Barriletas c¨®smicas
En un mundo que defin¨ªa ¡ªy todav¨ªa define¡ª a las ni?as y mujeres futbolistas como varoneras, machonas, marimachos o tortilleras, Maradona fue para muchas la posibilidad de tener sue?os de f¨²tbol
¡°Mam¨¢, esa nena es Maradona¡±.
En una calle cualquiera de la provincia de Buenos Aires, un chico que va de la mano de su mam¨¢ se cruza con una compa?era de colegio. Y divulga el secreto a voces: la nena la rompe en el f¨²tbol escolar, entre todos los varones. A ella, la comparaci¨®n la enaltece: hubo un tiempo en el que generaciones enteras de mujeres so?aron tambi¨¦n con ser Diego Armando Maradona, el jugador eterno que parec¨ªa inmortal y que falleci¨® este mi¨¦rcoles maldito; este mi¨¦rcoles 25 de noviembre que dejar¨¢ de ser un d¨ªa del almanaque. La l¨¢pida de Maradona deber¨ªa decir: 1960-infinito.
En Argentina, ahora, mientras millones lloran el vac¨ªo que deja nuestro t¨®tem pagano, los feminismos discuten las contradicciones que incluyen ser feminista y maradoniana: poner al ¨ªdolo, a su historial abyecto, a su machismo recalcitrante, al padre que no reconoce hijas e hijos extramatrimoniales y violenta a sus parejas, en el altar de los dioses. En el portal Marcha, las periodistas y activistas Nadia Fink, Lisbeth Monta?a y Camila Parodi escribieron un manifiesto para explicar por qu¨¦ quieren tanto a Diego si son feministas. ¡°Esta ser¨¢ la primera ¡ªy ¨²ltima¡ª nota en la que daremos explicaciones sobre nuestros sentimientos y elecciones¡±, tipearon.
En un mundo que defin¨ªa ¡ªy todav¨ªa define¡ª a las ni?as y mujeres futbolistas como varoneras, machonas, marimachos o tortilleras, Maradona fue para muchas la posibilidad de tener sue?os de f¨²tbol. Quer¨ªan pararse en la cancha, tener esa magia en el bot¨ªn zurdo, ser admiradas y tambi¨¦n declarar como ¨¦l. Ser las Diegas plebeyas para enfrentar al poder, para escupir al sistema. La ¨¦pica de Maradona era una en la que ellas tambi¨¦n pod¨ªan verse identificadas: la de aquel que se sobrepone a los l¨ªmites que le impone el destino, pero no pierde conciencia de clase, la de no olvidar nunca de donde venimos, la de tocar la pelota para jugar con compa?eras. ¡±Me gusta pegarle a la gente cuando tiene las dos manos arriba. Cuando las tiene bajas, me gusta ayudarla¡±, dijo en 1995. En Fiorito, el suburbio pobre donde se crio, tuvo sue?os y pudo cumplirlos. Reivindic¨® su origen, visti¨® la 10 en el equipo de los oprimidos e hizo chistes sobre su barrio ¡°privado de luz, agua y comida¡±. Brome¨® para provocar, sentado en su mansi¨®n en Dubai.
Marina Nogueira vivi¨® a tres casas de la del Diez y pate¨® la pelota en el mismo potrero. El d¨ªa que ella naci¨®, Diego Maradona estaba a un mes de cumplir los 9 a?os. Fue la ¨¦poca en la que se grab¨® el video en el que hace jueguitos y le cuenta a la c¨¢mara uno de sus sue?os: jugar un Mundial. Marina supo de la historia de su vecino cuando se jug¨® el Mundial juvenil de 1979, en el que Maradona fue elegido el mejor jugador del torneo despu¨¦s de que Argentina le ganara la final a la Uni¨®n Sovi¨¦tica por 3 a 1, en Tokio, con un gol suyo. ?Y si ella hubiera sido var¨®n? ?Y si hubiera podido armar un equipo con sus amigas y le hubiera puesto Cebollitas?
En 1986, Marina Nogueira vio aquel ¨¦xito con la admiraci¨®n de quien observa el logro de un hermano. En su carrera como futbolista ella jug¨® en Excursionistas, Sacachispas, Berazategui, Independiente, San Mart¨ªn de Burzaco, El Porvenir, la Selecci¨®n Argentina. Y se fue a jugar y vivir a Nueva York. Dice que siempre sinti¨® que viv¨ªa casi lo mismo que ¨¦l. A ella casi nadie la conoce.
Ese mismo a?o en que el diez se convirti¨® en mito viviente, la pionera del f¨²tbol femenino Elba Selva mir¨® el partido de Argentina contra Inglaterra en el Sanatorio G¨¹emes. Trabajaba como ayudante de servicio. Quince a?os antes que Maradona, en 1971, en M¨¦xico, Selva hab¨ªa convertido los cuatro goles de un partido que Argentina gan¨® 4 a 1 contra Inglaterra en el mismo estadio, el Azteca, y en una Copa del Mundo, aunque no organizada por la FIFA sino por empresarios privados.
Selva podr¨ªa reescribir la canci¨®n de Calle 13: ¡°Soy Maradona contra Inglaterra anot¨¢ndote cuatro goles¡±. Le dec¨ªan ¡°La maestra¡± por su clase para jugar: ense?aba. Era n¨²mero 10 y era zurda. Para 1986 ya hab¨ªa dejado el f¨²tbol: tras su propia haza?a, jug¨® espor¨¢dicamente, sin tener continuidad. Su historia es una de las piedras fundamentales de la historia del f¨²tbol femenino en Argentina, que reci¨¦n se va recuperando del olvido. Los tiempos han cambiado y la marea feminista que cop¨® las camas y las calles recuper¨® a sus hero¨ªnas del f¨²tbol y comenz¨® a conquistar derechos, en un proceso en el que tambi¨¦n apareci¨® Diego: la deconstrucci¨®n era una tarea que el astro nunca entregaba. Una previa eterna. El ¨ªdolo no sali¨® nunca del listado de los cuestionados.
El ¨ªcono de la argentinidad, el villero que dorm¨ªa en una casita con su familia numerosa, el hombre que se llev¨® al mundo la masculinidad del barrio, el que estuvo en pareja con una futbolista, el que fue las canillas de oro y las letrinas, como describi¨® el periodista Ernesto Cherquis Bialo, o que recorri¨® Disney y tambi¨¦n neuropsiqui¨¢tricos, como cont¨® su hija Giannina, el var¨®n que tiene hijos no reconocidos, tambi¨¦n deja un legado. El Maradona machirulo, depresivo, melanc¨®lico, el que cantaba tangos y cuartetos, el que reclamaba por los jubilados y apoyaba a las Abuelas de Plaza de Mayo, se fue en un mundo que est¨¢ cambiando.
Unos meses atr¨¢s, en un colegio privado de Belgrano, un barrio coqueto del norte de la Ciudad de Buenos Aires, en una jornada de Educaci¨®n Sexual Integral, la foto de Maradona bes¨¢ndose con Claudio Caniggia en Boca estaba entre otras en la mesa. Se usaba al deporte como excusa para trabajar sobre estereotipos de g¨¦nero. Hab¨ªa que tomar una y escribir un p¨¢rrafo sobre lo que cada estudiante quisiera. Nadie en el aula lo hab¨ªa visto jugar. Una alumna titul¨® la foto ¡°El amor en el f¨²tbol¡±. Y redact¨®: ¡°Se observan, se gustan, se pasan la pelota, uno hace el gol. Se seducen, se besan y se aman¡±. Maradona, irreverente, rompe tab¨²es hasta cuando no se sabe de ¨¦l.
La herencia de Maradona ¡ªel testamento del artista y de su obra¡ª es su resistencia y su resiliencia, su rebeld¨ªa y su desobediencia, su talento, su desfachatez y su picard¨ªa con una pelota en los pies. Su legado es un sue?o posible para las mujeres: en este nuevo mundo ellas tambi¨¦n pueden ser Barriletas C¨®smicas.
Ayel¨¦n Pujol es periodista y editora argentina.
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