La frustraci¨®n del Camp Nou
El Bar?a vio pasar a un jugador al que no pudo cuidar pese a saber que ser¨ªa el mejor
Hay un partido que resume la vida de Maradona en el Bar?a y su obsesi¨®n con Inglaterra desde la guerra de las Malvinas. Ocurri¨® el 21 de marzo de 1984 en Old Trafford. Los azulgrana afrontaban la vuelta de los cuartos de la Recopa con una ventaja de 2-0. El Manchester United, sin embargo, no daba la eliminatoria por resuelta y plante¨® un conflicto de m¨¢xima tensi¨®n que destempl¨® a la expedici¨®n del Barcelona. Apareci¨® entonces la figura de Maradona para confesar a sus fieles que debajo de la camiseta azulgrana vestir¨ªa la de Argentina. El 10 estaba convencido de marcar el gol decisivo y restregar el triunfo ante la hinchada de Inglaterra. El partido acab¨® 3-0, con dos goles de Robson y uno de Stapleton, y Maradona no pudo evitar la eliminaci¨®n de su equipo ni vengar a su pa¨ªs con la exhibici¨®n de la zamarra albiceleste porque jug¨® limitado, con fiebre, y fue reducido por los diablos rojos del United.
La historia de Maradona con el Bar?a es el relato de una frustraci¨®n, de lo que pudo ser y no fue, un desencuentro entre la inversi¨®n y el rendimiento, la salud y la enfermedad, la propaganda y la realidad, como qued¨® grabado en aquel anuncio que el argentino publicit¨® para la Generalitat. ¡°Si te ofrecen drogas, di simplemente no¡±, ped¨ªa desde la playa de Castelldefels, la misma en la que se ba?a Messi, tan distinto y tan correcto, en las ant¨ªpodas de Maradona y, sin embargo, ahora igual de distante con el Barcelona. El mismo Diego dijo que empez¨® a drogarse en la capital catalana, qui¨¦n sabe si en su mansi¨®n de Pedralbes, una casa en la que se organizaban buenos asados y tambi¨¦n se disfrutaba del sexo y el alcohol y se pasaban las noches en vilo con cintas de v¨ªdeo de Louis de Fun¨¨s. Hay quien asegura que el 10 no sufri¨® una hepatitis, sino que contrajo una enfermedad ven¨¦rea en su primer a?o.
Menotti lleg¨® a poner los entrenamientos por la tarde ¡ª¡±?acaso no se juegan los partidos por la tarde?¡±¡ª para que Maradona pudiera dormir, recuperar y aguardar con garant¨ªas aquel partido siempre pendiente que le ten¨ªa que llevar a la gloria del Barcelona. Nunca se dio y, por el contrario, se despidi¨® el 5 de mayo de 1984 con una derrota barriobajera en la final de Copa ganada por el Athletic en el Bernab¨¦u. Maradona no ri?¨® con el Madrid, al que gan¨® la Copa del Rey y la Copa de la Liga con un gol c¨¦lebre por quebrar a Juan Jos¨¦ y Agust¨ªn, sino que como blaugrana su litigio fue con el Athletic de Clemente y Goikoetxea, el jugador que le lesion¨® en su ¨²ltimo a?o en el Bar?a. Abatido o enfermo, jug¨® poco, apenas 58 partidos, y marc¨® 38 goles de azulgrana (1982-1984). Y, sin embargo, son multitud los aficionados que recuerdan haber ido al estadio para ver a Maradona, conscientes de que estaban ante un futbolista prodigioso que se convertir¨ªa en el mejor del mundo en un estadio que no ser¨ªa el Camp Nou. El ser y no ser: nadie dudaba del ¨¦xito de Maradona ni tampoco de su fracaso como jugador del Bar?a.
A Diego le perdi¨® ser el primer gal¨¢ctico, v¨ªctima de su clan ¡ªel que intimidaba a directivos y periodistas y campaba por la discoteca¡ª y esclavo de un negocio ruinoso: Maradona Produccions. A sus 22 a?os, mal acompa?ado y desubicado, su pasi¨®n no cas¨® con un club fr¨ªo y distante, necesitado de victorias m¨¢s que de emociones, alejado de sus jugadores, compa?eros con los que Maradona se repart¨ªa las primas que produc¨ªa por participar en amistosos en canchas como la de ?dine. Jugadores e hinchas cul¨¦s, todos, presumen hoy de haber jugado o de haber visto pasar a Maradona.
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