Pinot se suma al cicl¨®n Alaphilippe y es el nuevo faro del Tour
En Saint ?tienne triunfa el esp¨ªritu de aventura con victoria de etapa para el solitario De Gendt. Los favoritos, paralizados, se vigilan
Enric Mas ha llegado al Tour como un cuaderno en blanco cuyas hojas se van rellenando todos los d¨ªas de experiencias variadas que atrapa al vuelo, como un cazador de moscas, o absorbe con un cerebro que parece una esponja. Material no le falta, y no solo porque a todos los debutantes j¨®venes, maravillados y ansiosos de sumergirse en el Tour todos los detalles de la carrera francesa les fascinan, sino tambi¨¦n porque est¨¢ en el equipo de Julian Alaphilippe, el aventurero, que en las cuestas infames camino de Saint ?tienne se lanz¨® a por su tesoro, un maillot amarillo que recuper¨® de las espaldas del italiano Ciccone, el h¨¦roe de La Planche, que ni es Chiappucci ni le dejan serlo. Y de amarillo un franc¨¦s desfilar¨¢ el 14 de julio, tan se?alado.
Con Alaphilippe al lado, tan proteico, de habilidades tan variadas, las experiencias se multiplican y complican la tarea de Mas, y la enriquecen. Una de las primeras conclusiones a las que hab¨ªa llegado el mallorqu¨ªn era la de que hay un Tour mental, que dura 10 d¨ªas, los 10 primeros, los de los nervios y la concentraci¨®n extrema, y un Tour de piernas, la ¨²ltima semana, la de sus monta?as amadas. Entonces, llega la etapa octava, llegan corredores como Alaphilippe o Thomas de Gendt, el ganador del d¨ªa, y el esquema se le rompe. Para el franc¨¦s y el belga, y para unos cuantos m¨¢s, el ciclismo y el Tour no es un asunto mental o de piernas, m¨¢s bien es una cuesti¨®n vital, algo que les sale de las tripas. Son los aventureros, una categor¨ªa especial inventada por los franceses, que les apelan los baroudeurs, surgen de la tierra como los vi?edos del Beaujolais a los que ni prestan atenci¨®n, o como los caminos rurales con asfaltados bastos en los que florecen. Son las ra¨ªces del ciclismo, los padres de todo esto, y convierten las etapas en una lucha de guerrillas que todo lo convierte en caos y en las que los que piensan en la clasificaci¨®n general, los amantes de orden, la paciencia y la contabilidad destrozadas, deben saber elegir. Hubo repentinas dudas, bajadas de tensi¨®n. Atentismo. Uno se movi¨®.
El alma de Thibaut Pinot fluct¨²a entre el ciclismo de aventuras y el de c¨¢lculo. Disfruta en las cl¨¢sicas, como en Lombard¨ªa, y en la Vuelta donde solo piensa en ganar etapas, y, al mismo tiempo, se siente capaz de ganar el Tour. Quiere ser un Thomas, pero, jop¨¦, ser un Alaphilippe es tan guay¡ Y recuerda a Hinault y a Oca?a, y su dorsal 51, su n¨²mero este a?o, dos que supieron ser mente y tripas, y sabe que es posible. Y as¨ª act¨²a. Cuando la ¨²ltima cuesta asesina de un d¨ªa de trampas lleg¨®, donde sab¨ªa que saltar¨ªa como un tap¨®n de champ¨¢n Alaphilippe, ¨¦l estaba ah¨ª, y se fue con ¨¦l como se hab¨ªa idpo hace dos d¨ªas en la polvorienta Planche vertical. No alcanzaron a De Gendt, el baroudeur solitario y madrugador que volaba, pero se bonificaron en la cuesta y en la meta, a la que llegaron con 20s de ventaja sobre el grupo de favoritos pasmados y paralizados.
Todos los que se movieron tuvieron premio: De Gendt, la etapa, una victoria de prestigio que justifica su forma tan personal de vivir el ciclismo; Alaphilippe volvi¨® al maillot amarillo y tiene segundos de sobra, dos se los regal¨® a su compa?ero del alma, Pinot, dej¨¢ndole pasar segundo en la etapa; Pinot es, as¨ª, el nuevo faro del Tour, el l¨ªder virtual que aventaja en la general a todos los dem¨¢s favoritos (19s a Thomas, 23s a Egan, 45s a Ur¨¢n, 49s a Fuglsang, 53s a Mas, 54s a Yates, 1m 11s a Nairo y 1m 13s a Landa). Los inm¨®viles regalaron razones.
Al m¨¢s calculador de todos, Thomas, le explot¨® la bicicleta, pum, un cuadro de carbono despanzurrado, al patinar en una curva con medio equipo justo cuando empezaba el baile: bastante hizo con no reventar ¨¦l. Fuglsang, que, al mando del Astana, hab¨ªa empezado a acelerar la etapa ante la falta de iniciativa manifiesta del Ineos de Thomas, puso a los que pudo en persecuci¨®n de la pareja de franceses que como liebres en el campo no paraban de acelerar y acelerar. El Trek se mat¨® lo justo por defender el maillot amarillo de su Ciccone, como si ya lo hubieran amortizado. Ni Landa ni Nairo dieron un relevo. Ni Valverde, que iba con ellos. Nairo, que ya hab¨ªa perdido el deseo de ser un nuevo Lucho Herrera, sangrante ganador en Sain ?tienne hace 34 a?os, despeg¨® de la potencia el detallado perfil de la etapa, encrespado como la cresta de un punki descuidado. Un d¨ªa m¨¢s. Landa, calculador, dijo: ¡°A¨²n es pronto para saber a por quien hay que salir¡±.
El aprendiz Mas, que actu¨® de freno en la retaguardia, anot¨® una nueva experiencia en su cuaderno: se puede calcular y tirar de piernas, y tambi¨¦n se puede correr dejando libre al instinto, y ganar el Tour, O por lo menos, meter miedo.
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