C¨®mo jugar al f¨²tbol en el dentista
Sin pegas, sin zarandajas, sin gaitas estil¨ªsticas, todos asumieron que era otro d¨ªa para la heroica resistencia de la voluntariamente forzada debilidad
Hasta los campeones como el Liverpool tienen que pasar por el suplicio de los sacamuelas como el Atl¨¦tico. Nadie se libra para siempre del Atl¨¦tico. Lo mismo da que lleve un curso bacheado. No importa que le penalicen las bajas. Ni mucho menos que los jugadores, los utilleros, los acomodadores, los jardineros, los recogepelotas, los piperos o el ch¨®fer del autob¨²s est¨¦n al borde del colapso tras ocho a?os de cholismo. Porque el cholismo no es un 4-4-2 o 4-3-3. Es una manera de vivir, de sentir. De gozar y de sufrir, aunque cuesta ilustrar cu¨¢ndo el Atl¨¦tico goza sufriendo o cu¨¢ndo sufre gozando. No lo supo el Liverpool, al que el Atl¨¦tico hizo peor de lo que es sin que el propio Atl¨¦tico fuera mejor de lo que pudiera ser.
No es casual que el mejor Atl¨¦tico de la temporada aflore ante el Bar?a, el Madrid, el Valencia, el Juventus o el Liverpool. Cuando se ve de telonero es m¨¢s temible que nunca. Entonces, aceptada sin tapujos su escala inferior, el cuadro colchonero se esmera hasta lo turbador por jugar a que no se juegue. Llegadas las grandes citas, no ante esos adversarios que le tratan a lo Simeone, el Atl¨¦tico lo mismo desata una crisis en el Bar?a que lleva al mejor Madrid al l¨ªmite o mete en un charco al intachable Liverpool.
Es el Atl¨¦tico tan capaz de asumirse a s¨ª mismo, sea o no sea lo que quiere hacer creer que es, como de desconcertar a sus rivales m¨¢s reputados. Le pas¨® al equipo de Klopp, un club que hace ya meses que descorch¨® la rutilante Premier que finalizar¨¢ en mayo. Un conjunto tan temido como admirado que, de repente, se sinti¨® en el Metropolitano como el peor Liverpool del curso. Sus aclamados zagueros dieron el cante en un gol y sus glorificados delanteros abanicaron a Oblak. M¨¦ritos y enredos rojiblancos.
Van Dijk y Joe G¨®mez, los centrales reds, hab¨ªan concedido solo un gol en los ¨²ltimos 10 partidos en los que fueron pareja. En el Wanda fueron dos estalactitas en el prematuro tanto de Sa¨²l. Man¨¦ y Salah, los fabulosos extremos que le adornan, perdieron tantos duelos que Klopp los despidi¨® mucho antes del final.
As¨ª es el Atl¨¦tico cuando se mete en faena. Lo mismo da que los marcadores de Man¨¦ y Salah fueran Vrsaljko ¡ªque ha estado casi un a?o sin jugar¡ª y Lodi ¡ªal que amarga Simeone por su a¨²n poca c¨¢tedra defensiva¡ª. Y no importa que al Atl¨¦tico le resulten 14 ochomiles cazar un gol. Si lo pilla ca¨ªdo del cielo, caso del de Sa¨²l, lo explota sin rubor desde el minuto cuatro. Simeone cav¨® la trinchera mientras entrenaba al equipo, a los muchachos intendentes que devuelven (o no las pelotas) y a esa hinchada que por m¨¢s que haya d¨ªas que tuerza el morro ante rivales del pelot¨®n hace tiempo que metaboliz¨® que no hay m¨¢s dogma que valga que el simeonismo.
Sin pegas, sin zarandajas, sin gaitas estil¨ªsticas, todos asumieron que era otro d¨ªa para la heroica resistencia de la voluntariamente forzada debilidad. El Liverpool se desquici¨® tanto que se olvid¨® el asalto de Anfield. L¨®gico. ?Qui¨¦n querr¨ªa otra sesi¨®n de sacamuelas?
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