?Tiene sentido jugar sin tu gente?
No hay ni ese gracioso de siempre que se me acerca para formular esa pregunta que cree original: ¡°?Qu¨¦, Zubi, hoy con qui¨¦n vas?¡±
Es mi¨¦rcoles, d¨ªa de Reyes, a eso de las 19.00 y me preparo para salir hacia San Mam¨¦s. Me espera un nuevo Athletic-Bar?a, un cl¨¢sico de la Liga, uno de esos partidos que se viven a tope en esta ciudad en la que el Athletic es mucho m¨¢s que un equipo de f¨²tbol, es un signo de identidad y cohesi¨®n aunque no te guste el f¨²tbol, yo dir¨ªa que hasta si no te gusta el Athletic.
Hace fr¨ªo y hay que abrigarse bien que la noche se presenta g¨¦lida. Cuando llego a la entrada del metro veo que la afluencia es m¨ªnima. ?Ser¨¢ el fr¨ªo? No hay bufandas ni camisetas m¨¢gicas ni bolsas de pl¨¢stico llenas con los bocadillos que, en el descanso, ser¨¢n la celebraci¨®n de un resultado favorable o la materia prima que permitir¨¢ mantener la esperanza a pesar de un resultado adverso.
No hay gente, no hay ruido, no hay cantos al viento, no hay teor¨ªas sobre c¨®mo parar a Messi o sobre el supuesto origen vasco de Leo que le permitir¨ªa jugar con la rojiblanca (so?ar es libre). O como dice un amigo m¨ªo muy bilba¨ªno: ¡°Pues mira, ni aunque quiera Messi va a jugar en el Athletic¡±. Y se queda tan ancho.
No hay ni ese gracioso de siempre que se me acerca para formular esa pregunta que cree original: ¡°?Qu¨¦, Zubi, hoy con qui¨¦n vas?¡±. Ni tengo que sacar de mi chistera la respuesta m¨¢gica: ¡°Hombre, eso ni se duda, hoy voy con los m¨ªos¡±.
Y a esperar que llegue la parada de San Mam¨¦s.
Llego al nuevo estadio del Athletic y el silencio, la neblina y el fr¨ªo envuelven a esa explanada pensada para noches como esta en las que se agrupan seguidores de toda la di¨¢spora para, aprovechando el tiempo extra de las Navidades, acercarse para revivir todos los sue?os y mitos que otras veces tienen que ver por la televisi¨®n. Nadie. Bueno, un coche de los municipales y cuatro personas en la entrada autorizada para acceder al estadio.
Me siento, por una parte, un privilegiado autorizado para asistir al partido y, por el otro, reflexiono sobre si tiene sentido jugar sin tu gente. Bueno, me consuelo en que he venido a retransmitir el partido y que eso ayudar¨¢ a muchos a sentirse por un momento en el terreno de los sue?os que es un campo de f¨²tbol.
Lo describ¨ªa maravillosamente el actual entrenador rojiblanco Marcelino cuando, m¨¢s por gestos que con palabras, nos hablaba de una extra?a sensaci¨®n, un ¡°otro f¨²tbol¡± jugado en el vac¨ªo de uno de los estadios m¨¢s calientes y donde esos ¨²ltimos 90 segundos despu¨¦s del gol de Muniain que reduc¨ªa la diferencia en el marcador hubieran sido eternos para el Bar?a con la grada soplando las extenuadas velas del Athletic en busca del pen¨²ltimo milagro de San Mam¨¦s.
Ni siquiera eso, ni una pelota a la olla ni un uyy! ni un ayy! que permitieran volver a casa con el consuelo de ese ¡°casi empatamos¡± que deja de lado las discusiones sobre sistemas y modelos y lleva esa leve luz de esperanza dentro de la derrota. Ni ese sentirse uno de tantos para sufrir juntos.
Acaba el partido, acaba el programa y me vuelvo en taxi a casa. El metro est¨¢ cerrado y el toque de queda aconseja el desplazamiento en coche. Intento aclararme en ese laberinto de contradicciones cuando veo una comunicaci¨®n en mi m¨®vil sobre la invasi¨®n del Capitolio en Washington. Entro en el link y mis ojos se vuelven incr¨¦dulos.
Y yo, que a?oraba las aglomeraciones y las pasiones, me veo desbordado, de nuevo, por la actualidad.
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