Madrid y Celtic, Champions y Superliga
Los grandes equipos de anta?o representan a pa¨ªses peque?os con ligas peque?as, sin la proyecci¨®n mundial en ¡®marketing¡¯ y derechos televisivos que tienen los expresos europeos
En el descanso del partido ante el Celtic, M¨®nica Marchante entrevist¨® a Camacho, Pirri y Santillana. Daba gusto verles ah¨ª, tan rozagantes, con los a?os bien llevados y eso que ya no son pocos. El tema de conversaci¨®n era un 3-0 sobre el Celtic en 1980, que volte¨® un 2-0 de la ida en Glasgow. Una remontada vibrante, al nivel de las mejores, aunque desconectada de las series m¨¢s famosas. Aquel era el Madrid de Boskov y los garc¨ªas, con solo dos extranjeros, Stielike y Cunningham. Jugaban con genio y espectacularidad. Luego caer¨ªan en semifinales ante el Hamburgo.
Otros tiempos. Hoy el Madrid es mucho m¨¢s (dos balones de oro sobre el campo el mi¨¦rcoles, sin ir m¨¢s lejos) y el Celtic mucho menos. Cuando todo consist¨ªa en llenar tu estadio y trabajar bien tu entorno, clubes como el Benfica, el Ajax, el Anderlecht, el Estrella Roja o el propio Celtic compet¨ªan de igual a igual con cualquiera. Les bastaba con reunir una buena generaci¨®n para meter miedo al m¨¢s valiente. Ahora representan a pa¨ªses peque?os con ligas peque?as, sin la proyecci¨®n mundial en marketing y derechos televisivos que tienen los grandes expresos europeos. Y sin la vieja protecci¨®n de fronteras que la llamada Ley Bosman volatiliz¨®, no pueden retener los valores que van surgiendo de su entorno. Los pierden en edad temprana y lo tratan de compensar acudiendo a mercados menores. El Celtic fue campe¨®n de Europa en 1967 con once Lisbon Lyons nacidos y crecidos en su entorno geogr¨¢fico, pero ahora, ?por cu¨¢nto tiempo podr¨ªa retener a Gemmel, a McNeill, a Lennox, a Chalmers, al diab¨®lico y min¨²sculo pelirrojo Johnnstone¡?
El Celtic que visit¨® el Bernab¨¦u no ten¨ªa pelirrojos y s¨ª cuatro japoneses. Se llev¨® una goleada f¨¢cil, casi perezosa, de un Madrid que viene jugando como tantos otros a medio gas seg¨²n se acerca el Mundial. Encuentros como este son calificados por los partidarios de la Superliga como in¨²tiles y aburridos. Mejor, dicen, choques todos los a?os de todos los grandes de Europa entre s¨ª que estos tan desproporcionados, que parecen fuera de ¨¦poca y sin inter¨¦s. ?Seguro que sin inter¨¦s? El campo se llen¨®, pese a la hora demasiado temprana para un laborable, vinieron 10.000 escoceses, la mitad sin entrada, movidos por la vieja ilusi¨®n de su amado Celtic. En el primer partido del grupo quedamos impresionados por la reserva de viejo esp¨ªritu futbol¨ªstico que conserva el Celtic Park. Todos los espa?oles que acudieron regresaron encantados.
El debate es si mantenemos el campeonato abierto a equipos que se pueden asomar a ¨¦l por sus m¨¦ritos a costa de seguir espaciando los grandes choques entre los m¨¢s ilustres o si hacemos lo contrario: recluimos a los celtic en una leproser¨ªa y cruzamos cada temporada en una Superliga al Madrid con el Bar?a, el Atl¨¦tico, los tres grandes italianos, los Big Six ingleses, el Bayern y el PSG¡ Parece tentador, pero puede convertir en mon¨®tono lo que ahora resulta atractivo por excepcional.
Dar¨ªa m¨¢s dinero, arguyen sus valedores. M¨¢s dinero para menos clubes, ser¨ªa la formulaci¨®n correcta. Cada vez abrir¨ªan m¨¢s brecha en sus competiciones nacionales, podr¨ªan pasearse por esta con el equipo reserva como ya hace tiempo que hacen en las primeras eliminatorias de la Copa. Pero es que si no se hace, defienden, esto se hunde, no resiste.
Yo no veo los s¨ªntomas. No los veo en el Madrid, que mantiene una plantilla campeona mientras completa una audaz y cara reforma del estadio en plena crisis covid al tiempo que digiere derroches como pagar un ri?¨®n a Bale por hacer exactamente nada desde su ¨²ltima renovaci¨®n (Wales, golf, Madrid. In that order) m¨¢s los caros y fallidos fichajes de Hazard y Jovic. Ni la veo en el Bar?a, que a pesar de tirarse de un sexto piso ha encontrado en pocos meses apoyo financiero para reflotarse, se?al de que los mercados no ven decr¨¦pita la industria. Tampoco en el Atleti, que se mud¨® a casa mejor a despecho de esos augurios.
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