Zamparini, el hombre que destituy¨® a 65 entrenadores en 32 a?os
El legendario presidente del Palermo, fallecido la semana pasada, descubri¨® a jugadores como Dybala, Pastore o Cavani y llev¨® al club a los m¨¢s alto de su historia
La volatilidad pol¨ªtica en Italia es extremadamente alta. El pa¨ªs ha tenido 67 gobiernos y 30 primeros ministros desde 1945. La esperanza de vida de un jefe del Ejecutivo ronda los 14 meses, un tiempo en el que es casi imposible construir algo que no se tambalee. No hay nada comparable en el mundo occidental a esa fragilidad institucional. O casi nada. Maurizio Zamparini, un talento fuera de lo com¨²n, tambi¨¦n un tipo algo antip¨¢tico y malcarado, logr¨® nombrar y destituir a 65 t¨¦cnicos en 32 a?os. Lo hizo como presidente del Palermo y del Venezia, en arrebatos de furia y de una suerte de epifan¨ªas de mercado ¡ªuna religi¨®n en Italia solo para grandes devotos¡ª que le llevaron a descubrir a jugadores como Dybala, Cavani, Ilicic, Belotti, Pastore, Luca Toni o el Mudo V¨¢zquez mientras fue presidente del Palermo. ?l, en cambio, s¨ª logr¨® construir un legado fabuloso antes de fallecer esta semana pasada a los 80 a?os.
Zamparini era el t¨ªpico presidente a?os ochenta, puede que el ¨²ltimo directivo de un calcio que ya no existe edificado en la cuenta bancaria de visionarios que persegu¨ªan sue?os con una bufanda al cuello. No cogi¨® el equipo de su ciudad o de su regi¨®n, sino que busc¨® un club que tuviera los elementos b¨¢sicos para cultivar su pasi¨®n por el f¨²tbol. En sus ratos libres era constructor y gestionaba una cadena de supermercados (MZ, por sus iniciales), porque la jornada la dedicaba a ver, hablar y comprar f¨²tbol. Primero fue presidente del Venezia, al que logr¨® ascender a la Serie A. Tuvo ah¨ª algunas pol¨¦micas a cuenta del viejo estadio Pier Luigi Penzo, pero su gesti¨®n fue la semilla que mantuvo al club en lo alto y que le permiti¨® tambi¨¦n este a?o recuperar la m¨¢xima categor¨ªa. Luego compr¨® el Palermo, que hab¨ªa sido de Franco Sensi (propietario de la Roma, que se deshizo de ¨¦l al no permitirse tener dos equipos que pudiesen cruzarse). Y ah¨ª exhibi¨® su prodigiosa intuici¨®n.
El club hizo temporadas memorables y lleg¨® a lo m¨¢s alto de su historia. Lo llev¨® desde la Serie C a Europa. Se clasific¨® para la Copa de la UEFA, primero, y para la Europa League, luego. Adem¨¢s, logr¨® el fichaje de jugadores por los que terminar¨ªan pag¨¢ndose fortunas y de siete de los campeones italianos del Mundial de 2006. Zamparini entend¨ªa bien el juego y ten¨ªa muy buen gusto para los fichajes (a Pastore le contrat¨® despu¨¦s de verle controlar un bal¨®n de tac¨®n). Quiz¨¢ por eso los entrenadores duraban menos con ¨¦l que los primeros ministros italianos. A dos (Giuseppe Iacchini y Davide Ballardini), los liquid¨® justo despu¨¦s de ganar un partido cuando el equipo ya estaba en la Serie A.
En la ciudad lo acogieron al principio con desconfianza. ?Qu¨¦ hac¨ªa un tipo del norte, friulano nada menos, quiz¨¢ el lugar m¨¢s a las ant¨ªpodas de Palermo, al frente de los rosaneri? Dur¨® poco y conquist¨® a los sicilianos, que apreciaron su pasi¨®n. Fogoso, combativo, viv¨ªa con tanta ansiedad los partidos que antes de que terminasen se iba al aparcamiento, pon¨ªa la radio y daba vueltas en su coche alrededor del estadio para intentar relajarse. No logr¨® contener su ira, sin embargo, con los 40 entrenadores que contrat¨® y despidi¨® solo como presidente del Palermo. Pasaron por la caseta tipos como Stefano Pioli, Gattuso o Gasperini. Fueron los a?os dorados. Hasta que las deudas y un irrefrenable impulso por tirar de chequera cuando se enamoraba de alg¨²n jugador quebraron al club y tuvo que venderlo bajo una gran pol¨¦mica que le dej¨® muy tocado.
Zamparini dej¨® entonces el f¨²tbol y se dedic¨® a su familia, a los cinco hijos que adoraba. Pero Armando, el peque?o, muri¨® el pasado octubre cuando solo ten¨ªa 23 a?os. Los amigos del padre cuentan que desde ese d¨ªa se apag¨®, se dej¨® ir. Y fue con cierta amargura por no ver reconocidos sus logros. El magistrado antimafia Piero Grasso, gran aficionado del club, lo contaba en La Repubblica. ¡°Nos hizo so?ar y la ciudad no se lo pag¨®. No se hizo rico con el f¨²tbol, m¨¢s bien perjudic¨® mucho a sus propias finanzas. Pero en Italia hay que morir para ver reconocidos tus m¨¦ritos¡±. Ahora todo el pa¨ªs corri¨® a hacerlo.
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