Los deportistas pagan los errores de los pol¨ªticos
Las sanciones van afectando incluso a atletas rusos que se han mostrado contrarios al rumbo b¨¦lico que ha tomado Mosc¨²
Atendiendo al pasado reciente, cuesta atreverse a decir que vivimos tiempos complicados. Anticiparse a lo que pueda ocurrir ma?ana parece m¨¢s incierto que nunca. El conflicto armado desatado por Rusia en Ucrania nos tiene en vilo desde hace d¨ªas, rompiendo esquemas que damos por inamovibles en tiempos de paz. El respeto a unas reglas que parecen irrompibles ha saltado por los aires en cuesti¨®n de horas, dej¨¢ndonos ante escenas que cre¨ªamos propias de antiguos libros de historia.
Aunque ser¨ªa ingenuo trazar una l¨ªnea divisoria entre la pol¨ªtica y el deporte, ¨ªntimamente entrelazados en tantos niveles, nunca me ha gustado unirlos de manera estrecha en el d¨ªa a d¨ªa. El atleta vive por y para el deporte, y en ocasiones se encuentra en mitad de un tablero del que ni siquiera tiene inter¨¦s en formar parte. Estos d¨ªas estamos viendo efectos colaterales que servir¨¢n como medida de presi¨®n, tomando como rehenes las ilusiones de muchas personas.
Multitud de competiciones han quedado suspendidas en suelo ruso, entidades deportivas tienen en entredicho su participaci¨®n en eventos internacionales de gran inter¨¦s e incluso deportistas a nivel individual se han visto privados de competir por el mero hecho de haber nacido en el pa¨ªs que ahora copa la actualidad. Sin ir m¨¢s lejos, los atletas de los Juegos Paral¨ªmpicos de Rusia y Bielorrusia han visto anuladas de la noche a la ma?ana su participaci¨®n en un torneo con el que habr¨¢n so?ado durante a?os.
Las escenas que estamos viendo son una desgracia humanitaria. Los cientos de miles de refugiados ucranios buscando cobijo fuera de sus fronteras, las familias rotas en pedazos a trav¨¦s de la violencia e infinidad de cuerpos sin vida producidos por la barbarie de la guerra, un fen¨®meno que saca lo peor del ser humano. Rompe el coraz¨®n observar cada d¨ªa c¨®mo las vidas de civiles se truncan en seco, por causas totalmente ajenas a su realidad. Es realmente decepcionante volver a vivir estos hechos en pleno siglo XXI.
Cuando digo que no me gusta mezclar pol¨ªtica con deporte, lo afirmo al considerarlos ¨¢mbitos totalmente distintos. Claramente vinculados en los c¨ªrculos de poder, con una capacidad de influencia grande entre s¨ª, pero guiados por valores que creo diferentes. Puede que compartan en esencia el servicio a los dem¨¢s, la b¨²squeda de un bien com¨²n, y en un mundo ideal podr¨ªan representar dos esferas de superaci¨®n personal. En la pr¨¢ctica, salvo casos aislados, por desgracia no caminan al mismo ritmo.
Como deportista profesional, me pongo en la piel de los atletas rusos. ?Son culpables de las acciones de su gobierno? ?Deben pagar las consecuencias de decisiones pol¨ªticas que en poco les ata?en? Las sanciones van afectando incluso a deportistas que se han mostrado contrarios al rumbo b¨¦lico que ha tomado Mosc¨² en los ¨²ltimos d¨ªas.
El deporte ruso ha vivido en tiempos recientes una realidad. En competiciones como los Juegos Ol¨ªmpicos han podido competir bajo bandera blanca, sin emplear su bandera ni su himno nacional en ning¨²n momento. Es una manera de evitar que el gobierno convierta sus gestas deportivas en haza?as nacionales. Al mismo tiempo, se le priva al deportista de un momento ¨²nico, como es representar la naci¨®n en la que ha crecido y la cultura que representa. Los errores de los pol¨ªticos son pagados por quienes poca responsabilidad pueden tener en ello.
Si hay algo que nos ense?a el deporte es a respetar, a jugar limpio y ayudar a quienes tenemos a nuestro alrededor. Valores que en nuestra sociedad se deber¨ªan poner m¨¢s en pr¨¢ctica en todos los ¨¢mbitos de la vida. Algo que Rusia claramente no est¨¢ haciendo con Ucrania.
Como seres humanos tenemos capacidad de pensar, de analizar y llegar a razonamientos. ?Por qu¨¦ no usar el di¨¢logo para resolver ciertas diferencias y llegar a un entendimiento? Aunque resulte sencillo decirlo en un contexto de paz, la violencia rara vez ocupa el ¨²ltimo de los caminos. Tantos ejemplos de conflictos armados nos llevan a cuestionarnos nuestra madurez como sociedad. Ojal¨¢ sea el ¨²ltimo enfrentamiento que veamos entre pa¨ªses, algo que parece propio de otro tiempo.
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