Siempre es f¨²tbol
Si jugar en un campo en malas condiciones no es f¨²tbol, quedar¨ªa autom¨¢ticamente invalidado como deporte
Durante 30 a?os existi¨® en Argentina un estadio construido en cursiva, un campo de f¨²tbol completamente torcido: el del Club Social y Deportivo Liniers. Una de sus ¨¢reas med¨ªa 37 metros de ancho, la otra ten¨ªa 39. Una sus mitades med¨ªa 48 metros, la otra 54. La irregularidad era tan evidente que en las fotos a¨¦reas de la cancha no se observa la forma de un rect¨¢ngulo, sino de un trapecio. El Jack Nicholson de Mejor imposible hubiese entrado en parada cardiorrespiratoria al verlo. En realidad, cualquier persona m¨ªnimamente mani¨¢tica con las l¨ªneas rectas. Pero en ese campo trapezoidal se disputaron partidos de f¨²tbol durante 30 a?os. Hasta que un d¨ªa a la AFA le entr¨® rectitud, literal y metaf¨®rica, y la cancha se arregl¨®.
Me acord¨¦ del campo torcido cuando Carlo Ancelotti dijo en rueda de prensa despu¨¦s del partido de Copa del Rey ante el Cacere?o eso de ¡°para m¨ª, esto no es f¨²tbol, es otro deporte¡±. Si jugar en un campo en malas condiciones no es f¨²tbol, el f¨²tbol quedar¨ªa autom¨¢ticamente invalidado como deporte. Ser¨ªa como el meme de Homer Simpson entrando con bigote y sombrero de copa en el bar de Moe y diciendo: ¡°Yo no soy f¨²tbol, soy el deporte inc¨®gnito¡±.
Maradona ser¨ªa, en tal caso, el mejor jugador del deporte inc¨®gnito de la historia. En 1984, Maradona se fue a disputar un partido ben¨¦fico a Acerra, una peque?a ciudad al suroeste de N¨¢poles, para recaudar dinero para la operaci¨®n de un ni?o. Lo hizo sin el consentimiento de su directiva, que tem¨ªa una lesi¨®n debido al estado del c¨¦sped, o bueno, de lo que fuese aquello. El desvencijado Stadio Comunale di Acerra era un completo lodazal. En las fotos de aquel partido se ve a Maradona con el barro hasta el pecho, como si viniese de jugar el Seis Naciones. Claro que Diego hab¨ªa peloteado en bastante peores condiciones. En su Villa Fiorito natal el sol convert¨ªa el campo en polvo y la lluvia en barro. Los ni?os pegaban patadas a la polvareda y respiraban gravilla mientras los abuelos los miraban desde sus sillas.
Hace un par de meses estuve en N¨¢poles de viaje cuando, paseando, ocurri¨®, m¨¢s que una escena, un fotograma de Paolo Sorrentino. Frente a la Iglesia Ges¨´ Nuovo varios ni?os daban patadas a una pelota y la persegu¨ªan de un lado a otro de la plaza. Apenas hab¨ªa iluminaci¨®n de las farolas, as¨ª que los chavales jugaban b¨¢sicamente con el reflejo de la Luna. Eran las ocho en punto de la noche. Lo s¨¦ porque las campanas de la Iglesia comenzaron a sonar. Din. Don. Dan. Bajo el estruendo sonoro, el cura se asom¨® a la plaza, prendi¨® un cigarrillo y se puso a animar a los ni?os. En N¨¢poles, una ciudad sin apenas espacios verdes, las rodillas de los jugadores llevan todas las cicatrices del asfalto.
Muchos futbolistas de la Premier tambi¨¦n aprendieron a jugar al f¨²tbol directamente sobre el hormig¨®n de las calles. Un fot¨®grafo llamado Michael Kirkham lleva a?os recopilando fotograf¨ªas de las porter¨ªas trazadas con tiza en paredes, en los costados de pubs, f¨¢bricas, almacenes o casas de barrios perif¨¦ricos de Liverpool, Leeds, Bradford o Sheffield. Su proyecto se llama Urban Goals.
A veces las porter¨ªas ni siquiera est¨¢n descritas por l¨ªneas pintadas, sino que se valen de marcos oxidados de metal. Todas las canchas de f¨²tbol recopiladas por Kirkham hablan de la desigualdad econ¨®mica de los suburbios ingleses carentes de instalaciones deportivas. Pero tambi¨¦n hablan de la esencia del f¨²tbol ¡ªuna expresi¨®n que detesto pero que ten¨ªa que utilizar¡ª, o como sea que se llama este deporte cuando sucede en un lugar sin c¨¦sped brillante ni tapiz impoluto.
Me sabe fatal llevarle la contraria a Ancelotti pero el f¨²tbol, si hay una porter¨ªa y un bal¨®n, siempre es f¨²tbol.
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