Con todos ustedes, el nuevo f¨²tbol
?Se acuerdan del cl¨¢sico? Este a?o el inter¨¦s lo robar¨¢ el PSG contra el City
Lo que trajo el que no vino. Durante el verano, Mbapp¨¦ estuvo todos los d¨ªas a punto de subirse a un avi¨®n para llegar al Madrid. Al final de la tarde, el aterrizaje se aplazaba unas horas. Nunca lleg¨®. La primera consecuencia del fichaje frustrado es que termin¨® con semanas de fantas¨ªa medi¨¢tica, demostraci¨®n de que, para cargarse una buena idea, no hay nada mejor que exagerar. La segunda es la evidencia de que el f¨²tbol pas¨® de ser una cuesti¨®n t¨¦cnica y sociol¨®gica a una cuesti¨®n econ¨®mica. Quien quiera ejercer de periodista deportivo, que estudie econom¨ªa. La tercera tendencia es que dentro de la cultura del impacto en la que estamos, incluso el Real Madrid, que es el ¨²nico imperio conocido que no conoce la decadencia, necesita de un Mbapp¨¦ para darle una mano de pintura al mito. El ruido le gana a la discreci¨®n, la econom¨ªa al juego y el individuo al club.
Messi sobrevive a la confusi¨®n. Para m¨¢s desconcierto, Messi apareci¨® en la tele con una camiseta rara y conmocion¨® al f¨²tbol. Jug¨® 30 minutos a su manera, sin ning¨²n af¨¢n exhibicionista. Un d¨ªa Maradona pas¨® por Madrid en un tiempo en el que a¨²n no exist¨ªan los m¨®viles y llam¨® a mi casa dos o tres veces sin encontrarme. A la cuarta atend¨ª y me dijo una genialidad de las suyas: ¡°Qu¨¦ dif¨ªcil es encontrarte¡ ?qui¨¦n te cre¨¦s que sos, Maradona?¡±. En broma o en serio, Diego tuvo una conciencia muy temprana de su inalcanzable posici¨®n. Messi, no. Hay como una desarmon¨ªa entre esa personalidad discreta y el destino grandioso que le fue concedido. Solo es un ¡°ser superior¡± dentro del campo; fuera, es un t¨¦rmino medio: lleva a los hijos al colegio, no hace declaraciones filosas, vive al margen del ruido social y medi¨¢tico. He aqu¨ª un jugador antiguo protagonizando el f¨²tbol moderno.
Ser o no ser. Messi con otra camiseta hac¨ªa f¨ªsica la idea de que no pasar¨¢ a la historia como genio del Bar?a, sino como genio del f¨²tbol. Un ingrediente m¨¢s del flujo interminable de problemas que aflige a este Bar?a. El club parece atrapado entre los dientes de una trampa econ¨®mica que obliga a decisiones sorprendentes como regalar a Messi, prestar a Griezmann o vender a Ilaix y Emerson. Pero el peor vaciamiento es el de su pueblo futbolero, que en una tercera parte a¨²n no ha renovado sus abonos de socio. Un sorprendente debilitamiento de la identidad cuando el club m¨¢s necesita de su gente, pero tambi¨¦n un s¨ªntoma de que la deriva economicista del f¨²tbol est¨¢ produciendo un peligroso desapego. Un club de f¨²tbol siempre fue una patria chica construida con la fuerza hereditaria de la tradici¨®n, con ¨ªdolos que operan como pr¨®ceres y logros que son conquistas colectivas. Habr¨¢ que empezar a preguntarse: ?qu¨¦ es un club hoy? ?Y qu¨¦ es el f¨²tbol?
A m¨¢s dinero, menos sentimiento. El f¨²tbol fue siempre un entretenimiento que convoca al sentimiento de miles de desinteresados dispuestos a dejarse su dinero y, si es necesario, a amargarse la vida en la lucha por el bien; esto es, por su club. ?Se acuerdan del cl¨¢sico? Un partido entre vecinos orgullosos en un pulso que interesaba al mundo. Pues esta temporada ese inter¨¦s lo robar¨¢ el PSG frente al City, dos clubes que hace 10 a?os eran irrelevantes y ahora son aspiradoras estatales de talento. ?Se acuerdan de la fiereza del f¨²tbol sudamericano? Pues ahora ni siquiera se indignan cuando Europa amaga con no cederle los jugadores para las eliminatorias de selecci¨®n. ?Se acuerdan cuando los ¨ªdolos se llamaban Butrague?o, Ra¨²l o Casillas? A este paso, el pr¨®ximo ¨ªdolo se llamar¨¢ Florentino P¨¦rez. Se?oras y se?ores, con todos ustedes, el nuevo f¨²tbol.
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