo. Una fanfarria festiva y gloriosa, por supuesto. La fanfarria por un hombre com¨²n, muy humano, que se trascendi¨® sobre la bicicleta. Pedaleando. Sudando. Y guiado por el esp¨ªritu del explorador ingenuo que busca las fuentes del Nilo.
Carapaz no conoc¨ªa ninguno de los puertos del Giro que ha ganado, ni siquiera el Mortirolo o el Manghen o el Avena, que ha afrontado mir¨¢ndolo con los ojos del descubridor desbordado, incendiado su ¨¢nimo para conquistar las maravillas que le deslumbran. O, m¨¢s sencillamente, los ha mirado con los ojos ingenuos del escolar que ha recorrido sus relieves en los mapas y se sabe sus nombres de memoria, y le despiertan la imaginaci¨®n, y despu¨¦s comprueba qu¨¦ de verdad hab¨ªa en sus sue?os.
¡°Los directores me los explicaban y me dec¨ªan las pendientes y los gradientes, y, luego, gracias a la tecnolog¨ªa los hab¨ªa analizado y asimilado¡±, explica Carapaz. ¡°Ha sido un examen mental de todos. En el fondo los conoc¨ªa bastante bien, lo necesario para poder atacar en el momento justo¡±.
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