All¨ª donde Olano le gan¨® a Indurain hace 25 a?os
Oliverio, Duitama, el Cogollo, esmeraldas, Cartagena: memorias del Mundial de Colombia de 1995 que marc¨® para siempre al ciclismo espa?ol
Ascensi¨®n al Cogollo, altitud 2.817 metros, febrero de 2020: pasando por el cartel que se?ala 2,6km al mirador, altitud 2.780 metros, pendiente 9%, el taxi, que hab¨ªa comenzado la subida alegre y atrevido carraspea y tose y vuelve a toser, y se ahoga y casi se para, pero se recupera de la falta de ox¨ªgeno y su tubo de escape lanza una humareda negra triunfal, y termina ag¨®nico en el Mirador, la cumbre del puerto que, bajo la lluvia tenaz de un 8 de octubre de 1995, hab¨ªa sido un monstruo para los ciclistas, en el demonio del Mundial m¨¢s duro que se recuerda. Lo comenzaron 98 corredores; siete horas m¨¢s tarde, pasados 265 kil¨®metros y 17 ascensiones al Cogollo, solo 20 de ellos cruzan la ¨²ltima meta.
Ascensi¨®n al Cogollo, 25 a?os antes: Indurain ha pinchado unos kil¨®metros antes, y, enfadado porque los suizos se han movido mientras el mec¨¢nico Luis Luengo le cambia la rueda, ataca nervioso nada m¨¢s reintegrarse al peque?o grupo de favoritos. Cuando es neutralizado, se produce un par¨®n que Olano aprovecha para atacar a su vez. Faltan pocos kil¨®metros para la 17? ascensi¨®n al Cogollo. Llueve. Los rivales, los suizos Gianetti y Richard, y Pantani, clavan su mirada en Indurain, que no mueve ni un m¨²sculo. Tampoco es momento de ponerse de acuerdo para cazar al guipuzcoano: todos temen a todos y a todos los vigila Indurain, perro pastor que solo levanta el culo del sill¨ªn y acelera cuando alguno intenta irse solo a por Olano, que asciende ya el Cogollo. Pasa por el mirador con los segundos suficientes para creer ya en que va a ganar. Le queda un descenso veloz de unos cuatro kil¨®metros hasta la meta, situada en la f¨¢brica de cervezas y gaseosas de Postob¨®n. Solo un pinchazo en la rueda trasera de su bici da tensi¨®n exagerada al final, pero salvado el ¨²ltimo escollo, la rotonda del hospital con su giro a la izquierda, ya nada le derriba, nada le detiene. Cruza la meta ante la f¨¢brica y levanta solo un brazo. No quiere caerse. Medio minuto despu¨¦s, Indurain hace el sprint de su vida para batir a Pantani por la segunda plaza, y levanta el pu?o, de fuerza, de orgullo.
En el mirador, un cartel informa de que el descenso hasta los 2.560m de la ciudad que ah¨ª comienza mide cuatro kil¨®metros, con pendiente media del 6% y m¨¢xima del 20%. A sus pies, Duitama en el valle, y ya no es la Duitama del 95, el pueblecito de casas de ladrillo bajas que nunca se sab¨ªa si est¨¢n sin terminar o se est¨¢n cayendo. El paso del tiempo la ha barnizado de modernidad, la ha engullido el urbanismo de centros comerciales intercambiables y torres de apartamentos, y lindas plazas, cuidadas y tranquilas, y en la Plaza de los Libertadores, hay una gran iglesia colonial y por lo menos ocho oficinas bancarias de diferentes bancos, y cajeros autom¨¢ticos. ¡°El Mundial y la paz le dieron un gran empuj¨®n a Duitama. Por las calles del Mundial enseguida empezaron a construir condominios¡±, dice el taxista, que reposa junto a su coche. ¡°Yo era casi un nu?o entonces, pero a¨²n me acuerdo. Todo el mundo se acuerda¡±. Y las pintadas en la carretera siguen, y los murales, y los recuerdos junto a la hierba amarillenta por las heladas, un fen¨®meno que les ha sorprendido a los campesinos.
A su lado, un periodista franc¨¦s que tambi¨¦n estuvo en la Duitama del 95 asiente, y recuerda que sus compatriotas no hicieron nada de nada, el colega italiano llora por Pantani y Eusebio Unzue por Indurain, porque, aunque no se supiera entonces, aquella hab¨ªa sido su ¨²ltima oportunidad para ganar un arco¨ªris, el triunfo que, junto a una Vuelta, habr¨ªa cerrado el palmar¨¦s perfecto. El a?o siguiente, el 96, todo acab¨®. ¡°Y nuestro equipo hab¨ªa hecho una gran inversi¨®n. Indurain, junto a Santi Blanco y Chava Jim¨¦nez se pasaron septiembre en Colorado, a 3-000 metros, aclimat¨¢ndose a la altura con el m¨¦dico Sabino Padilla. Y para Indurain el objetivo era triple: el mundial contrarreloj, que gan¨®, el de l¨ªnea y la recuperaci¨®n del r¨¦cord de la hora el domingo siguiente en Bogot¨¢, lo que tampoco consigui¨®. Pero con el paso del tiempo la memoria se ha suavizado¡±, dice Unzue en la salida en Paipa de la segunda etapa del Tour Colombia, que termina, justamente, en la f¨¢brica de Postob¨®n en Duitama, aunque sin Cogollo esta vez. ¡°Ahora solo recuerdo la deportividad y el se?or¨ªo de Indurain, y que volvimos cargados de metales¡±.
La rotonda en la que no se cay¨® Olano ya no es la del hospital sino la de Oliverio Rinc¨®n, cuya estatua, un gigantesco pedestal de piedra y un ciclista de hierro con los brazos en alto, corona la fuente central. Oliverio, la gloria local, es un ciclista que se inici¨® en Bogot¨¢, mensajero (turismero) de una farmacia, como Cochise, y ganador del Cl¨¢sico de Turismeros, carrera de mensajeros en bicis urbanas de un solo pi?¨®n que duraba cuatro d¨ªas. Gan¨® la Vuelta a Colombia del 89, a los 21 a?os, como amateur, y despu¨¦s se fue a Europa, al Kelme, al Amaya, donde coincidi¨® con Antonio Mart¨ªn, la gran esperanza, muerto hace 26 a?os, y gan¨® etapa en el Tour, y a la ONCE. ¡°Pero al Mundial en mi ciudad llegu¨¦ casi enfermo, muy agotado despu¨¦s de haber corrido una Vuelta dur¨ªsima para ayudar a ganar a Jalabert. Llegu¨¦ solo dos d¨ªas antes y, fig¨²rese, yo, el colombiano local, fui el que peor se aclimat¨® a la altura. Todos los europeos llevaban semanas en ello¡¡±, cuenta Rinc¨®n, por tel¨¦fono desde lejos, pues aunque la granja con 70 vacas lecheras la mantiene en Duitama otros negocios lo tienen clavado en Bucaramanga. Rinc¨®n termin¨® octavo. ¡°El Mundial lleg¨® a Duitama porque Miguel ?ngel Berm¨²dez, la persona que consigui¨® que la UCI se lo diera a Colombia es de esta ciudad¡±.
¡°El brillo de las esmeraldas, la muestra de que en Colombia hab¨ªa riqueza nos abri¨® las puertas¡±, dice Berm¨²dez, presidente de la federaci¨®n colombiana de ciclismo y de Coldeportes en los a?os 90. ¡°En 1991 organic¨¦ un congreso de federaciones americanas en Cartagena de Indias e invit¨¦ al presidente de la UCI, Hein Verbruggen. Y entre el congreso y un viaje en helic¨®ptero a las minas de esmeraldas consegu¨ª los votos necesarios para que nos concedieran el Mundial¡±.
La memoria de quienes estuvieron all¨ª en el 95 habla de entrenamientos custodiados por el ej¨¦rcito, de fronteras invisibles con territorios de la guerrilla que no se pod¨ªan pasar, de noticias de matanzas de paramilitares en comunidades rurales, de golpes de las guerrillas, de asesinato de l¨ªderes sociales y de periodistas, de una sensaci¨®n de inseguridad. La memoria de Berm¨²dez es diferente. ¡°Sab¨ªamos que la guerrilla no iba a hacer nada porque respetaba al ciclismo como expresi¨®n del pueblo y del campesinado¡±, dice. ¡°Cuando el M-19 tom¨® la casa del negro Mart¨ªn Ram¨ªrez en 1984 no fue para secuestrarlo, sino para darle un premio y su reconocimiento por haberle ganado el Dauphin¨¦ Lib??er¨¦ a Bernard Hinault¡±.
Los vaivenes de la historia de Colombia en los ¨²ltimos 25 a?os se escribieron fuerte en la vida de Oliverio y en el desarrollo urbano de Duitama, en la esperanza y el orgullo de su gente. Poco despu¨¦s de retirarse, a comienzos de 2000 fue secuestrado dos veces en dos meses. En ambas, las guerrillas, primero el ELN y luego las FARC, le liberaron sin cobrar rescate. ¡°La primera vez fueron la prensa y manifestaciones en Bogot¨¢, a las que fue Lucho Herrera, que tambi¨¦n ser¨ªa secuestrado, los que hicieron llegar a los guerrilleros que era un sacrilegio que secuestraran a un campe¨®n del pueblo. La segunda, junto a mis hijos, me soltaron al d¨ªa siguiente¡±.
¡°Son partes de la vida que hay que saber aceptar¡±, dice Rinc¨®n, de 51 a?os. ¡°Ahora, por lo menos, estoy bien de salud, gracias a Dios¡¡±
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