El cholismo, cuando jugar bien no es una traici¨®n
Desde algunos sectores al Atl¨¦tico se le reclama un juego m¨¢s atractivo, pero el pragmatismo es firme: el resultado es Dios
Velocidad m¨¢xima y velocidad justa. Lo m¨¢s destacado por aficionados y comentaristas en el Madrid-PSG fue la velocidad. El Madrid jug¨® a ¡°gran velocidad¡±, repet¨ªa el personal con admiraci¨®n, asociando velocidad con excelencia. Pero si el equipo deslumbr¨® durante largas fases del partido no fue porque jugara a toda velocidad, sino a todas las velocidades, que es muy distinto. En corto y en largo, en horizontal y en vertical, al pie y al espacio, siempre con alta precisi¨®n y buen criterio. Un juego limpio como si el bal¨®n recorriera el campo en una cinta transportadora. Muchas veces frenando el ritmo, como cuando Marcelo, Hazard y Benzema se encontraban en el sector izquierdo y mataban el tiempo pas¨¢ndose el bal¨®n como si esperaran a alguien. Otras veces acelerando, porque cerca del ¨¢rea las jugadas son ventanas que se abren y se cierran en d¨¦cimas de segundo. Ese es el gran f¨²tbol, el que alterna la serenidad con la tormenta.
El desconcertante buen juego. El cholismo es una filosof¨ªa con un cuerpo s¨®lido, inamovible, claro y que se resume as¨ª: el resultado es Dios. Desde algunos sectores se le reclama un juego m¨¢s atractivo, pero el pragmatismo es firme en sus postulados y no hace concesiones. Al fin y al cabo, el resultado es irrebatible y el juego opinable. Pero para acentuar el desconcierto, y por la raz¨®n que sea, en los dos ¨²ltimos partidos (Granada y Juve) el Atl¨¦tico jug¨® a muy buen nivel, seguramente el mejor de la temporada, y no logr¨® ganar. Seguro que la culpa no fue del buen juego. Tambi¨¦n en el Madrid-PSG el resultado fue huidizo, pero los aficionados se fueron encantados con lo que vieron y los jugadores con lo que hicieron. Si se mantiene el nivel, pensaban, el resultado les terminar¨¢ premiando. Conclusi¨®n que tambi¨¦n sirve para el cholismo, porque jugar bien nunca puede ser una traici¨®n filos¨®fica.
Messi como coartada. Hasta hace no mucho, el Bar?a fue un equipo deslumbrante con un genio dentro. El tiempo fue mejorando al genio y empeorando al equipo. Lo que hace Messi impacta en el resultado y los n¨²meros ayudan a disimular la decadencia colectiva. Leo es hipn¨®tico y 700 partidos despu¨¦s lo sabe todo sobre su bendito oficio. Es un ingeniero agr¨®nomo pisando cada zona del terreno de juego, tiene la visi¨®n de un astronauta cuando levanta la cabeza, desarma y arma el bal¨®n como si fuera un cubo de Rubik cada vez que lo toca¡ Ir al campo para ver jugar a Messi es un planazo. Pero o el equipo cambia de ritmo y recupera su vieja armon¨ªa o se va a estrellar en el mismo muro que en los a?os anteriores. Porque ya estamos cansados de comprobar que un solo hombre no alcanza para detener una cat¨¢strofe.
Hacer lo que se debe. El Madrid jugaba en Suiza un partido de Champions de la primera fase. Desde la tribuna yo disfrutaba de un resultado c¨®modo. De pronto hubo una pelota dividida y Xabi Alonso fue a disputarla de una manera temeraria para su propia rodilla. Sali¨® del lance maltrecho y dejando en el aire una preocupaci¨®n inevitable. Ya en el vestuario y pasado el susto, le pregunt¨¦ si era necesario meter la pierna en una trituradora con el partido decidido. Su respuesta fue de una profesionalidad brutal: ¡°Cuando la jugada pide meter la pierna, yo meto la pierna¡±. La espontaneidad casi infantil, esa falta total de especulaci¨®n, es un rasgo tan admirable de Xabi que a¨²n me doy verg¨¹enza rememorando aquel di¨¢logo. Esta semana fue noticia por haber sido absuelto de un presunto delito fiscal despu¨¦s de litigar largamente con Hacienda. Supongo que ha sido porque cuando la vida pide meter la pierna, ¨¦l sigue metiendo la pierna.
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