Contra el olvido
En ¡®Los a?os del jogo bonito¡¯, Juan Tejero y Jaime Rinc¨®n eligen 36 conjuntos futbol¨ªsticos que dejaron huella en la historia del deporte

El paso del tiempo es inexorable. Tambi¨¦n para aquellos que, un d¨ªa, parecieron inmortales. Hay equipos que marcaron una ¨¦poca y cuyo tiempo en la memoria de los aficionados entra poco a poco en la fase de descuento. Principalmente porque los hinchas que los disfrutaron- los que con su pasi¨®n, su asombro y veneraci¨®n los encumbraron a una suerte de Olimpo del imaginario popular- empiezan a escasear. Los relatos orales de los que fueron testigos de aquellas haza?as, los recortes de prensa escrita y los v¨ªdeos de la ¨¦poca luchan hoy contra una potencia audiovisual y un ritmo que, a ojos estrictamente contempor¨¢neos, convierte en un acto de fe may¨²sculo el imaginarse a aquellos equipos como lo que realmente fueron.
Para mantener el recuerdo activo son fundamentales libros como Los a?os del jogo bonito (Bookland), en el que Juan Tejero y Jaime Rinc¨®n eligen 36 conjuntos futbol¨ªsticos que dejaron huella en la historia del deporte. Desde la selecci¨®n uruguaya que compiti¨® entre 1924 y 1930 al m¨ªtico Brasil de los 70, pasando por el Stade de Reims de mediados del siglo pasado o el Manchester United de finales de los 60. Una colecci¨®n de equipos de aquellos que van unidos al nombre de alguno de sus mejores jugadores: al Arsenal de Chapman, el Torino de Mazzola el River Plate de Labruna, el Honved de Budapest, el Madrid de Di St¨¦fano o el Barcelona de Kubala, el Celtic de Glasgow de Jimmy Johnstone, el Estudiantes de la Plata de Bilardo. Cada uno de los equipos seleccionados va acompa?ado de su historia y la de sus integrantes. En el caso de aquellos jugadores que fueron claramente los l¨ªderes de sus escuadras, se a?ade un perfil.
Hay algo en el libro que evoca permanentemente un f¨²tbol ya desaparecido. De una plasticidad y una naturalidad singulares. Podr¨ªa ser la forma de posar y de mirar a c¨¢mara de los futbolistas -con la fila inferior de los onces iniciales agachada en cuclillas-. O quiz¨¢s las camisetas, sencillas, a veces, incluso, sin escudo; y todas ellas sin publicidad. Tal vez se trata de las botas monocolores; es decir, negras. O puede que se trate de los cuerpos de los deportistas, alejados en muchos casos de lo que hoy se esperar¨ªa para un futbolista de ¨¦lite. Jugadores, equipos y camisetas que evocan otros tiempos y otro balompi¨¦. Que ayudaron a levantar el templo del f¨²tbol tal como hoy lo conocemos.
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