Warholm gana, pero se queda lejos del r¨¦cord de los 400m vallas
El estadio se convierte en una peque?a ?frica en las gradas y en las pistas, con triunfos de Edris, Chepkoech y Nakaayi, y brilla la adolescente ucraniana Yaroslava Mahuchikh
No, Karsten Warholm no bati¨® el r¨¦cord del mundo. Tampoco descendi¨® de los 47s en la final de todas las finales, la de los 400m vallas, que gan¨® (4742s), como hab¨ªa ganado la final del Mundial de Londres hace dos a?os. La plata fue para el norteamericano Rai Benjamin (47,66s) y el bronce para el qatar¨ª Abderram¨¢n Samba (48,03s). Ninguno de los tres estuvo a la altura de las esperanzas que hab¨ªan despertado. Solo cuatro atletas en la historia han descendido de 47s en la prueba de las 10 vallas y las 13 zancadas entre cada una. Tres son ellos, tres j¨®venes con todo el atletismo por delante. El cuarto es Kevin Young, el norteamericano que bati¨® el r¨¦cord del mundo (46,78s) en Barcelona 92 y que, 27 a?os m¨¢s tarde, a¨²n sigue esperando, deseando, que alguien se lo quite. Todos re¨²nen las condiciones, pero ninguno sabe c¨®mo hacerlo.
El m¨¢s dotado es Warholm, el noruego de 23 a?os entrenado por el veterano t¨¦cnico Leif Olav Alnes, cuyo lema, ¡°la codicia es buena¡±, extra¨ªdo de la pel¨ªcula Wall Street, no puede ser m¨¢s contrario al esp¨ªritu de la prueba que reclama tanto ritmo como velocidad. ¡°El factor clave reside en la capacidad del vallista para controlar la velocidad¡±, recomienda a los chavales Young, quien bati¨® el r¨¦cord de Edwin Moses a los 25 a?os. ¡°T¨¦cnicamente se llama velocidad mantenida. Yo s¨¦ por experiencia que, pasados 200m, el cuerpo te pide velocidad, que aceleres. Si lo haces, est¨¢s muerto. La ¨²ltima valla acabar¨¢ contigo¡±. Justo eso es lo que hace Warholm, que sale a comerse el mundo, y ya no es el Warholm de las semifinales, el que corr¨ªa tan fluido y suave que parec¨ªa que ni hab¨ªa vallas en su pasillo. ¡°Me dol¨ªa el pecho¡±, dijo el noruego para explicar una marca que no se esperaba y que le hizo torcer el gesto cuando al cruzar la meta lanz¨® r¨¢pido la mirada hacia el marcador a su izquierda. Hab¨ªa llegado a la primera valla en 5,5s. El 200m lo pas¨® en 21,4s, y all¨ª aceler¨® para hacer la curva del 300m en 12,2s (paso en 33,6s). En el ¨²ltimo 100m, agotado, debi¨® gastar 13,8s.,
?Pasi¨®n africana
A las cuatro de la tarde, centenares de personas esperan tumbadas en las zonas de c¨¦sped que rodean el estadio, tranquilos bajo el sol que arde. Esperan que el capataz les d¨¦ las entradas para el atletismo y una recompensa. Son trabajadores africanos, kenianos, et¨ªopes, ugandeses, a los que les han dado la tarde libre en la obra para que vayan a llenar el estadio de pasi¨®n y de vida. Y cuando lo hacen, lo hacen a la perfecci¨®n, tan profesionalmente como ponen ladrillos o ensamblan cofres para el hormig¨®n y las ferrallas de los rascacielos, pero no lo hacen ni silenciosos ni sumisos, sino orgullosos y radiantes. Ante ellos se desarrolla una gran tarde de atletismo.
Ingebrigtsen, quinto en los 5.000m
El estadio Khalifa de Doha se llena de ?frica en las gradas, y en la pista los atletas africanos les agradecen alegr¨ªa, gritos, c¨¢nticos y banderas con victorias y grandes marcas. Alguna victoria no sorprende, como la de Muktar Edris, el que frustr¨® la perfecta racha de Mo Farah imponi¨¦ndose en Londres en 2017, quien lidera el doblete et¨ªope en los 5.000m por delante de Selemon Barega, y lo hace con una gran marca de 12m 58,85s, la tercera mejor de los Mundiales: con ¨¦l se vuelve a los terrenos de debajo de los 13m que un Mundial no pisaba desde que Eliud Kipchoge derrot¨® a El Guerruj y a Bekele en Par¨ªs 2003. La gran esperanza europea, el chaval noruego Jakob Ingebrigtsen, debi¨® lanzarse en plancha, m¨¢s agotado que nada, para terminar la carrera, quinto (13m 2,93s).
Tampoco extra?a para nada la exhibici¨®n de la keniana Beatrice Chepkoech, que tiene una cuenta pendiente con una final mundial, y con la norteamericana Emma Coburn, y se la cobra con creces. En Londres se equivoc¨® en una vuelta de que ten¨ªa que atajar en una curva para saltar la r¨ªa pero se dio cuenta a tiempo. Dio marcha atr¨¢s y salt¨®, y sigui¨® aunque hab¨ªa perdido 50 metros, desventaja que creci¨® cuando se tropez¨® y se cay¨® ante un obst¨¢culo. Pese a todo volvi¨® y pele¨® para terminar cuarta. Gan¨® Coburn, la misma que observa desde lejos en Doha como Chepkoech se escapa r¨¢pido y corre sola, con las rivales distanciadas, y gana con esplendor y hasta bajando de los nueve minutos bate el r¨¦cord de los campeonatos (8m 57,84s), cinco segundos menos que Coburn, a quien la mejor marca de su vida solo le vale para ser segunda.
Nakaayi y el orgullo de Semenya
Una victoria sorprende y despierta tanta alegr¨ªa en las gradas y entre los aficionados que entienden m¨¢s all¨¢ de las banderas como en la propia ganadora, la ugandesa Halimah Nakaayi, diminuta y brava ganadora de los 800m (1m 58,04s), que baila feliz una Chiganda (una danza t¨ªpica del centro de Uganda) acompa?ada de su compatriota Winnie Nanyodo (cuarta), y las banderas de sus compatriotas en los asientos se agitan, y celebra su victoria, que significa que el oro de la prueba sigue siendo africano pese a que las reglas de la IAAF contra la hiperandrogenia (excesiva producci¨®n de testosterona) que ha dejado fuera de combate a las mejores, Semenya, de Sur¨¢frica; Niyonsaba, de Burundi, y Wambui, de Kenia, el podio de R¨ªo. Tambi¨¦n es la victoria del coraje de una atleta que en la semifinal se abri¨® paso con brazos y dientes entre atletas que le sacaban una cabeza y que la manten¨ªan encerrada en su calle interior. Y lo baila sobre unas Nike at¨®micas ¨²ltimo modelo, blancas, con una c¨¢mara de aire sobre la suela y la placa de carbono que hace de muelle, a la vista. En la final, ninguna de las dos favoritas, las norteamericanas Aje Wilson y Raevyn Rogers, supieron c¨®mo combatirla. Quedaron segunda y tercera, respectivamente.
2,04m a los 18 a?os
La revelaci¨®n de la noche no fue africana, pero a las gradas no les import¨®, ya se hab¨ªan ido sus ocupantes terminadas sus carreras. La protagoniz¨® una ucraniana de 18 a?os y 11 d¨ªas llamada Yaroslava Mahuchikh, quien no gan¨® pese a saltar 2,04m, r¨¦cord mundial sub 20, una marca magn¨ªfica que le vali¨® solo la plata porque el oro se lo llev¨® la gran favorita, la rusa Mariya Lasitskene, el tercer oro mundial de una saltadora que, como en Londres hace dos a?os, no tendr¨¢ derecho a escuchar su himno desde el podio por el castigo que no se le levanta al atletismo ruso y sus dopajes. La plata de la adolescente Mahuchikh, un talento de 1m 81 y 55 kilos que ya ha sido campeona juvenil del mundo y Europa llamado a cavar con el viejo r¨¦cord de Stefka Kostadinova (2,09m), y el bronce y el cuarto puesto de la norteamericana Vashti Cunningham y la tambi¨¦n ucraniana Yuliya Levchenko (ambas 2m, ambas 21 a?os) anuncian que el salto de altura ha iniciado una nueva de edad de oro para reemplazar con fuerza a la generaci¨®n de Blanka Vlasic y Ruth Beitia. ¡°Me ha sorprendido con qu¨¦ madurez y fortaleza ha saltado Yaroslava¡±, dijo Lasitskene, quien suspir¨® cuando la ucraniana, despu¨¦s de saltar 2,04m, renunci¨® a seguir sobre 2,06m, rindi¨¦ndole ya el oro. Lasitskene pidi¨® entonces 2,08m, una altura con la que no pudo. ¡°Estaba cansada de verdad¡±, dijo la ucraniana de trenzas en diadema sobre la cabeza. ¡°
Y tan bien iba la noche, tanto se hab¨ªa calentado el ambiente y tanto hab¨ªa crecido la excitaci¨®n que nadie en el estadio dudaba de que la final de los 400m vallas acabar¨ªa convertida en la madre de todas las finales. Pero cuando Warholm decepcion¨® ya no estaba ?frica para apreciarlo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.