Don Vicente
Del Bosque tiene que soportar el raca-raca de quienes improvisan juicios sumar¨ªsimos para decidir qui¨¦n es un buen o mal espa?ol
A Vicente del Bosque lo echaron del Madrid en pleno ciclo ganador y en su lugar pusieron a un entrenador de ojos azules al que le sentaban mejor los trajes. En el plano est¨¦tico, al menos, aquello funcion¨® razonablemente bien. Carlos Queiroz era un poco como Don Draper, cuando los espa?oles todav¨ªa no imagin¨¢bamos una serie como Mad Men, mientras que el salmantino representaba fielmente a ese grupo de compradores estigmatizados que entran en las tiendas de las grandes marcas y son tratados con cierta condescendencia. ¡°Aqu¨ª vendemos trajes, no milagros¡±, le espet¨® un dependiente con formas de maniqu¨ª a un buen amigo m¨ªo en una ocasi¨®n. Lo cierto es que en Chamart¨ªn se impuso la obviedad y el portugu¨¦s sali¨® trasquilado de su primera temporada. Con un outfit impecable, eso s¨ª, pero con la misma ausencia de elegancia por parte del club que un a?o antes, cuando decidieron desprenderse del lastre ornamental que, al parecer, supon¨ªa Don Vicente.
Del Bosque fue el encargado de inaugurar la blaugranizaci¨®n de un sector bastante importante de la afici¨®n merengue. Por aquel entonces, con las heridas de Ronaldo y Figo todav¨ªa recientes, segu¨ªa haciendo fortuna una ley no escrita del f¨²tbol por la cual ning¨²n ¨ªdolo abandonaba el Camp Nou por la puerta grande, a menudo ni siquiera por la de enfermer¨ªa, que es la otra salida honrosa que suele ofrecerse a las grandes figuras del toreo. 26 a?os de servicio inmaculado al club de sus amores no fueron suficientes para contrarrestar el empuje de esa nueva corriente de opini¨®n interesada y polim¨®rfica, la misma que desde entonces viene se?alando con el dedo a diferentes leyendas del club y repartiendo carnets de buen o mal madridista. ¡°A m¨ª nadie me puede ense?ar qu¨¦ es el madridismo porque yo he luchado por un bal¨®n o por reclutar a a un chaval a las tres de la ma?ana¡±, se defend¨ªa en una entrevista concedida a la revista Jot Down en el a?o 2011. ¡°No tengo que dar lecciones a nadie pero tampoco me las tienen que dar a m¨ª¡±.
Por si todo aquello no resultara ignominia suficiente, ahora tambi¨¦n se ve obligado Del Bosque a soportar el raca-raca de quienes improvisan juicios sumar¨ªsimos para decidir qui¨¦n es un buen o mal espa?ol. De vuelta a la primera l¨ªnea del debate por unas declaraciones recientes en favor de la sanidad p¨²blica -y en contra de ¡°la mezquindad que intenta sacar r¨¦ditos pol¨ªticos a una situaci¨®n tan grave como la provocada por el coronavirus¡±- el ex-seleccionador nacional ha vuelto a sentir en sus carnes la importancia de no descuidar los resortes est¨¦ticos, esos que disimulan o enfatizan los errores y virtudes que pretenda achacarle cada consumidor.
¡°Las personas nos dicen como son pero lo ignoramos porque queremos que sean lo que nosotros creemos que son¡±, dec¨ªa Draper en la citada serie. A Del Bosque, quien por una simple cuesti¨®n de morfolog¨ªa nunca defender¨¢ un tres piezas como Jon Hamm o Carlos Queiroz, lo avalan, frente a tanta murmuraci¨®n de sastrecillo, su honestidad como profesional y su probada integridad personal, cualidades cada vez menos valoradas en un pa¨ªs donde nadie sale ya por la puerta grande, ni siquiera el todopoderoso due?o del edificio.
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