El tif¨®n Titmus azota el imperio de Ledecky
El ritmo de la joven australiana en 400 libre la eleva al oro en 3m 58,76s y acaba con siete a?os de hegemon¨ªa de la estadounidense, la nadadora m¨¢s dominante de la historia
La nataci¨®n es el deporte de la lentitud. Los cron¨®metros no paran de quemar cent¨¦simas y los podios y los oros se deciden en un chapoteo fugaz. Pero las pruebas que se celebraron este domingo en la primera sesi¨®n de finales del Mundial de Gwangju se vienen procesando desde hace a?os, ciclos enteros de calculada preparaci¨®n sobre la base del desarrollo fisiol¨®gico de los nadadores, atentamente monitorizados por equipos de expertos que lo tienen todo m¨¢s o menos previsto desde hace mucho tiempo. Pocos nadadores a lo largo del ¨²ltimo siglo han recibido m¨¢s atenci¨®n que la prodigiosa Katie Ledecky, la mujer m¨¢s dominante de la historia de este deporte, campeona ol¨ªmpica en 2012 con 15 a?os, oro en los Juegos de Rio en 200, 400 y 800 metros libres; 14 veces r¨¦cord mundial; y desde 2013 invicta en 400, 800 y 1.500, todo lo cual constituye un tremendo mensaje disuasorio para el universo de sus retadoras. Cuidado. Se enfrentan a un imperio.
Ariarne Titmus en la calle cinco no se dej¨® intimidar por la leyenda de Washington en la calle cuatro. Tiene 18 a?os y viene de un pueblo remoto, de Laurceston, en el litoral septentrional de la isla de Tasmania. Sus referencias del gran mundo de la nataci¨®n eran igual de remotas. No pareci¨® pendiente de Ledecky cuando se subi¨® al poyete de la final de 400 libre y se tir¨® a la piscina sin complejos. Hizo los primeros 50 al ritmo del r¨¦cord mundial que consigui¨® Ledecky en Rio (27,52 segundos) y meti¨® a la gran campeona en un territorio desconocido. Desde hac¨ªa siete a?os se hab¨ªa acostumbrado a nadar sola en aguas tranquilas, absolutamente desenganchada de los pelotones. Ahora la desafiaban y el poder intimidatorio se volv¨ªa en su contra: Titmus, como todos los j¨®venes que empiezan algo nuevo, tienen el tiempo ¡ªdios del cron¨®metro¡ª a favor.
Fue lo natural y fue chocante a la vez. El reguero de r¨¦cords mundiales establecidos por Ledecky parec¨ªa tan inasequible como ella misma en las distancias medias. La estadounidense, que ostenta la plusmarca de 400 con los 3m 56,46s de Rio, lleg¨® a Corea del Sur con la mejor marca de la temporada (3m 59,28s). Solo la amenazaba Titmus, que convalid¨® las pruebas de selecci¨®n australianas en junio con 3m 59,35s. ?nicamente tres nadadoras a lo largo de la historia han bajado de cuatro minutos: Ledecky, Federica Pellegrini y Titmus.
La brecha insuficiente
Entrenada por Greg Meehan en la piscina de la Universidad de Stanford, en donde estudia psicolog¨ªa, Ledecky es un mito del deporte ol¨ªmpico y universitario. Con solo 22 a?os est¨¢ de vuelta de su viaje a la gloria. Se ha hecho profesional y en su af¨¢n de ganar potencia no deja de desarrollar una voluminosa musculatura. Due?a de los 13 mejores tiempos de la historia en 400 no debi¨® imaginar que Titmus llegar¨ªa al viraje del 100 por delante. Alarmada ante la amenaza, Ledecky cambi¨® el plan. Acostumbrada a valerse de su deslizamiento ¨²nico tirando de brazos y reservar las piernas para el ¨²ltimo 100, bati¨® pies antes de lo previsto.
El aumento del ritmo de patada es un turbo que emplea para dar el ¨²ltimo toque, pero el perfil de la australiana la forz¨® a alterar la t¨¢ctica. Titmus es c¨¦lebre por la velocidad que es capaz de desarrollar, impropia de una fondista. Ledecky supo que no podr¨ªa imponerse sin abrir una brecha insalvable antes de los 300 metros. Gan¨® distancia en el pen¨²ltimo largo: toc¨® la pared en 3m 28,63s seguida de su perseguidora a 3m 29,25s. Pero no fue suficiente.
Ledecky comprendi¨® que el desenlace ser¨ªa tr¨¢gico tras el viraje. Cuando Titmus la sobrepas¨® al cabo de 20 metros de furor, camino de la ¨²ltima pared, dio la impresi¨®n de dejarse arrastrar por el reflujo. Titmus fue un cicl¨®n. Hizo el ¨²ltimo largo en 29,51s. Ledecky se rindi¨® en 31,34s.
Titmus conquist¨® el oro en 3m 58,76s. Ledecky se qued¨® en 3m 59,97s. Juntas compusieron una obra grandiosa. Ledecky la concluy¨® agarrada al muro. Fundida. Escondiendo la cara, la mirada tapada con las gafas espejadas, el ba?ador negro de riguroso luto, dio la impresi¨®n de ser testigo del funeral de sus mejores d¨ªas.
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