La ley de Poga?ar castiga la rebeld¨ªa de Landa en los Apeninos
El esloveno, el mejor ciclista del mundo, apabulla al espa?ol y a todos sus rivales en la etapa reina de la Tirreno-Adri¨¢tico
Monte Carpegna. Cruce de caminos, nieve en las cunetas fr¨ªas, en los Apeninos. Cumbre a 1.400 metros. No lejos del Adri¨¢tico ni lejos de San Marino ni de las Marcas ni de la Umbria ni de la Toscana ni de la Cesenatico, playas interminables de arena fina, de Marco Pantani, que all¨ª, en la carretera estrecha de asfalto antiguo, y ¨¢lamos y chopos de ramas desnudas, se entrenaba en los inviernos oscuros, donde grandes murales y banderolas le recuerdan, el Pirata, tr¨¢gico s¨ªmbolo del ciclismo de h...
Monte Carpegna. Cruce de caminos, nieve en las cunetas fr¨ªas, en los Apeninos. Cumbre a 1.400 metros. No lejos del Adri¨¢tico ni lejos de San Marino ni de las Marcas ni de la Umbria ni de la Toscana ni de la Cesenatico, playas interminables de arena fina, de Marco Pantani, que all¨ª, en la carretera estrecha de asfalto antiguo, y ¨¢lamos y chopos de ramas desnudas, se entrenaba en los inviernos oscuros, donde grandes murales y banderolas le recuerdan, el Pirata, tr¨¢gico s¨ªmbolo del ciclismo de hace 30 a?os, el escalador que desafiaba a los m¨¢s grandes, h¨¦roe rom¨¢ntico, y esperan su resurrecci¨®n los aficionados que en el borde de la carretera aplauden a Mikel Landa, el mismo porte, las manos bajas en el manilla, el culo arriba, flotando por encima del sill¨ªn, la misma mirada, decidida, la misma rabia, la falsa calma, la decisi¨®n en el ataque.
Son los momentos decisivos de la etapa, de la semana, de la Tirreno-Adri¨¢tico, mezcla de primavera e invierno del ciclismo, de esperanzas, sue?os, de certidumbres pesadas que se imponen e imponen un dilema en la cabeza, en el ¨¢nimo, del que aplaude y siempre se rinde ante la desmesura.
?Aplaudimos la grandeza, la osad¨ªa del desheredado que contra toda esperanza ataca aun sabiendo de su desesperaci¨®n? ?Nos rendimos y gozamos del muro contra el que chocan los sue?os que, en el fondo, es otro sue?o desmesurado, imposible?
Porque cuando acelera Landa --y ya se han pasado 200 kil¨®metros de la etapa, y ya un paso por la misma monta?a inclemente, y del puerto solo quedan unos metros m¨¢s de cuatro kil¨®metros, poco m¨¢s de 16 kil¨®metros, tras empinado y helador descenso, hasta Carpegna, la meta y el calor, una manta, un cola cao hirviendo-- responde Tadej Poga?ar, imperial, fuerte y tranquilo, y solo el mech¨®n rebelde y rubio de su melena desordena, juvenil, que se escapa por una rendija de su casco, y es el emblema, el pend¨®n de su fuerza, revela que no habr¨¢ perd¨®n ni rendici¨®n. Es el fin del romanticismo, del genio fr¨¢gil, de Landa, de la memoria del Pantani excesivo que no se rindi¨® ante gigantes como Indurain o Ullrich, aniquilados por otro genio que asusta, que nunca falla, el ascenso del nuevo h¨¦roe, tan joven, 23 a?os, tan infalible que a todos silencia como Eddy Merckx someti¨® a todos los rebeldes hace 50 a?os y hac¨ªa de los que le desafiaban h¨¦roes tr¨¢gicos, esos que en las leyendas y en las pel¨ªculas prefieren morir luchando antes que rendirse, que aceptar lo inevitable. ¡°ten¨ªa buenas piernas y por eso ataqu¨¦¡±, dice Poga?ar. ¡°He subido a mi ritmo y estoy contento¡±.
Por entonces, cuando ataca Poga?ar tranquilo, sin levantarse de la bici, sin abrir la boca, sin que un gesto, una mueca, una arruga, delate su esfuerzo, le traicione, y hasta sonr¨ªe, o eso parece, Remco Evenepoel ya no est¨¢ ah¨ª.
Remco es m¨¢s joven a¨²n, m¨¢s soberbio, m¨¢s insolente, inconsciente. Ama atacar tanto o m¨¢s. Sucumbe porque no teme el fracaso. Contrarrelojea y llanea tan bien como Poga?ar, imponentemente, y tiene su mismo instinto atacante, pero no tiene en sus piernas, cuando hay que escalar, la dinamita instant¨¢nea, rompedora, de Poga?ar, su cambio de ritmo imperceptible, aparentemente nimio, y destructor, que deja a los que van con ¨¦l desanimados, sin ganas ni fuerzas siquiera para seguirle. Y Jonas Vingegaard, el dan¨¦s que qued¨® segundo en el Tour, no un cualquiera, y Landa, empe?ado en ser Pantani y sus victorias fulgurantes en los Dolomitas, en el Mortirolo, en Le Finestre sobre Sestriere, el que dejaba entonces, en el Giro del 15, sin aliento a Contador, solo pueden ponerse de acuerdo para, a relevos, no perder mucho tiempo y ganarse una plaza en el podio del domingo. Los dos llegan a poco m¨¢s de un minuto, satisfechos, vivos.
Los dem¨¢s se agarran a lo que pueden y sucumben en el d¨ªa de ciclismo m¨¢s duro del a?o. M¨¢s de seis horas sobre la bicicleta para m¨¢s de 50 corredores helados. Peio Bilbao, que tan bien desciende, que en tan buena forma, tan fino, est¨¢, pierde m¨¢s de dos minutos; Remco, solo como los derrotados por el destino al que han desafiado, y ni su compa?ero vivaz Julian Alaphilippe puede acompa?arle, llega a m¨¢s de cuatro minutos; un minuto m¨¢s tarde lo hacen Marc Soler, agarrado al trabajo de gregario de lujo de Poga?ar, y Enric Mas, congelado tras una ca¨ªda en el descenso que le deja un costado dolorido; Superman L¨®pez pierde m¨¢s de siete minutos, y Tao, el ganador del Giro de hace dos a?os, m¨¢s de 11.
Salvo cat¨¢strofe impensable, tras la ¨²ltima etapa de la Tirreno, 150 kil¨®metros por la costa Adri¨¢tica alrededor del sprint de San Benedetto del Tronto, Poga?ar ganar¨¢ el domingo, por segundo a?o consecutivo, la carrera italiana de los dos mares. Ser¨¢ la s¨¦ptima victoria del a?o. Ser¨¢ su 15? d¨ªa de competici¨®n. Antes hab¨ªa ganado, en febrero, el Tour de los Emiratos y dos etapas y, ya en marzo, el s¨¢bado pasado, la cl¨¢sica de las Strade Bianche y dos etapas de la Tirreno. Ante ¨¦l se han rendido ya Adam yates, Aleksander Vlasov, Kasper Asgreen, Alejandro Valverde, Vingegaard, Landa, Porte, Caruso, Evenepoel¡ A¨²n no se ha cruzado con su compatriota Primoz Roglic, el esloveno que gan¨® las tres ¨²ltimas Vueltas, que cay¨® en los dos ¨²ltimos Tours y que domina la Par¨ªs-Niza tras su victoria en la llegada del Col de Turini, el de los descensos terribles con la nieve del rally de Montecarlo, por delante de los hermanos Yates y de los colombianos Daniel Mart¨ªnez y Nairo Quintana. Nadie duda de que Poga?ar, su mech¨®n erizado, su calma impasible, tampoco ceder¨¢ entonces, cuando le desaf¨ªe su viejo rival. Solo le faltar¨¢, entonces, enfrentarse a Egan Bernal, ganador de Tour y Giro, que tardar¨¢ un a?o en recuperarse de los destrozos de su choque contra un autob¨²s a m¨¢s de 60 por hora.
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