Indurain, en la cima de su arte
El 23 de julio de 1995 el navarro hizo su quinta cumbre consecutiva en la gran carrera francesa con tal dominio que nadie podr¨ªa pensar que ser¨ªa su ¨²ltimo Tour
?Qui¨¦n puede evitar que Miguel Indurain gane el sexto Tour de aqu¨ª a un a?o?, se preguntaba el Tour en Par¨ªs el 23 de julio de 1995, domingo, y nadie del pelot¨®n se atrev¨ªa a dar una respuesta por miedo, quiz¨¢s a aparecer como un loco o un visionario. Tal hab¨ªa sido el dominio y el arte con los que el ciclista espa?ol hab¨ªa ganado su quinto Tour consecutivo.
En el calor de Par¨ªs y de la exaltaci¨®n del navarro y su gente del Banesto, maestros de la estrategia y de la negociaci¨®n de coche a coche, como se hac¨ªa antes, pocos, o nadie, parec¨ªan haber advertido las se?ales que pod¨ªan hacer prever que el de 1995, la cima del ciclismo de Indurain, cumplidos reci¨¦n 31 a?os, era tambi¨¦n el punto final de una ¨¦poca.
Tan enredada estuvo la historia del Tour del 95 con la rivalidad espa?ola Banesto-ONCE, la fuerza de Jalabert, la clase de Z¨¹lle, la audacia t¨¢ctica de Manolo Saiz, la prudencia de Jos¨¦ Miguel Ech¨¢varri, que nadie parec¨ªa haber visto llegar a Bjarne Riis. Nadie quer¨ªa tomar en serio al dan¨¦s veterano (de abril del 64, tres meses m¨¢s viejo que Indurain) y sin apenas historial que se hab¨ªa permitido lamentar la neutralizaci¨®n de la etapa reina de los Pirineos, la del terrible Soudet (Tarbes-Pau, 237 kil¨®metros, con Aubisque por Soulor y Marie Blanque tambi¨¦n), al d¨ªa siguiente de la muerte de Fabio Casartelli, ca¨ªdo en el descenso del Portet d¡¯Aspet. ¡°Si no se suspende esa etapa, gano el Tour, era el d¨ªa clave¡±, dijo Riis, y la gente le miraba como si el hombre estuviera loco.
La pugna con la ONCE marc¨® esa edici¨®n, con Z¨¹lle y Jalabert como agitadores
Riis gan¨® el Tour del 96, el de la p¨¢jara de Indurain en Les Arcs, el de la humillaci¨®n en Hautacam (y el titular en la portada de L'?quipe el d¨ªa siguiente, ¡°Esto s¨ª es un campe¨®n¡±, impreso sobre la foto de Riis abriendo los brazos de amarillo en la cima, ganador de la gran etapa solo y l¨ªder, lo que Indurain nunca hizo), aquel que nadie pensaba que Indurain no convertir¨ªa en su sexta victoria consecutiva.
Indurain no es el mismo y pocos se dan cuenta fuera del equipo. Indurain ya no es sumiso y tranquilo, el navarro calmo que calcula, cuadra y hace balance. Indurain se siente rebelde y se deja llevar por impulsos de rabia, de deseo, de necesidad de dejar huella. La afici¨®n lo goza como nunca. Nadie piensa que sea un aviso de que nada volver¨¢ a ser igual.
La afici¨®n, entonces, el verano del 95, no calcula. Tampoco lo hace 25 a?os despu¨¦s. La afici¨®n ahora, 25 a?os despu¨¦s, y muchos de los forofos de ahora no hab¨ªan ni nacido o eran unos ni?os entonces, ve la repetici¨®n de las grandes etapas del 95 y con ellas alimenta su admiraci¨®n, e introduce en su m¨ªtica, en la leyenda indurainiana, nombres como Lieja, Mont Theux, Forges, Seraing, Mende, La Plagne¡
Nadie tomaba en serio a Riis, segundo ese a?o y campe¨®n la temporada siguiente
En el libro magn¨ªfico La estela de Miguel, de Carlos Tigero, algunas de las personas m¨¢s cercanas a Indurain durante el Tour (masajistas, mec¨¢nicos, amigos) ofrecen algunas claves del pensamiento del navarro aquellos d¨ªas tremendos de ataques sorprendentes e inesperados.
A Vicente Iza, que le da masaje todos los d¨ªas de su carrera pr¨¢cticamente, su confesor, le cuenta en la camilla el 8 de julio que el origen de su ataque hacia Lieja ¡ªaquel en el que sorprendi¨® a todos los grandes rivales, Berzin, Rominger, Z¨¹lle, Jalabert, Pantani, Riis, y solo aguant¨® a su rueda Johan Bruyneel, a quien esperaban en Lieja el rey de todos los belgas y el maillot amarillo temporal, y a Lieja lleg¨® como, y as¨ª lo confes¨®, ¡°haciendo tras moto¡±, sin dar un relevo¡ª fue un comentario que oy¨® a Manolo Saiz, quien se adelant¨® con su coche hasta la cabeza de un grupo peque?o, una fractura del pelot¨®n en el que iba toda su ONCE y solo Indurain de entre los banestos, y les grit¨®: ¡°?Vamos, ahora, que va solo y hay que reventarlo!¡± En la camilla, recuerda Iza que Miguel le dijo: ¡°...Y yo pens¨¦, ?reventarme estos? Que vengan a por m¨ª. Y ataqu¨¦. Solo aguant¨® Bruyneel¡±.
General tras Lieja:
1. Johan Bruyneel (B¨¦l)
2. Miguel Indurain (Esp) a 31¡å
3. Laurent Jalabert (Fra) a 42¡å
Con su ataque de rabia, y no estudiado, Indurain se gan¨® 50s y la preocupaci¨®n de los responsables de su equipo. Hab¨ªa roto uno de los axiomas de su estrategia ¡ªla v¨ªspera de una contrarreloj se ahorra, no se gasta¡ª y por la noche, en el hotel de Lieja, su m¨¦dico, Sabino Padilla, una furia, echa la bronca al periodista que se arrodilla ante ¨¦l y le proclama la grandeza de Indurain por su ataque. ¡°No tienes ni idea, ya ver¨¢s ma?ana en la contrarreloj c¨®mo lo paga. Y el Tour se gana en la contrarreloj¡¡±.
En La Plagne y sin levantar el culo del sill¨ªn, firm¨® una masacre subiendo
Los t¨¦cnicos dudan sobre el desarrollo que deber¨¢ usar y el ciclista se decanta por uno ligero, 54/12. Indurain disputa la contrarreloj con la Espada del r¨¦cord de la hora (obligaciones comerciales) y la hace a disgusto, no se siente c¨®modo en su geometr¨ªa r¨ªgida. Gana por un suspiro (12s a Riis en 54 kil¨®metros) y sufre para conseguirlo. Ech¨¢varri, siempre pragm¨¢tico, hace de la necesidad virtud. ¡°Consideremos que del fin de semana le sac¨® m¨¢s de un minuto a Riis, entre Lieja y la contrarreloj¡±, reflexiona el t¨¦cnico. ¡°Adem¨¢s, Z¨¹lle ha perdido cuatro minutos, y era quiz¨¢s el rival al que m¨¢s tem¨ªamos¡±.
General tras la contrarreloj:
1. Miguel Indurain (Esp)
2. Bjarne Riis (Din) a 23¡å
3. Evgueni Berzin (Rus) a 2¡ä20¡å
Resumen: el Tour se aclara para Indurain y es luz deslumbrante despu¨¦s de la etapa siguiente, ya en los Alpes, el d¨ªa de La Plagne. Z¨¹lle se desquita de la mala contrarreloj con un ataque soberano a 99 kil¨®metros de la meta, en Saisies, el primero de los tres puertos (quedan el Cormet de Roseland y la subida final a La Plagne) de la primera gran etapa de monta?a. Rueda solo, y l¨ªder virtual del Tour, por la cima del Cormet, con cinco minutos sobre el pelot¨®n de Indurain, en el que los banestos marcan el ritmo de control al principio, antes de acelerar, entre Ru¨¦ y Aparicio, hacia la subida en La Plagne para preparar un ataque magn¨ªfico de Indurain. Sin levantar el culo del sill¨ªn, simplemente metiendo ri?ones, se va solo subiendo Indurain. Nunca antes lo hab¨ªa hecho. Es su gran d¨ªa en la monta?a.
Manolo Saiz dise?¨® una encerrona: gan¨® el pulso las bicis, pero perdi¨® el de los coches
Fue la masacre de La Plagne, la estaci¨®n de esqu¨ª a la que llega a solo dos minutos de Z¨¹lle y con una ventaja de dos y medio sobre Pantani, cuatro sobre Rominger y cinco y medio sobre Riis, que llega con el cielo ya negro de tormenta y bajo la lluvia gorda, y a quien desactiva definitivamente. Y ¨¦l, entonces, a¨²n el hombre tranquilo, no lo vivi¨® ni como ataque: ¡°Yo iba a mi marcha y vi que nadie ni me relevaba ni me atacaba. Qu¨¦ extra?o. Apret¨¦ la tuerca y me volv¨ª. Iba solo¡±. Aunque los comisarios aumentaron el tiempo m¨¢ximo hasta el 16%, 11 corredores llegaron con el control cerrado, a m¨¢s de 45 minutos.
General tras La Plagne:
1. Miguel Indurain (Esp) en 37h18¡ä20¡å
2. Alex Z¨¹lle (Sui) a 2¡ä27¡å
3. Bjarne Riis (Din) a 5¡ä58¡å
Nueve etapas, tres golpes de Indurain, y el Tour est¨¢ decidido, se lee por todas partes, se adivina en todas las palabras, lo dice la mirada de los corredores: solo queda luchar, un a?o m¨¢s por ser segundos. Nunca, replica fiero, orgulloso, Manolo Saiz, que en la 12? etapa, el 14 de julio, organiza la de Mende. Una salida morosa de los banestos, que salvo Indurain y dos m¨¢s, tranquilamente se descuelgan con medio pelot¨®n en la cota de salida pensando que en la cima se unir¨¢n con facilidad. En la cima sopla el viento de cara (lo que ya sab¨ªa Saiz) y ataca Jalabert. No hay calma, no hay par¨®n. Hay dos pelotones y de los dos tiran los banestos, del primero para que Jalabert no se vaya muy lejos en un terreno imposible, sin un metro plano, todo el macizo central es un horno; del segundo, para enlazar y poder ayudar en la caza. Saiz se lo pone m¨¢s dif¨ªcil mandando atacar a Mauri y poco despu¨¦s a Neil Stephens. Seis en fuga y tres onces; a los banestos, ya ordenados, la fuga se les va y quiz¨¢s el Tour. M¨¢s de 10 minutos en el kil¨®metro 100: Jalabert es l¨ªder virtual. Los banestos no pueden m¨¢s. Manolo est¨¢ ganando la batalla con las bicicletas, pero pierde la otra batalla que se desencadena, la que se libra entre los coches. Los tel¨¦fonos m¨®viles no son a¨²n ubicuos y las negociaciones entre directores se hacen de ventanilla a ventanilla, con voces, medias palabras y, sobre todo, gestos.
La colaboraci¨®n del MG fue decisiva para neutralizar la ofensiva final de los amarillos
All¨¢ donde va Ech¨¢varri pidiendo ayuda llega despu¨¦s Saiz exigiendo neutralidad. Gana Ech¨¢varri, que logra que el viejo Ferretti, el director del MG de Bugno, mande trabajar en cabeza a algunos de sus rodadores, aunque no le vaya nada en ello. Cuando se da cuenta, Saiz se acerca a su Fiat Croma (todos los equipos deb¨ªan llevar el mismo coche, puesto por la organizaci¨®n) y le inquiere, ense?¨¢ndole un fajo de francos: ¡°?Cu¨¢nto te ha pagado Ech¨¢varri por la ayuda? Yo te doy el doble¡±. Ferretti, italiano con mil caras y 10.000 argumentos, hace un gesto de desesperaci¨®n y rechaza la oferta, y a?ade: ¡°No me ha pagado nada, pero Ech¨¢varri es uno que deja que en el Tour todos puedan alcanzar sus objetivos. ?l solo quiere ganar el Tour con Indurain. No le interesan etapas ni otros maillots. En cambio, t¨², Manolo, lo quieres todo. No nos dejas las fugas, no nos dejas nada¡±. Jalabert gana la etapa extraordinariamente, pero Indurain, que una vez contenida la ventaja del franc¨¦s (que se queda en 5m 41s), controla el ataque de Pantani en la subida final, gana el Tour. Su quinto Tour. El ¨²ltimo. Cinco como Anquetil, Merckx e Hinault. La cima de su arte.
General final:
1. Miguel INDURAIN (Esp) en 92h44¡ä59¡å
2. Alex Z¨¹lle (Sui) a 4¡ä35¡å
3. Bjarne Riis (Din) a 6¡ä47¡å
4. Laurent Jalabert (Fra) a 8¡ä24¡å
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