Los tres madridistas de Alf¨¦s
En este pueblo catal¨¢n de 300 habitantes, 10 kil¨®metros al sur de Lleida, solo hay tres aficionados del Real Madrid. Uno de ellos es el due?o del ¨²nico restaurante del lugar, punto de encuentro para ver ElCl¨¢sico de este domingo
Alf¨¦s es un pueblo que aparece entre la niebla a 13 kil¨®metros al sur de Lleida donde viven poco m¨¢s de 300 habitantes. Tiene una iglesia rom¨¢nica, destruida en la Guerra Civil y reformada en los a?os 80, dedicada a San Pedro; una ermita para San Salvador; una gasolinera; un campo de f¨²tbol abandonado que a¨²n conserva las redes de las porter¨ªas; un restaurante y tres aficionados del Real Madrid. Aunque no todos los saben. ¡°?No! Aqu¨ª no hi ha cap madridista¡± [Aqu¨ª no hay ning¨²n madridista], clama un hombre mayor con la piel arrugada antes de cerrar, desconfiado, el port¨®n de su garaje y dejar la calle otra vez desierta.
El vecino desinformado quiz¨¢ no frecuent¨® ¨²ltimamente el Casal d¡¯Alf¨¦s, el ¨²nico restaurante del pueblo, una concesi¨®n municipal que regenta, desde hace tres a?os, Gregorio Pifarre, un cocinero ilerdense de 48 a?os, que se atrevi¨® a incluir en la barra del bar un bander¨ªn del equipo merengue para explicitar sus preferencias futboleras. Un cliente confiesa por lo bajo que "hay dos m¨¢s por el pueblo¡±. En el Casal d¡¯Alf¨¦s, los d¨ªas de partido, nadie quiere ponerse del lado blanco en el futbol¨ªn. Y este domingo, cuando queden a cenar all¨ª para ver el Real Madrid-FC Barcelona, menos. Todos contra Gregorio. En Alf¨¦s, los cul¨¦s van a ver ElCl¨¢sico a la casa del madridista, que les da de cenar.
Pifarre hizo el camino inverso al de los j¨®venes que dejan el pueblo. Hace cinco a?os cogi¨® el traspaso de un local en Lleida que una noche, al poco tiempo de abrirlo, fue pasto de las llamas a causa de un cortocircuito. Lo perdi¨® todo. Recibi¨® una oferta de un restaurante espa?ol en Londres y, cuando estaba a punto de emigrar, un conocido le habl¨® de Alf¨¦s. ¡°Vine a ver el lugar, me pareci¨® muy acogedor y aqu¨ª estoy¡±, resume, siempre detr¨¢s de la barra de zinc del restaurante. ¡°Ahora tenemos un men¨² mucho m¨¢s amplio¡±, afirma.
Por la noche, Pifarre estar¨¢ casi siempre metido en la cocina. ¡°Y si se ponen pesados los del Bar?a ya me quedo all¨ª, no salgo¡±, asegura. Los fines de semana lo ayuda su hija Sara, que a los 18 a?os cursa el segundo a?o del grado medio de hosteler¨ªa en Lleida. La ¨²nica forma de ir desde Alf¨¦s hasta all¨ª en transporte p¨²blico es en el autob¨²s que pasa cada d¨ªa a las ocho de la ma?ana, a la una, a las tres y a las siete de la tarde y que toma la carretera que baja gambeteando hacia la autopista LL-2, la principal arteria de entrada al sur de la ciudad.
El alcalde de Alf¨¦s, Hilari Guiu, dice que ¡°antes, mucha gente trabajaba en la autopista y otros en la gasolinera" pero que el 90% de las personas all¨ª ahora son payeses. El pueblo cuenta con una cooperativa de vecinos que aportan aceite de oliva, carne o leche entre otras cosas. Hasta hace poco la agricultura de secano era el distintivo de la regi¨®n, pero comenzaron a plantar tambi¨¦n fruta, ¡°que s¨ª requiere sistemas de regad¨ªo¡±, explica Marc Bargu¨¦s, el mec¨¢nico del pueblo. ¡°Eso me trajo al taller nuevos tractores que reparar, m¨¢s peque?os¡±, agradece.
En la mesa que gobierna el sal¨®n del restaurante en el Casal, mientras tanto, el exalcalde Ramon Mart¨ª comparte la cena con su amigo Jos¨¦ Mar¨ªa Esteve, ilerdense de 71 a?os y segundo madridista que aparece en el pueblo. En la televisi¨®n juega el Bar?a y Esteve aplaude cuando el rival marca un gol. ¡°Mi esposa es de aqu¨ª y nos mudamos hace unos a?os desde Lleida¡±, cuenta. ¡°Cuando empec¨¦ a ver f¨²tbol, el Madrid ganaba. Ten¨ªan a Gento, a Di St¨¦fano y me hice aficionado¡±, explica. ¡°Me pico mucho con Ram¨®n¡±, dice despu¨¦s de festejarle el gol en el rostro. ¡°Pero siempre con buen rollo¡±, asegura Esteve, cuyo hijo se fue a Madrid para trabajar en una de las grandes consultoras ubicadas en las Cuatro Torres.
En Alf¨¦s no hay casi cobertura m¨®vil. S¨ª una red de wifi p¨²blica del Ayuntamiento. Al Casal bajan todos. Los concejales, el alcalde, los ganaderos m¨¢s importantes de la zona o el alguacil, que degusta unos calamares mientras ve el f¨²tbol y habla de Pifarre: ¡°Gran cocinero, buen bar, ?pero es del Madrid! Es la ¨²nica pena que tiene¡±. El alguacil se llama Sebasti¨¤ Ros y es un exganadero de 61 a?os que se cambi¨® de trabajo por lo agotador que resulta el cuidado de los terneros. Fue su hijo Adri¨¤, masajista del club de hockey sobre patines Vilasana y de los vecinos de Alf¨¦s, quien le regal¨® el bander¨ªn a Pifarre. ¡°De haber sabido que lo colgar¨ªa all¨ª no se lo hubiera dado¡±, dice.
Por momentos el bar se convierte en un plat¨® de tertulianos. Que si un jugador es extremo o delantero centro, que la planificaci¨®n de la plantilla, que las caracter¨ªsticas de un defensa lateral. El debate es profundo y por momentos t¨¦cnico, pero no se ve ninguna camiseta del Barcelona. Ni siquiera en un d¨ªa de partido. S¨ª algunos ch¨¢ndales del CE Alf¨¦s, el club del pueblo que logr¨® jugar en Segunda o en Tercera Regional hasta hace algunos a?os. ¡°La pasi¨®n se ha ido relajando a medida que fuimos ganando todo¡±, dice otro cliente.
En el camino que baja hacia el campo abandonado hace su ejercicio diario el tercer y ¨²ltimo aficionado del Real Madrid que vive en Alf¨¦s. ¡°Me gustan los dos equipos, ?no lo digas muy alto por aqu¨ª!¡±, dice Ignacio Espasa, de 91 a?os. Su casa tiene m¨¢s de cuatro siglos. Es uno de los monumentos del pueblo, llamado Casa de les Doctores, una de las pocas fachadas que sobrevivi¨® a los destrozos de la Guerra Civil. Todas las dem¨¢s son bastante nuevas. A pocos kil¨®metros de Alf¨¦s hay un aer¨®dromo que cerr¨® hace cuatro a?os y que nunca lleg¨® a ser aeropuerto comercial por cuestiones medioambientales y que sirvi¨® de base, durante la guerra, para el ej¨¦rcito republicano. Espasa, que por entonces ten¨ªa seis o siete a?os, recuerda un combate de aviones en el cielo de su pueblo. ¡°Aqu¨ª arriba¡±, se?ala con el dedo.
El viejo Espasa, que ya baja poco al Casal, pero que no se pierde ning¨²n partido por televisi¨®n, asegura que Joaqu¨ªn Murillo, exdelantero del Real Valladolid CF y de la Selecci¨®n, e Isacio Calleja, defensa del Atl¨¦tico de Madrid, campe¨®n de Europa en 1964 con Espa?a, entrenaron en el campo de Alf¨¦s mientras hac¨ªan el servicio militar obligatorio. ?l jug¨® 15 a?os con su hermano Pepito para el equipo del pueblo en todas las posiciones. Su ¨²ltimo partido fue como portero, recuerda, y muestra los primeros calcetines de f¨²tbol que us¨®. ¡°Tienen 70 a?os¡±, dice mientras ense?a las medias blaugranas. Como a Esteve, lo cautiv¨® el Madrid de Alfredo di St¨¦fano.
El f¨²tbol es una excusa para seguir siendo amigos en Alf¨¦s, un punto de encuentro. ¡°Cuando vamos al restaurante, venimos a cenar como 30 o 40 personas. Esto no pasa en ning¨²n pueblo¡±, agrega el alguacil Ros, el hombre que est¨¢ pendiente de casi todo. ¡°En Alf¨¦s no pasa nada. Es muy tranquilo¡±. Pero cuando pasa, el alguacil debe ocuparse: del suministro de agua, de la iluminaci¨®n. ¡°Cuando la gente tiene un problema llama a la puerta de mi casa¡±. Aunque no se dejan llevar por la desmesura cuando ven un partido de f¨²tbol, prefieren no ver una camiseta del Real Madrid. Gregorio Pifarre nunca se atrevi¨® a usar una. ¡°Si este fin de semana molestan, me meto a la cocina¡±, dice, en referencia al encuentro que el domingo a las nueve de la noche disputar¨¢n el Real Madrid y el FC Barcelona en el Santiago Bernab¨¦u. A¨²n no ha podido ver un partido en ese estadio. ?l los juega desde los fogones y, de vez en cuando, sale al sal¨®n a gritar un gol. La especialidad de la casa siguen siendo los cargols (caracoles) a la llauna.