Chicos malos del rugby
Como en todo en lo que el ser humano anda metido, el rugby tambi¨¦n tiene sus miserias, su lado oscuro y sus chicos malos
El rugby es un deporte que exige un poco m¨¢s all¨¢. Dos equipos de 15 personas disput¨¢ndose el control de un bal¨®n con forma de ¨®valo y el contacto f¨ªsico permanente aumentan de forma exponencial las posibilidades de una lesi¨®n. A veces, al ver a c¨¢mara lenta la repetici¨®n de las jugadas y de algunos choques, parece un peque?o milagro que no sucedan m¨¢s cosas. La hemeroteca se concentra en rodillas y, m¨¢s visiblemente, en narices y orejas.
Deportistas con un chasis considerable, jugando, pensando y colisionando a gran velocidad, sobre un firme que no todas las veces es tan firme. Una mezcla de ingredientes casi perfecta para el jaleo y la gresca. Sin embargo, el rugby ha mantenido m¨¢s o menos intacta su reputaci¨®n de juego noble, en el que el final del encuentro firma la paz deportiva entre los contendientes ¡ªpor muchas cosas que hayan sucedido durante el encuentro¡ª y en el que un tiempo extra ¡ªel famoso tercer tiempo¡ª sirve para compartir bebida y comida, incidir sobre los valores ¡ªrecordando que el respeto y la deportividad est¨¢n por encima de todo¡ª y hacer algo que engrandece al deporte: hablar del partido reci¨¦n disputado y comentar las jugadas.
Pero, como en todo en lo que el ser humano anda metido, el rugby tambi¨¦n tiene sus miserias, su lado oscuro y sus chicos malos. Los bad boys del rugby (JC), escrito por el periodista franc¨¦s Fran?ois Thomazeau ofrece una selecci¨®n de perfiles que, precisamente por su actitud indecorosa, destacan en la intrahistoria de un deporte que circula por otros derroteros.
El libro comienza con un peque?o diccionario para entender las jugadas que se pueden dar en un partido de rugby. Muchas de ellas refieren a peleas callejeras ¡ªclavar los dedos en los ojos de un adversario, tirar de los pies de un jugador rival y lanzarlo al aire, entrar con el brazo extendido al nivel del cuello o la cabeza del otro¡ª y a algunas se les a?ade la etiqueta de jugada ¡°prohibida¡±.
Jamie Cudmore, canadiense de 1,96 de altura y 117 kilos, apodado el le?ador o el caricias, es uno de los protagonistas del libro. En 2012, en una entrevista con el diario franc¨¦s Le Figaro, declar¨®: ¡°Hay una l¨ªnea muy fina entre lo que podemos hacer y lo que no. Con la edad he aprendido a respetar los l¨ªmites. Una vez el psic¨®logo dijo algo que me hizo reflexionar: ¡®No puedo pedirte que no pegues a nadie: tienes derecho a hacerlo. No obstante, podr¨ªas intentar hacer diez buenas acciones en cada partido ¡ªdiez buenos placajes, diez buenos pases¡ª. Si haces eso, no tendr¨¢s necesidad de golpear a otro compa?ero. Estar¨¢s orgulloso de tu forma de jugar¡¯. Esas palabras fueron una llamada de atenci¨®n. Me dije: por supuesto que no necesito pegar a nadie. Si centro la atenci¨®n en lo que debo hacer, todo ir¨¢ bien¡±. Tan sencillo como eso.
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