Roja en ch¨¢ndal: el final so?ado de Piqu¨¦
En su partido de retirada, el que figurar¨¢ en los anales de la historia como el de su adi¨®s oficial, busc¨® la expulsi¨®n en el tiempo de descanso y la encontr¨®
A ver c¨®mo lo explico: si Piqu¨¦ le hubiese pegado una patada a mi madre en un centro comercial, hace dos a?os, o tres, ya se lo habr¨ªa perdonado. Quiz¨¢ no en el momento ¡ªuna madre es una madre¡ª, pero s¨ª ahora que dice adi¨®s, que empieza a ser un recuerdo mitol¨®gico anclado a nuestra memoria. El cuerpo, el alma, incluso, nos piden quedarse solo con lo bueno y enterrar lo malo, que fue abundante en los ¨²ltimos a?os. Veremos si a...
A ver c¨®mo lo explico: si Piqu¨¦ le hubiese pegado una patada a mi madre en un centro comercial, hace dos a?os, o tres, ya se lo habr¨ªa perdonado. Quiz¨¢ no en el momento ¡ªuna madre es una madre¡ª, pero s¨ª ahora que dice adi¨®s, que empieza a ser un recuerdo mitol¨®gico anclado a nuestra memoria. El cuerpo, el alma, incluso, nos piden quedarse solo con lo bueno y enterrar lo malo, que fue abundante en los ¨²ltimos a?os. Veremos si alguna de esas zancadillas se las perdona tambi¨¦n la justicia ordinaria, que ese es otro cantar y nada tendr¨¢n que ver en el proceso nuestros tiernos ojos de vaca.
Gerard Piqu¨¦, nieto de Amador Bernab¨¦u, lleva incrustado en origen un apellido con el que Bilardo podr¨ªa construir todo un universo esot¨¦rico, tan obsesionado con las c¨¢balas que habr¨ªa recomendado matar al abuelo o matar al nieto, una de dos: as¨ª gan¨® un Mundial con Argentina, convirtiendo lo absurdo en fundamental. Lo que vino despu¨¦s, su erasmus prematuro camino de M¨¢nchester, su regreso cuando lo m¨¢s rancio de la grada abogaba por hacerle pagar la supuesta traici¨®n con desprecio, forma parte de una historia de amor como pocas veces ha vivido el Bar?a, prendado de sus piernas y de sus ojos, de su inteligencia y atrevimiento, de sus excesos y virtudes. Como dice mi estimado Albert Mart¨ªn Vidal: ¡°no podr¨ªamos haber so?ado un central mejor¡±. Y cr¨¦anme que uno abraza los colores del Bar?a porque, desde muy peque?ito, aprende que solo sirve para so?ar.
En su partido de retirada, el que figurar¨¢ en los anales de la historia como el de su adi¨®s oficial, busc¨® la expulsi¨®n en el tiempo de descanso y la encontr¨®: nada que objetar, salvo la sensaci¨®n de que antepuso el aplauso postrero a los intereses de un equipo que lo necesit¨® en el segundo tiempo y se encontr¨® con la renuncia del ¨ªdolo firmada de pu?o y letra con saliva. ¡°Un triste final para una ilustre carrera¡±, dijo Garrido en la SER. ¡°El ¨²nico posible para un dios hecho carne¡±, pens¨¦ yo, sentado en mi sof¨¢. Lo hizo Zidane en su adi¨®s y lo hizo Piqu¨¦ en algo que m¨¢s bien parece un hasta luego. ¡°Volver¨¦¡±, dec¨ªa su propia voz en off. Terminator aspirando a la presidencia del club, vamos. Lo mejor de los noventa combinado con el habitual desparpajo del segundo milenio.
Un inciso necesario: el ¨²ltimo verso en la leyenda de este Piqu¨¦ proverbial, asegura que el central so?ado vio la roja por decirle a Gil Manzano lo que casi todo el barcelonismo pensaba. Y es una teor¨ªa bastante plausible considerando que el gol de Osasuna llega tras una acci¨®n que solo encuentra parang¨®n en aquel choque intencionado de Joan Laporta con Toni Freixa en las calles de Barcelona. ¡°Perdona, hem xocat¡±, se disculpaba con guasa el por entonces expresidente. Eran a?os de re¨ªr por no llorar.
De la relaci¨®n de Piqu¨¦ con el propio Laporta se ha escrito mucho estos d¨ªas y m¨¢s que se escribir¨¢ a futuro. La suya es una relaci¨®n compleja, llena de matices, pero conviene no perder de vista el modo en que algunas voces ilustres del barcelonismo han pasado de se?alar a Messi y Piqu¨¦ como los grandes culpables del colapso azulgrana, a crucificar al propio Laporta como responsable de su partida. As¨ª de psic¨®tico es este club que solo entienden al 100% personajes como Piqu¨¦, tan cul¨¦ que aliment¨® su leyenda sobre contradicciones y liderar¨¢ el futuro a caballo de los recuerdos. Que Xavi criticase su expulsi¨®n al final de su ¨²ltimo partido, no hace m¨¢s que agrandar su leyenda: muerto y a caballo seguir¨¢ dando que hablar, como el Cid, pero en ch¨¢ndal y guapo.
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