Un rinc¨®n de f¨²tbol espa?ol infantil en Londres
La escuela del Instituto Espa?ol Vicente Ca?ada Blanch, en la capital brit¨¢nica, ayuda a los chavales a hacerse un hueco en la competici¨®n brit¨¢nica
El primer d¨ªa en que Tom¨¢s Ru¨ªz (Valdepe?as, 45 a?os) se puso a gritar instrucciones desde la banda a los chavales de su equipo, algunos padres se asustaron. Primero, porque muchos de ellos entend¨ªan poco espa?ol. Segundo, porque se imaginaban que lo que sal¨ªa de su boca era una bronca descomunal. ¡°Era la primera temporada, y muchos de ellos se echaron las manos a la cabeza. No entend¨ªan que lo que estaba haciendo era animar y corregir al equipo. Y que los chavales estaban encantados de que lo hiciera¡±. Es un modo de entrenar a la espa?ola, al que los ingleses no est¨¢n acostumbrados. A?os desp...
El primer d¨ªa en que Tom¨¢s Ru¨ªz (Valdepe?as, 45 a?os) se puso a gritar instrucciones desde la banda a los chavales de su equipo, algunos padres se asustaron. Primero, porque muchos de ellos entend¨ªan poco espa?ol. Segundo, porque se imaginaban que lo que sal¨ªa de su boca era una bronca descomunal. ¡°Era la primera temporada, y muchos de ellos se echaron las manos a la cabeza. No entend¨ªan que lo que estaba haciendo era animar y corregir al equipo. Y que los chavales estaban encantados de que lo hiciera¡±. Es un modo de entrenar a la espa?ola, al que los ingleses no est¨¢n acostumbrados. A?os despu¨¦s, ya nadie se sorprende. Y en este largo a?o de pandemia, muchos lo han echado de menos. El f¨²tbol les ha dado un ambiente familiar y c¨®mplice que se agradece cuando se vive lejos de casa. ¡°Los cr¨ªos lo han pasado muy mal durante estos meses. Me esforzaba en hablar con ellos por Zoom, e intentar levantarles el ¨¢nimo. Como es normal, ha vuelto con m¨¢s peso, descentrados. Pero no veas lo poco que les ha costado volver a pillar el tono¡±, explica.
La aventura de Tom¨¢s es modesta pero admirable. En 2012, cuando Espa?a se lam¨ªa las heridas de una crisis que dej¨® a medio pa¨ªs desmoralizado, era entrenador de un club de tercera, el Uni¨®n Polideportiva Plasencia. Antes hab¨ªa sido jugador infantil, en la cantera del Real Madrid, y luego profesional en equipos diversos, como el Sporting Valdepe?as, o el Triana F.C. Una escapada a Londres para participar en un mini campus le cambi¨® la vida. No ten¨ªa nada entre manos, pero decidi¨® que la ciudad le ofrec¨ªa m¨¢s oportunidades que las que encontrar¨ªa a su vuelta. En la calle Portobello, un im¨¢n que concentra en el barrio de Notting Hill un profundo sabor espa?ol, hay un viejo convento que hoy es el Instituto Espa?ol Vicente Ca?ada Blanch. Cualquier otro pa¨ªs habr¨ªa hecho de un lugar tan especial un baluarte de su cultura. Su alumnado lo forman hijos de espa?oles expatriados, o de inmigrantes que se resisten a que su prole pierda un idioma y un modo de entender la vida. O de matrimonios de nacionalidad mixta que apuestan por preservar en la familia esas ra¨ªces. Tom¨¢s ten¨ªa una propuesta: una escuela de f¨²tbol espa?ol, y la posibilidad de competir con escudo propio, el FC Ca?ada Blanch, en las innumerables ligas menores de un pa¨ªs que se precia de haber inventado el deporte. Hoy, la Escuela de F¨²tbol Ca?ada Blanch, tiene entre 90 y 100 alumnos, y sus diferentes equipos ya han dejado huella en las competiciones locales. Los sub-15 han ganado dos a?os consecutivos la Copa Juvenil de Camden & Regents, una liga regional, y fueron semifinalistas en el trofeo internacional Cup No. 1 que se celebr¨® en 2018 en Dinamarca.
En todo ese tiempo, al menos siete de los chavales que ha visto crecer y brillar, han acabado en las canteras de equipos profesionales como el Chelsea o el Tottenham. La escuela ha ofrecido una alternativa intermedia que dif¨ªcilmente existe en Inglaterra, donde los clubes buscan a jugadores ya formados, de cualidades f¨ªsicas excepcionales y dispuestos a rendir desde el principio. Entre ese nivel de exigencia y el f¨²tbol base, hab¨ªa un terreno por explotar que Tom¨¢s ha sabido aprovechar. ¡°Y todo se ha mezclado para bien, porque mis jugadores vienen de un entorno ingl¨¦s y de otro espa?ol. Hemos usado lo mejor de ambos mundos, y ellos lo absorben con gran naturalidad¡±. ?Qu¨¦ has aprendido del f¨²tbol ingl¨¦s? ¡°La elegancia, el fair-play, la ausencia de esa picaresca espa?ola, el respeto al ¨¢rbitro y al rival. Es un f¨²tbol m¨¢s limpio¡±, cuenta.
-Nadie lo dir¨ªa al ver la reacci¨®n de los aficionados despu¨¦s de la derrota contra Italia en la final de la Eurocopa.
-¡±Eso es otra cosa. Es innegable que llevan un demonio dentro, que se desata sobre todo cuando beben o cuando sus expectativas se frustran¡±, explica Tom¨¢s. ¡°Pero curiosamente por eso mismo, se reprimen mucho, y se exigen a s¨ª mismos mucha contenci¨®n. No hay m¨¢s que ver lo seria que se ha puesto la Asociaci¨®n de F¨²tbol inglesa con los abusos racistas¡±.
El Brexit, como ha hecho con muchas otras cosas, ha estropeado ese maravilloso puente que constitu¨ªa la escuela de f¨²tbol. ¡°Aqu¨ª los padres se conoc¨ªan entre ellos, surg¨ªan nuevas relaciones y amistades. Y todos aprend¨ªan de todos. El Brexit nos ha fastidiado, porque el colegio tendr¨¢ menos ni?os a partir del a?o que viene. Va a ser mucho m¨¢s dif¨ªcil que la gente venga a Londres. Vamos a perder mucho con este desastre¡±, se lamenta.
Aguantar¨¢ mientras pueda. Cada tarde comienza, al terminar las clases, su rutina. Primero con los m¨¢s peque?os, de seis, siete y ocho a?os. Observar a cada uno de esos seres min¨²sculos es toda una lecci¨®n. El t¨ªmido y retra¨ªdo que se abre a los dem¨¢s con un bal¨®n en los pies. El perezoso que aprovecha cada descuido de los profesores -Tom¨¢s cuenta con dos ayudantes- para esconderse en la esquina del recreo. El lanzado que ya se recorre el patio sin bajar la mirada, pegado a la pelota. ¡°Ese es un figura. Lo fue desde el primer d¨ªa¡±, dice con orgullo el entrenador.
Y luego, a cargar todo el material para irse hasta los campos cercanos de la Academia Westminster, un colegio p¨²blico ingl¨¦s al que Tom¨¢s ha conseguido camelar para que le alquilen sus instalaciones. Dos campos en medio de v¨ªas de tren, bajo pasarelas urbanas y rodeados del tr¨¢fico de Londres de cada tarde. Las camisetas oficiales se las regala su amigo Sergio Dionisio, un portugu¨¦s loco del f¨²tbol que mont¨® su peque?a empresa de limpieza hace veinte a?os en la capital brit¨¢nica. Habla de Tom¨¢s con cari?o y admiraci¨®n, como muchos otros padres para los que la escuela ha sido un enganche providencial con su propio pasado. A lo lejos, se oye al entrenador soltar un par de gritos a los chavales. Todos ellos sentados en el centro del campo. Se le estaban desperdigando, sin prestar la atenci¨®n debida. Escuchan con seriedad a quien les ha tomado en serio desde el primer momento.
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