Martin Peters y la irrupci¨®n del 4-4-2
Era un centrocampista con un ojo cl¨ªnico para alcanzar el ¨¢rea y sorprender a las defensas rivales, cualidad muy infrecuente en el herm¨¦tico f¨²tbol ingl¨¦s de aquellos d¨ªas
Entre las peque?as revoluciones del f¨²tbol, el sistema 4-4-2 es una que se mantiene vigente. El entrenador que la convirti¨® en moda fue Alf Ramsey, t¨¦cnico de la selecci¨®n inglesa que gan¨® el Mundial de 1966. ?xitos de esa naturaleza tienen inmediatas consecuencias. La m¨¢s relevante fue el papel declinante de los extremos, regresi¨®n que molest¨® especialmente en Inglaterra, el pa¨ªs de Stanley Matthews. Un futbolista alto, flaco y listo se arrog¨® el papel de hereje en aquella final de Wembley. Se llamaba Martin Peters, ten¨ªa 21 a?os y marc¨® el segundo gol del encuentro. Peters muri¨® el s¨¢bado, aquejado de Alzheimer.
Jugadores como Peters significaban una aberraci¨®n para los puristas. Su principal cualidad era la sencillez y la astucia. Era un centrocampista con un ojo cl¨ªnico para alcanzar el ¨¢rea y sorprender a las defensas rivales, cualidad muy infrecuente en el herm¨¦tico f¨²tbol ingl¨¦s de aquellos d¨ªas. No tard¨® en ganarse un apodo para la eternidad: The ghost (El fantasma), adscrito a su sorprendente invisibilidad en el ¨¢rea. Su papel como usurpador de la figura del extremo fue tolerada a rega?adientes. Sin embargo, otros le ve¨ªan como el futbolista futuro. Alf Ramsey, el t¨¦cnico que apost¨® por ¨¦l, dej¨® una frase para la historia: ¡°Martin Peters se ha anticipado diez a?os al f¨²tbol¡±.
La innovaci¨®n se concret¨® en un Mundial que la selecci¨®n inglesa comenz¨® con m¨¢s dudas que certezas. John Connolly, extremo del Manchester United, fue titular en el primer partido. En los siguientes encuentros le sucedieron dos extremos, Terry Paine (Southampton) y Callaghan (Liverpool). Ramsey no estaba convencido del rendimiento del equipo, pero s¨ª de la importancia de Peters, que debut¨® en el tercer partido del Mundial, contra Francia. Una leve lesi¨®n del industrioso Allan Ball permiti¨® su aparici¨®n en el equipo. Nadie le sac¨® de all¨ª.
Hijo de un gabarrero del T¨¢mesis, Martin Peters estaba lejos de la idea que se tiene del jugador ingl¨¦s. Era fino, elegante y nada ruidoso en el campo. Junto a Bobby Moore, capit¨¢n de la selecci¨®n, y Geoffrey Hurst, autor de tres goles en la final contra Alemania, formaba parte de la gran trinidad del mejor West Ham de la historia. Como tantos otros jugadores altos, flacos y huesudos, Mart¨ªn Peters desminti¨® durante toda su carrera que no estuviera preparado para los barrizales ingleses. Como le suced¨ªa a Sarabia en el Athletic, Peters se deslizaba sobre el lodo como un pajarito.
Lo que no se entend¨ªa es la raz¨®n por la que Alf Ramsey colocaba en la izquierda del centro del campo a un jugador diestro, m¨¢s dotado para el pase que para la habilidad con el bal¨®n, sin regate. El t¨¦cnico ten¨ªa tres razones de peso: 1) con Allan Ball, Peters, Bobby Charlton y Nobby Stiles superaban en n¨²mero a sus adversarios, todav¨ªa enganchados al 4-2-4. 2) Peters conoc¨ªa muy bien el juego, era un centrocampista por naturaleza. 3) Su olfato para sorprender en el ¨¢rea rival era un arma temible.
Inglaterra gan¨® aquella final, impuso su t¨¢ctica y comenz¨® a relegar a los extremos. Mientras tanto, los holandeses del Ajax decidieron resistirse a la moda. Pero ¨¦sa es otra historia. La de Peters fue la de un excelente jugador que pas¨® del West Ham al Tottenham y finalmente al Norwich. El f¨²tbol no le garantiz¨® la solvencia econ¨®mica. Como varios de sus compa?eros, vendi¨® su medalla de campe¨®n para obtener dinero. No fue la primera vez. En la v¨ªspera de la final de la Copa del Mundo vendi¨® las dos entradas VIP que le correspond¨ªan, y que pensaba regalar a sus padres, a Stan Flashman, el rey de los reventas londinenses. Los padres vieron la final por televisi¨®n. Martin Peters dec¨ªa que ese recuerdo le hab¨ªa torturado toda la vida.
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