El campe¨®n que no para de reinventarse
Por mucho que nos parezca el jugador de siempre, su tenis ha cambiado para afrontar los nuevos desaf¨ªos
Minutos despu¨¦s de ganar el Open de Australia, Rafael Nadal requiri¨® una silla durante los discursos que precedieron a la entrega del trofeo, el 21? en su cuenta de Grand Slams. Estaba destrozado por el esfuerzo. Con 35 a?os, la fatiga, la alopecia y los marcados rasgos de su rostro delataban a un adulto, a un gran campe¨®n adulto. Atr¨¢s quedaba la imagen de otro Nadal, el tenista que irrumpi¨® en el circuito profesional como un guerrero apache y sali¨® vencedor de Roland Garros 2005: melena espesa, badana, pantalones pirata y toneladas de energ¨ªa. En este largo viaje, Nadal ha producido una notable pirueta. Es un caso de soterrada y constante reinvenci¨®n.
Con 22 a?os, derrot¨® en cinco sets a Roger Federer en una memorable final del Open de Australia, su ¨²nico t¨ªtulo en el torneo hasta su victoria sobre Medvedev. Igual que ahora, se destacaba su desbordante esp¨ªritu competitivo, la sabidur¨ªa t¨¢ctica y la capacidad para imponerse a errores, decepciones y sufrimiento. El discurso no ha variado. Sostiene la invariable percepci¨®n que produce Nadal, pero evita identificar la transformaci¨®n de un jugador que ha destruido el sinf¨ªn de t¨®picos y pron¨®sticos que presidieron el comienzo de su trayectoria profesional.
Su capacidad para reinventarse comenz¨® pronto. Es diestro, pero desde peque?o juega con la izquierda. De su zurdera ha obtenido considerables ventajas. Curtido desde ni?o en las pistas en Manacor, se le anticip¨® un excelente futuro en los torneos de tierra batida. No tard¨® en confirmarlo. Con 18 a?os, gan¨® el primero de sus 13 t¨ªtulos en Roland Garros. Sorprendi¨® por su juventud, pero no result¨® novedoso en el tenis espa?ol. Entre 1993 y 2005, cuatro espa?oles ganaron el torneo parisino: Sergi Bruguera en dos ocasiones, Carles Moy¨¤, Albert Costa y Juan Carlos Ferrero. Excepto Moy¨¤, todos sufr¨ªan en las pistas r¨¢pidas. A Nadal se le adjudic¨® la misma etiqueta.
A diferencia de la mayor¨ªa de tenistas espa?oles, que se sent¨ªan inc¨®modos en la hierba de Wimbledon o no acud¨ªan al torneo londinense, Nadal disput¨® el torneo inmediatamente despu¨¦s de vencer en Roland Garros. Le elimin¨® el luxemburgu¨¦s Gilles M¨¹ller en la segunda ronda. Un a?o despu¨¦s, en 2006, Nadal atraves¨® por todas las rondas y disput¨® la final de Wimbledon contra Federer. Perdi¨® en cuatro sets. En un a?o hab¨ªa retirado la etiqueta de jugador unidimensional. Dos veranos despu¨¦s, en 2008, derrot¨® al suizo en una de las finales m¨¢s c¨¦lebres del tenis.
Nadal, el jugador de servicio d¨¦bil y fondo de pista, se adapt¨® a la hierba y venci¨® al mejor tenista que ha visto Wimbledon. Para 2010, hab¨ªa conquistado los cuatro torneos del Grand Slam. En menos de cinco a?os, revent¨® todos los pron¨®sticos sobre su destino. Tambi¨¦n asomaron tempranas dudas sobre la duraci¨®n de su trayectoria. Se dijo que la tremenda exigencia f¨ªsica de su estilo de juego auguraba una corta trayectoria. En Australia, con 35 a?os, se ha convertido en el cuarto campe¨®n de mayor edad.
El proceso de readaptaci¨®n no se ha detenido nunca. Nadal ha mejorado apreciablemente su saque, utiliza el rev¨¦s con sabidur¨ªa y no teme asomarse a la red si la situaci¨®n del partido lo demanda. Su lastimado f¨ªsico tambi¨¦n le ha exigido modificaciones en la manera de pisar y moverse, sin perder eficacia por el camino. Por mucho que nos parezca el Nadal de siempre, su tenis ha cambiado en todos los aspectos que necesitaba para afrontar nuevos desaf¨ªos, tanto en la pista como en el campo temporal. Dos generaciones de magn¨ªficos tenistas se han rendido frente al magisterio de Nadal, Federer y Djokovic en los ¨²ltimos 20 a?os. Cuando se trata de fen¨®menos, las ¨¦pocas no cuentan. Ellos las definen y las trascienden. Nadal ha vuelto a proclamarlo.
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