?C¨®mo no querer ser Johan Cruyff?
La ¨²ltima vez que Cruyff visti¨® de blanco con el escudo del Bar?a en el pecho, su equipo se enfrentaba al Aston Villa en Birmingham, la ciudad de los ¡®Peaky Blinders¡¯, ahora dominada por Monchi, Unai Emery y hasta Pau Torre
Todos queremos ser Johan Cruyff alg¨²n d¨ªa. O en alg¨²n momento de nuestras vidas, no importa tanto la unidad de tiempo como el sentimiento. Mi padre quiso ser Cruyff desde que vio una foto suya en una revista de aquellas que el franquismo apenas consent¨ªa. Y lo consigui¨®, al menos en sus a?os mozos. Luego, todo cambia. Y a mi madre le gusta recordarle que se cas¨® con Johan Cruyff y ahora vive con Del Bosque: de la melenita al islote arremolinado, del rostro impoluto al bigote, de los pantalones acampanados al ch¨¢ndal. Joan Laporta tambi¨¦n quiso ser Johan Cruyff alguna vez, lo que sumado a los intereses comerciales de Nike nos ha tra¨ªdo de vuelta una camiseta que parec¨ªa secuestrada por los complejos de unos y el dominio del relato de otros.
La ¨²ltima vez que Cruyff visti¨® de blanco con el escudo del Bar?a en el pecho, su equipo se enfrentaba al Aston Villa en Birmingham, la ciudad de los Peaky Blinders, ahora dominada por Monchi, Unai Emery y hasta Pau Torres: otra muestra de las vueltas que da la vida. No quedan muchas im¨¢genes de aquello, pero en una de ellas se ve descender a Cruyff por unos pasos de escalera, camino del terreno de juego, y si uno se fija bien parece como si la tierra temblara. A lo mejor siempre era as¨ª. A lo mejor la tierra se retorc¨ªa sobre su propio eje cada vez que el Holand¨¦s Volador se vest¨ªa de corto y agarraba la pelota en el t¨²nel de vestuario, acostumbrado como estaba a ser presidente, entrenador y capit¨¢n de los dos equipos. Nadie le hac¨ªa sombra en su momento, lo mismo vestido de blanco que con tejanos y jersey de chenilla. Y eso es todo lo que necesita el Bar?a de Xavi para dar un salto de calidad esta temporada, especialmente en sus salidas por Europa: estilo, confort y seguridad.
Parece que el estreno de la vieja-nueva camiseta llegar¨¢ en un partido de la gira estival por los Estados Unidos, donde el Real Madrid y el propio Bar?a escenificar¨¢n una funci¨®n imposible, un disparate muy bien pagado, pero que el alma fronteriza de ambos clubes deber¨ªa evitar a toda costa: la celebraci¨®n de un Cl¨¢sico amistoso, de un derbi nacional sin nada de derbi y con muy poco de nacional. ¡°?Es el mercado, est¨²pido!¡±, que dec¨ªa James Carville, asesor estrella del entonces candidato a la presidencia de los Estados Unidos, Bill Clinton. No sab¨ªa nada de f¨²tbol, Carville. Ni de soccer, por concederle algo de cr¨¦dito. Quiz¨¢s no lo necesite. Quiz¨¢s la ¨²nica verdad del f¨²tbol es que los hinchas siempre estaremos ah¨ª dispuestos a aceptar cualquier excusa que nos vac¨ªe las carteras.
De vaciar carteras entiende la familia Mbapp¨¦ al completo, o al menos eso es lo que se cuenta por ah¨ª. En Francia aseguran que el Bar?a estar¨ªa interesado en su contrataci¨®n, que es como decir que el Bar?a estar¨ªa interesado en Barbie, en Ken y en su fastuosa mansi¨®n de Malib¨²: c¨®mo no estarlo. Otra cosa ser¨ªa la viabilidad de una operaci¨®n que solo podr¨ªa llevarse a cabo mediante un pacto de Estado, ahora que todo el mundo parece apuntarse a los consensos. Mbapp¨¦ vistiendo de blanco, al fin, pero el nuevo blanco del Bar?a, el blanco viejo de Cruyff, que en su d¨ªa tambi¨¦n fue Mbapp¨¦ y hasta le vaci¨® la cartera a los directivos de Titanlux. ?C¨®mo no querer ser Cruyff alg¨²n d¨ªa? C¨®mo no querer ser Cruyff alguna vez
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