La Bundesliga como terapia
Todo sea, como postularon algunos expertos en conducta humana, por la salud mental de los ciudadanos
Entre el rigor del impotente, que no sabe ayudarse sino mediante el recurso del castigo, y la relajaci¨®n del vivalavirgen insensible, suele haber por fortuna un margen de posibilidades que con frecuencia favorece el ejercicio de la ponderaci¨®n y de la perspicacia. Fue en dicho espacio, tras acalorados debates y con conciencia de los riesgos asumidos, donde finalmente se encontr¨® hueco para la reanudaci¨®n de la Bundesliga, interrumpida desde el mes de marzo pasado por causas de sobra conocidas.
El mismo s¨¢bado del regreso del f¨²tbol alem¨¢n, d¨ªa 16 del corriente, un columnista del semanario Der Spiegel afirm¨® que la mitad de los alemanes estaba a favor y la mitad en contra de que se volviesen a jugar partidos de primera y segunda divisi¨®n mientras durase la actual pandemia. Ignoro c¨®mo se llega a tales porcentajes; pero vamos a decir que el pa¨ªs estaba dividido en dos bandos claramente reconocibles. Se entiende que los mencionados partidos habr¨ªan de disputarse sin p¨²blico y con medidas estrictas de higiene. No todos los jugadores consultados manifestaron su conformidad (el defensa Subotic, del Uni¨®n Berl¨ªn, se mostr¨® muy cr¨ªtico); pero al fin se impuso la disciplina colectiva en un pa¨ªs propenso a terminar lo m¨¢s ordenadamente posible aquello que se empieza. Huelga decir que hay mucho dinero en juego, que el f¨²tbol (como el deporte en general) da de comer a muchas bocas y que hay equipos con dificultades econ¨®micas m¨¢s que preocupantes.
Por el camino qued¨® alguna propuesta descabellada, como la de quien sugiri¨® que los futbolistas bregasen, sudorosos, jadeantes, con mascarilla durante 90 minutos m¨¢s lo que a?adiese el ¨¢rbitro. No se especificaba c¨®mo se las ingeniar¨ªa este ¨²ltimo para mantener la boca tapada y soplar el silbato. Se habl¨® asimismo de desinfectar los balones. Y se adopt¨® como medida precautoria que los jugadores, los mismos que entrenan juntos y comparten vestuario y autob¨²s, se abstuvieran de abrazarse tras la consecuci¨®n de los goles. En fin, la cosa no estaba ni est¨¢ clara, y en lo ¨²nico en que todos, antes y despu¨¦s, parecen concordes es en cuestionar la idea de que para un problema de dimensiones tan colosales como el que tenemos exista una soluci¨®n r¨¢pida y perfecta, al menos hasta que no est¨¦ disponible una vacuna.
As¨ª pues, la jornada vig¨¦simo sexta de la Bundesliga se llev¨® a cabo con prop¨®sito experimental. ?Fue un ¨¦xito? Digamos que de momento s¨ª. Este dictamen quedar¨¢ de inmediato rebatido si en las pr¨®ximas semanas se anunciara un chorro de contagios entre los futbolistas. Se deja imaginar que todos ellos est¨¢n bajo custodia m¨¦dica constante. Sea como fuere, los partidos en los estadios vac¨ªos de Alemania atrajeron la atenci¨®n internacional, por descontado con la mira puesta en imitar el experimento o descartarlo seg¨²n las consecuencias.
Hab¨ªa en Alemania, como probablemente en otros pa¨ªses, un s¨ªndrome general de abstinencia futbolera. Y aunque un partido con las gradas desiertas compone un espect¨¢culo que a duras penas merece el nombre de tal, no falt¨® lo m¨ªnimo necesario para sostener la ilusi¨®n: victorias, empates y derrotas, variaciones en la clasificaci¨®n, im¨¢genes televisivas, entrevistas, vidilla en las p¨¢ginas deportivas de los peri¨®dicos...
Todo sea, como postularon algunos expertos en conducta humana, por la salud mental de los ciudadanos. En su preservaci¨®n radica otra de las razones por las cuales la clase pol¨ªtica y las autoridades federativas accedieron, sin garant¨ªas sanitarias plenas, a permitir que el bal¨®n rodase nuevamente de manera oficial sobre el c¨¦sped. Se leen por ah¨ª ¨ªndices de aumento de la violencia dom¨¦stica y del n¨²mero de suicidios achacables a la pandemia o, en todo caso, a las medidas para combatirla, que ponen los pelos de punta. La reanudaci¨®n del f¨²tbol puede obrar efectos positivos a la hora de proporcionar argumentos vitales a la gente y reducir as¨ª su ansia y su agresividad. Dicen que durante la retransmisi¨®n de los partidos del fin de semana pasado se ve¨ªa menos gente en las calles de Alemania. No lo pude verificar porque tambi¨¦n estaba en casa disfrutando de mi dosis de seminormalidad delante del televisor.
Por lo dem¨¢s, tampoco habr¨ªa podido acudir al estadio en caso de que tal cosa hubiera estado permitida. El partido de Segunda Divisi¨®n que deb¨ªa enfrentar al equipo de mi ciudad, el Hannover 96, con el Dynamo de Dresde fue el ¨²nico suspendido de la jornada. El equipo visitante se halla en cuarentena obligatoria despu¨¦s que algunos de sus jugadores hubieran dado positivo por coronavirus.
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