Almeida, una rosa con estilo
Victoria de Ulissi por media rueda ante el portugu¨¦s, que decide celebrar su d¨¦cimo d¨ªa de liderato en el Giro intentando ganar al sprint
Si no gana Sagan, gana Ulissi, dicen los sabios. Sagan se queda en el segundo muro, el Calaone (una cuesta de dos kil¨®metros al 10%) y, 15 kil¨®metros m¨¢s all¨¢, en Monselice, plena llanura padana sin fin, gana Ulissi, el especialista de la cuesti¨®n. Lo hace por media rueda, tras apretado sprint, ante el inesperado Almeida, d¨¦cimo d¨ªa de rosa y empe?ado no se sabe si en ganar el Giro o en dejar marcada con su personalidad tan fuerte, juvenil, su primera corsa rosa, su primer grande.
Cuesti¨®n generacional, y su brecha, cada d¨ªa m¨¢s vistosa y aparente, entre ¨¦l y los de su ¨¦poca, los que nacieron en los a?os del cambio de siglo, y los que como Nibali, Fuglsang, Kelderman, guardan el fort¨ªn de las viejas esencias.
Es una etapa de transici¨®n y de especialistas. Una etapa que los viejos quieren pasar con el menor dispendio posible porque al d¨ªa siguiente, y ya es la etapa 14, es el primer gran d¨ªa de un Giro que, como todos los a?os, se concentra en la ¨²ltima semana, como si las dos primeras fueran sin m¨¢s de observaci¨®n y desgaste.
Piensan todo en el s¨¢bado, la contrarreloj del prosecco, desde Conegliano, donde Bruseghin cr¨ªa asnos y planta vides de cartizze para hacer su espumoso espl¨¦ndido, hasta Valdobbiadene, 34 kil¨®metros de sube y baja continuo y un muro (no ser¨ªa el Giro si no hubiera muro, por supuesto), el di Ca' del Poggio, un kil¨®metro al 12% (y unos metros al 19%) que clavar¨¢ a los ciclistas a los siete kil¨®metros de haber salido (y no solo Ganna, que se guarda, es favorito, tambi¨¦n Almeida, que qued¨® segundo en Palermo en una contrarreloj de casi 60 de media).
No piensa Almeida en el d¨ªa siguiente, en el que puede asegurar a¨²n m¨¢s su liderato. Piensa en el ya, en el ahora. Y sigue su inspiraci¨®n y no ahoga su deseo en miedo, como los maestros del viejo ciclismo aconsejan. Ataca Ulissi en el Calaone y r¨¢pido Almeida salta a su rueda. Se hace un grupo de una veintena, sin sprinters, sin D¨¦mare ni Sagan, siquiera, que se han quedado todos asfixiados. El l¨ªder tiene a tres compa?eros, y en lugar de respirar tranquilo, ponerse a rueda, como hacen Nibali y compa?¨ªa, y dejar pasar los kil¨®metros y que pase lo que tenga que pasar, prefiere ser protagonista. Decide ganar la etapa, te?ir la carrera con su br¨ªo m¨¢s a¨²n. Sus Deceuninck tiran fuerte. Los sprinters no llegan. No gana, pero termina segundo. Seis segundos de bonificaci¨®n y un nombre, el suyo, que cada d¨ªa pronuncian los aficionados con m¨¢s respeto.
Cuesti¨®n de estilo.
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