Neymar le deja su casa a Messi
El argentino quiere su revancha con Argentina en Maracan¨¢, mientras que Brasil, envuelta en un conflicto social, busca la gloria sin su m¨¢xima figura
El f¨²tbol cada tanto se da un paseo por su tierra preferida. No lo inventaron, pero lo juegan como nadie. No lo propagan, pero no existe un mejor embajador. El f¨²tbol vuelve a Brasil, pentacampe¨®n del mundo, octacampe¨®n del Am¨¦rica, ganador del Oro Ol¨ªmpico. No hay trofeo que se le resista a la Canarinha. La resistencia, sin embargo, nace en una parte de la sociedad, de nuevo en llamas en la v¨ªspera de un gran evento deportivo. Si en la previa del Mundial 2014 las protestas por mejoras salariales llevaron a enfrentamientos de manifestantes con la polic¨ªa, antes de R¨ªo en 2016 los duros reproches contra el gobierno se amparaban en los problemas en el transporte, la seguridad y en las obras atrasadas pusieron en jaque la paz en los Juegos. Algo no cambia en Brasil, gobierne Dilma Rousseff o Jair Bolsonaro, no hay bal¨®n que eclipse las heridas sociales ni copa que funcione de placebo. Los principales sindicatos convocaron un paro general para este viernes, justo el d¨ªa que la Canarinha abre la Copa Am¨¦rica ante Bolivia.
A Brasil lo ridiculizan los Mundiales como lo agradan las Copas Am¨¦rica. Si en 1950 lo tumb¨® Uruguay; en 2014 lo vapule¨® Alemania. De Maracan¨¢ al Mineir?o, de humillaci¨®n a humillaci¨®n. Todo cambia, sin embargo, en los torneos continentales. Cada vez que Brasil ejerci¨® de anfitri¨®n de Am¨¦rica, la Canarinha abri¨® las vitrinas. De hecho, hasta 1989 Brasil solo hab¨ªa levantado la copa en su casa, las tres anteriores en 1919, 1922 y 1949. Despu¨¦s conquist¨® cuatro t¨ªtulos m¨¢s: 1997, 1999, 2004 y 2007. Esta vez, llega tocada. Frustrada otra vez al ver como su hijo predilecto se revuelca en el barro tras otra lesi¨®n. No hay manera de que Neymar se siente en el trono de Senna. Si el piloto anestesi¨® a una sociedad que intentaba olvidar la dictadura en los a?os 80, el futbolista del PSG salta de chasco en chasco sin poder conquistar de lleno a la torcida deseosa de un nuevo h¨¦roe.
Una corona que persigue Messi en Argentina, empecinado en darle un t¨ªtulo a la Albiceleste, seca desde 1993, cuando Batistuta, Simeone, Redondo y compa?¨ªa le dieron la ¨²ltima copa en Ecuador. Hace tiempo que anda perdida Argentina, sin m¨¢s br¨²jula que la inspiraci¨®n de La Pulga, a veces cuestionado, otras venerado, siempre a la sombra de Maradona. Am¨¦rica se le atraganta a Argentina, finalista en tres de las ¨²ltimas cuatro ediciones (2007, 2015 y 2016), en Chile 2015 y en Estados Unidos 2016 derrotado en la timba de los penaltis ante La Roja.
Chile est¨¢ preso de ¨¦xito. Se qued¨® fuera de Rusia y llega a Brasil sin m¨¢s ilusi¨®n que una generaci¨®n de futbolistas espl¨¦ndidos, m¨¢s pendientes de los egos que del f¨²tbol. Nadie se anima a descartar a Uruguay. La Celeste tiene un idilio en el torneo m¨¢s longevo a nivel de selecciones. Nadie tiene consigui¨® m¨¢s copas que Uruguay (15), perseguido por Argentina, que busca de una vez por todas la gloria de Messi. La acarici¨® en 2014, cuando G?tze le neg¨® la inmortalidad en Maracan¨¢. La Pulga quiere su revancha en Brasil. Su amigo Neymar no estar¨¢ para neg¨¢rsela.
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