El f¨²tbol, algo importante, algo secundario
M¨¢s temprano que tarde, los hinchas estaremos dispuestos a volvernos locos otra vez: los goles llegar¨¢n
Yo tambi¨¦n cre¨ªa que el f¨²tbol era lo m¨¢s importante entre las cosas menos importantes de la vida, esas sin las que cualquiera puede sobrevivir pero en un mundo distinto, tan gris, que ni siquiera nos apetece imaginarlo. Sucedi¨® entonces que recib¨ª una llamada que lo cambi¨® todo, al menos durante un tiempo: un cami¨®n de grandes dimensiones, cargado de madera y cegado por las prisas y la niebla, hab¨ªa arrollado el coche en el que viajaba Pablo, mi mejor amigo, casi mi hermano. Despu¨¦s de mucho discutir posibilidades, ¨¦l se hab¨ªa decidido por el concierto que Los Chikos del Ma¨ªz ofrec¨ªan en Santiago de Compostela y yo prefer¨ª quedarme en casa, obsesionado con el regreso del Bayern M¨²nich a la competici¨®n oficial tras el par¨®n de invierno. Recuerdo que acababa de marcar Lewandowski cuando el tel¨¦fono empez¨® a sonar con aquel dramatismo un tanto sospechoso. Y poco m¨¢s: ni el estadio, ni el rival, ni el resultado final... Nada.
El f¨²tbol se convirti¨®, entonces, en algo tan secundario que no volv¨ª a tomar conciencia de su importancia hasta meses m¨¢s tarde, una ma?ana que fui a visitar a Pablo al hospital. ?l segu¨ªa en coma, cada vez m¨¢s apagado, pero a m¨ª casi se me para el coraz¨®n cuando entr¨¦ en la habitaci¨®n y vi a Sergio Ramos en la pantalla del televisor, besando con profusi¨®n aquel trofeo conquistado la noche anterior en Mil¨¢n. ¡°?Apagad eso!¡±, le grit¨¦ a su novia y a su madre. ¡°?Quer¨¦is matarlo o qu¨¦ carallo os pasa?¡±. Aquella fue una reacci¨®n instintiva, tan irracional como el odio que Pablo profesaba al Madrid desde ni?o, que fue cuando empezamos a copiarnos casi todas las pasiones. Se muri¨® poco despu¨¦s. Los m¨¦dicos dijeron que durante el tiempo que pas¨® postrado en aquella cama no fue consciente de nada pero a m¨ª nadie me quita de la cabeza que aquella imagen, la del sevillano con la copa, tampoco ayud¨®.
Esa sensaci¨®n de inapetencia que algunos aficionados han sentido por primera vez esta semana, tambi¨¦n pasar¨¢. Es l¨®gico que, ante la amenaza mortal de la pandemia, situemos al f¨²tbol en el plano secundario que actualmente se merece. Lo principal, cuando el bal¨®n empiece a rodar de nuevo, es que a su alrededor nos demos cita cuantos m¨¢s mejor, porque el f¨²tbol no sirve de nada sin el calor que nos proporciona la comunidad. Esta misma tarde, comentaba con el periodista Fernando Palomo la posibilidad de dedicar este art¨ªculo a la figura de Jorge Gonz¨¢lez pero su argumento en contra me pareci¨® demoledor: ¡°El ¡®M¨¢gico¡¯ es tan bueno que no le gustar¨ªa robarle atenci¨®n a la pandemia. Preferir¨ªa que hablaran del virus que no de ¨¦l¡±. Y aqu¨ª estamos, con esa idea en la cabeza, intentando convencernos de que el f¨²tbol necesita de nosotros mucho m¨¢s que nosotros de ¨¦l y que ya habr¨¢ tiempo de reparar las viejas lealtades.
Reconforta sentirse rodeado de cuerdos en una situaci¨®n tan compleja pero sin perder de vista que, m¨¢s temprano que tarde, los hinchas estaremos dispuestos a volvernos locos otra vez: los goles llegar¨¢n y, si hacemos caso de las recomendaciones, ah¨ª estar¨¢n tambi¨¦n las voces.
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