Landa, derribado, pierde el Tour de Francia
La ca¨ªda del alav¨¦s el d¨ªa en el que los abanicos acaban con Pinot y Fuglsang deja a Nairo de l¨ªder ¨²nico del Movistar ante el Ineos de Thomas y Egan Bernal
Gan¨® al sprint Van Aert, otro de los nietos adoptivos de Poulidor, pero esta fue, quiz¨¢s, la noticia menos importante de un d¨ªa tonto que cambi¨® al Tour.
Landa cruza la meta retrasado y tira el bid¨®n en la meta, con rabia. Nairo la cruza adelantado y sonr¨ªe. Sus destinos y sus Tours caminaban juntos, y en menos de un segundo se separaron definitivamente. Landa se fue al suelo y Nairo sobrevivi¨®. Faltaban 19,3 kil¨®metros para Albi, la meta de una etapa en la que el viento, que siempre llega, ya hab¨ªa hecho el trabajo principal. Antes que Landa, que perdi¨® 2m 9s y ya est¨¢ a 4m 15s del l¨ªder Alaphilippe en la general, ya hab¨ªan perdido sus esperanzas de ganar el Tour Pinot, el favorito m¨¢s en forma, Fuglsang, Ur¨¢n y Porte. Los cuatro perdieron 1m 40s. A los cuatro les hab¨ªa sorprendido el abanico organizado por el Ineos, el Deceuninck y el Movistar.
A Landa, no.
Landa encuentra cada d¨ªa razones para no dejar de creer en la fatalidad.
Llegados los mejores al paraje llamado Ta?x sin aliento y felices, con la felicidad que procura el saber que se est¨¢ haciendo da?o grande a rivales importantes, a Mikel Landa, le derriba involuntariamente el campe¨®n franc¨¦s, Warren Barguil, un bolo que se desequilibr¨® al tocar su rueda delantera con la trasera de Alaphilippe. El pelot¨®n, m¨¢s bien el grupo de delante, era puro caos, nervios y velocidad incontrolada. Si no hubiera tenido a Landa a la izquierda, protegido del viento pero no de los rivales, Barguil se habr¨ªa ido al suelo y all¨ª se habr¨ªa quedado, pero pasaba Landa. Barguil se inclina a la izquierda y golpea a Landa, el ¨²ltimo bolo de la serie: a su izquierda, donde aterriza, no hay m¨¢s que aficionados aterrorizados sobre los que cae, su frenes¨ª, neutralizado, su coraz¨®n, deprimido y su ¨¢nimo furioso, pues cay¨® convencido de que Barguil lo derrib¨® aposta. ¡°Pero hemos visto las im¨¢genes con los comisarios¡±, dice Jos¨¦ Luis Arrieta, el director del Movistar, ¡°y se aprecia que ha sido un accidente. Nadie tuvo la culpa, solo la fatalidad¡±.
¡°Todos se caen alg¨²n d¨ªa de Tour, pero las ca¨ªdas de Mikel siempre acarrean consecuencias¡±, dice, fatalista, Eusebio Unzue, el jefe del Movistar, que ya vivi¨® circunstancias similares el Tour pasado cuando, despu¨¦s de haber superado sus corredores todos los tramos peligrosos de pav¨¦s camino de Roubaix, Landa se cay¨®, y se olvid¨® de la carrera, y en el Giro pasado, cuando el d¨ªa del ataque de Carapaz en Frascati, tambi¨¦n se cay¨® Landa y perdi¨® tiempo. ¡°Y, mira, el otro d¨ªa se cay¨® Thomas, y ¨¦l no perdi¨® ni un segundo¡±.
La frustraci¨®n la aumenta porque camino de Albi, justamente, de sus obispos guerreros, sus c¨¢taros achicharrados, su Tarn generoso y su catedral de ladrillos falsamente humilde, el Movistar se hab¨ªa sentido actor principal del d¨ªa.
En Saint Flour, cuando se preparan para partir los corredores, sopla la brisa tan fresca que la gente busca el sol, y hasta parece que limpia las cabezas de un pelot¨®n cansado y hasta sonr¨ªe Arrieta, un hombre que parece que carga siempre con el peso de injusticias nunca reparadas. ¡°Me extra?ar¨ªa mucho que no se cortara el pelot¨®n. Soplar¨¢ viento, norte-noroeste, y cuando sople el pelot¨®n ya llegar¨¢ muy cansado, porque la etapa es muy dura¡±, dice, y no lo dice con temor, como at¨¢vicamente hablaban los directores espa?oles cuando se preve¨ªan abanicos, sino esperanzado. ¡°Vamos a estar preparados¡±. A su lado, Txente Garc¨ªa Acosta, su compa?ero t¨¦cnico, se monta ya en el coche para ir de avanzadilla. ¡°No necesitar¨¦ informar de nada¡±, dice. ¡°Arrieta ya ha venido a reconocer la etapa y se conoce bien todo el recorrido y ya sabe d¨®nde ser¨¢ el momento¡±.
Parecen m¨¢s los preparativos de un golpe secreto que una t¨¢ctica de etapa un d¨ªa m¨¢s del interminable descenso del Tour hacia las monta?as que nunca llegan. Pero no es tan secreto. Muchos lo saben ya y cuando se aproximan a la rotonda de Graummont, que deben tomar por la izquierda para cambiar de direcci¨®n y seguir por la D988, mandan a sus l¨ªderes hacia adelante, a tomar posiciones. Valverde lleva consigo a Landa y Nairo, y a Erviti, Oliveira y Amador, los guerreros del viento; el Ineos adelanta los suyos y los especialistas del Deceuninck envuelven a Alaphilippe y Enric Mas. Todos quieren estar, pero el aforo es limitado y la fiesta muy exclusiva.
La fiesta comienza cuando cambia el viento. Quien no puede pasar a cabeza se encuentra con la puerta cerrada. Todos los que pueden relevan desaforados. El tajo del pelot¨®n es inevitable. Por delante pasan unos 50, no m¨¢s. Pinot, Ur¨¢n y Fuglsang no solo se quedan sin sitio, sino con los equipos desorganizados, y se agotan en 20 kil¨®metros de persecuci¨®n in¨²til en los que llegan a acercarse a una decena de segundos. La cuerda se cort¨® entonces, y nadie pudo empalmarla.
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