El f¨²tbol en el fin del mundo
La pasi¨®n por el bal¨®n en la Costa da Morte gallega se divide entre la tierra y la televisi¨®n, entre los campos colgados en el mar y las retransmisiones del D¨¦por, entre el entusiasmo por la singular Liga da Costa y los encuentros en el bar
Resulta dif¨ªcil creer que el mar no se trague la mayor¨ªa de los balones despejados por los defensas en A Arli?a, el campo del Club de F¨²tbol Mux¨ªa. ¡°Home, te?en que ser moi burros¡±, dice Noya Su¨¢rez, directivo todoterreno del equipo, mientras ense?a, detr¨¢s de la ¨²nica tribuna de la cancha, las rocas hasta donde llegan las olas del oc¨¦ano. La marea hoy est¨¢ baja. El del Mux¨ªa es uno de los estadios m¨¢s cercanos al mar de la Costa da Morte, una zona que ha engullido casi un millar de barcos, maltratada por tragedias como la del petrolero Prestige, donde el f¨²tbol se vive de forma singular. Los aficionados combinan la pasi¨®n por la competici¨®n local, la Liga da Costa, con el seguimiento del RC Deportivo o del RC Celta. Aunque eso obligue a salir disparados del bar donde se concentran a ver los partidos de LaLiga Santander y LaLiga SmartBank para llegar a tiempo al campo bajo una cortina de agua. ¡°Esta es la Galicia profunda¡±, explica Su¨¢rez. Pero hasta all¨ª tambi¨¦n han llegado los planes de expansi¨®n de fibra de Movistar para que, entre otras cosas, el f¨²tbol de las estrellas pueda vivirse con la misma intensidad que el f¨²tbol de la tierra.
La punta noroeste de la Pen¨ªnsula se ha fabricado sus propios ¨ªdolos, como Manuel Oliveira G¨®mez (A Coru?a, 1942), a quien en cada recoveco de la Costa conocen como Manol¨ªn. ¡°?Da Morte? Esta tiene que ser la costa de la vida¡±, asegura este poeta, exjugador y exentrenador de varios de los equipos de la zona, la persona m¨¢s laureada del f¨²tbol del fin del mundo. Manol¨ªn, que ejerc¨ªa de buzo profesional, escap¨® de la muerte en el mar. Aquello ocurri¨® lejos de su costa, en Vigo, donde un cartucho de dinamita que estaba colocando para demoler una torre de balizas cercana al faro le vol¨® medio brazo. Ten¨ªa 30 a?os y le llev¨® dos recuperarse. Desde entonces, ha entrenado a 13 equipos de la zona y ha ganado nueve Copas da Costa, la competici¨®n que une a los equipos de distintas categor¨ªas: preferente, primera, segunda y tercera regional. En la cafeter¨ªa Pazo, de Corcubi¨®n, el pueblo que eligi¨® para vivir y donde tambi¨¦n fue campe¨®n, todos lo saludan.
La otra competici¨®n de la regi¨®n es la Liga da Costa, creada en 1963, y que hoy es la segunda divisi¨®n regional de Galicia. ¡°Por ella pasaron, en cincuenta a?os, setenta equipos¡±, aseguran en un bar del municipio de Baio, cuyo club ya estaba entre los ocho fundadores, Xos¨¦ Mar¨ªa Lema y su sobrino Xos¨¦ Mar¨ªa Rei Lema, autores del libro 50 anos da historia do f¨²tbol da costa, una verdadera enciclopedia de los equipos de estos pagos. ¡°El Cee y el Fisterra eran los mejores en los primeros a?os. Se disputaban el campeonato como el Madrid y el Bar?a¡±, dicen los Lema.
En Fisterra, la Finis Terrae de los romanos, que decidieron que aquel era el final del mundo que conoc¨ªan, se asienta el que posiblemente sea el club m¨¢s popular del f¨²tbol de la Costa. Juega en el Ara Solis (el altar del sol), otro homenaje a la cultura romana, un campo ubicado a pocos metros del mar, flanqueado, en un lado, por tribuna repleta los d¨ªas de partido, y por el otro, por una colina de pinos gallegos, el ¨¢rbol aut¨®ctono de la comunidad. Hace cinco temporadas, Gabriel Riveiro L¨®pez Bebeto y otros fieles aficionados del equipo viajaron a Zas, otro pueblo, para animar en uno de los partidos que encaminar¨ªa al Fisterra a ganar la Liga da Costa despu¨¦s de casi 20 a?os. ¡°Fuimos con instrumentos de percusi¨®n¡±, recuerda Bebeto. ¡°Aqu¨ª en Carnaval hay muchas comparsas y es normal que se formen bandas. Desde ese d¨ªa comenzamos un movimiento social y cultural que ha logrado unir a los 4.000 habitantes de Fisterra¡±.
Un movimiento, basado en el juego limpio y en los valores positivos del deporte, que denominaron Asociaci¨®n Cultural y Deportiva Rapacoll¨®ns Big Band y que ahora llena el campo cada fin de semana. Antes, claro, se re¨²nen en el bar del pueblo a ver al D¨¦por, aunque los horarios a veces lo hacen complicado. El pasado fin de semana llegaron justitos al comienzo del partido porque intentaron apurar la retransmisi¨®n del encuentro del D¨¦por y el M¨¢laga CF, que siguieron en el bar del pueblo a trav¨¦s de Movistar+. Los Lema, los hombres que m¨¢s saben de este f¨²tbol, explican el fen¨®meno: ¡°Antes ven¨ªan al campo much¨ªsimas personas. Casi todos. No hab¨ªa televisi¨®n y no ten¨ªa tanta importancia la m¨¢xima categor¨ªa. Era la diversi¨®n del fin de semana jugar contra el equipo del pueblo de al lado. Era lo m¨¢ximo¡±. Con la llegada del ADSL primero y luego de la fibra ¨®ptica, las costumbres han cambiado y los aficionados de Fisterra se las ingenian para seguir yendo al campo y seguir al D¨¦por por televisi¨®n.
La mezcla del mar, el pinar y la comparsa ha enamorado a m¨¢s de uno. El caso del alem¨¢n Steffen A. Pfeiffer lleg¨® hasta las p¨¢ginas de La Voz de Galicia. Pfeiffer vive en Fisterra desde hace un a?o y se ha convertido en un fan del equipo. Cuando el equipo ascendi¨® a Preferente complet¨® un marat¨®n de 900 kil¨®metros y ahora ha pintado un mural con im¨¢genes de la haza?a. Peregrinos y turistas comienzan a combinarse con gente de toda la vida del club, como Marcial Sar Dom¨ªnguez, pescador y exjugador del conjunto verdiblanco, ¡°en la ¨¦poca en la que con las botas puestas todos salt¨¢bamos del barco a entrenar¡±.
La relaci¨®n entre el f¨²tbol y el mar es cada vez m¨¢s difusa. ¡°La pesca ya no atrae a tantos j¨®venes. Ahora se van m¨¢s a la universidad¡±, explica Sar, que zarpa todas las madrugadas a las tres y regresa a las cuatro de la tarde. ?D¨®nde va? ¡°Eso no se lo cuento a nadie. ?O crees que te voy a decir de d¨®nde saco el pescado para que lo tomes t¨²?¡±. La rivalidad entre los pueblos fue disminuyendo a medida que fue bajando tambi¨¦n la pesca. Antes, por ejemplo, Mux¨ªa y Camari?as se disputaban las zonas mar¨ªtimas. Esa lucha se trasladaba de las redes del mar a las de las porter¨ªas de f¨²tbol. Guerras en el barro.
Marcos Mouro, de 19 a?os, se mud¨® a Santiago de Compostela para estudiar periodismo, pero acude cada noche a entrenar con su equipo, el Xallas. Mouro pas¨® por varios equipos de la regi¨®n e incluso logr¨® pasar una prueba con el D¨¦por, pero no se atrevi¨® a mudarse a A Coru?a y su madre no pod¨ªa hacer todos los d¨ªas la hora de viaje desde Santa Comba. Su padre falleci¨® hace ocho a?os por un c¨¢ncer de est¨®mago y gracias al f¨²tbol de la Costa tiene un ingreso extra para pagarse el piso en Santiago y hacer lo que le gusta. Con su amigo Alberto Loureiro, inseparables desde los tres a?os, forman la dupla central del Xallas.
A Mux¨ªa, al campo que cuelga de las rocas al mar, llegaron el pasado fin de semana los infantiles del Cerqueda para enfrentarse al equipo local. Entre ellos, hab¨ªa una ¨²nica chica en el campo, la capitana del Cerqueda, Paula Veiga, que defendi¨® todo el partido, con u?as y dientes, su posici¨®n de centrodelantera frente a los centrales que le sacaban m¨¢s de 20 cent¨ªmetros de altura. Termin¨® marcando el gol de la victoria visitante por 3-4. Su padre Francisco Veiga se pasa el fin de semana llev¨¢ndola a jugar por la Costa da Morte cuando logra compaginar la tarea con su trabajo, encargado de seguridad de un barco pesquero. Paula espera a que el ¨¢rbitro salga del vestuario para tener un sitio donde ducharse. A¨²n no hay categor¨ªas tan j¨®venes para las ni?as y por eso pueden competir en equipos de chicos. Hasta cadetes podr¨¢ hacerlo. Luego deber¨¢ buscar un club donde s¨ª haya plantilla femenina.
Es s¨¢bado de f¨²tbol juvenil en Mux¨ªa y hay al menos 50 personas en el campo. Los directivos sortean una camiseta del D¨¦por para recaudar algo. Nadie cobra y a nadie se le paga. Suele haber elecciones, pero al haber tan poca gente dispuesta a asumir el reto asume la direcci¨®n quien se lo proponga. ?lvaro Rodr¨ªguez, due?o de uno de los restaurantes del pueblo, especializado en pulpo, es el expresidente. Rodr¨ªguez destaca la funci¨®n social que ha cumplido el club a lo largo de su historia para ayudar a los m¨¢s j¨®venes a tener una vida sana. ¡°Ver a una panda de j¨®venes de 30 a?os, todos juntos, disfrutando de una buena cena, no tiene precio¡±, dice. Tipos como Noya Su¨¢rez uno de los directivos que m¨¢s a?os lleva en el equipo, lo hacen posible. El Mux¨ªa cuenta con cerca de 100 ni?os entre sus filas en un pueblo de 4.000 personas.
Entre los campos de ma¨ªz que abrigan las carreteras que unen todos estos pueblos, se levantan h¨®rreos de piedra con una cruz de un lado y un pico pagano del otro. ¡°No somos ni de arriba ni de abajo¡±, explica alguien en un bar. Los Lema son ac¨¦rrimos seguidores del Baio, equipo fundador de la Liga da Costa cuyo escudo es un farolillo rojo ¡°porque al principio siempre quedaban ¨²ltimos¡±, bromean mientras contemplan en el bar el Deportivo Alav¨¦s-Celta en la televisi¨®n. ¡°Es como en el libro Historia do futbol galego de Carlos Freire. Como est¨¢ ordenado alfab¨¦ticamente, la Liga da Costa est¨¢ entre la Champions y LaLiga. ?Ojo! Hemos tenido hasta nuestros cromos¡±. Una tierra fecunda de historias.
Manol¨ªn, el ¨ªdolo de la Costa, tiene ya 77 a?os. M¨¢s que morirse, dice, le da miedo desaparecer. No saber hacia d¨®nde ir¨¢ su cuerpo. Tal vez por eso, para permanecer, escriba poemas desde los 14 a?os, como aquel en el que simulaba una carta a su madre lament¨¢ndose por la desaparici¨®n del antiguo campo del UC Cee, club en el que lo gan¨® todo. Lo lee en voz alta: ¡°?Es nostalgia, son recuerdos, dolor en el alma!¡±. Y llora. As¨ª se vive el f¨²tbol en el fin del mundo.