25 a?os del gran salto de Yago Lamela
El 7 de marzo de 1999, el asturiano se convirti¨® en la estrella ¨²nica del atletismo espa?ol con un salto de 8,56m en el Mundial en pista cubierta de Maebashi, aunque Pedroso frustr¨® su oro
-A ver, jefe, ?qu¨¦ hago cuando llegue a Jap¨®n?
-?C¨®mo que qu¨¦ haces? Te vas al mejor Mundial, donde vais a estar muy pocos saltadores, los mejores, pues t¨² con ellos, a su estela y ponle a Pedroso las cosas firmes. Eso es lo que te digo.
-Vale, hecho, cuando lo vea, le voy a ganar.
As¨ª dialogaron Juanjo Azpeitia y Yago Lamela uno de los primeros d¨ªas de marzo de hace 25 a?os, en v¨ªsperas del Mundial de atletismo de pista cubierta de Maebashi. As¨ª lo recuerda, al menos ...
-A ver, jefe, ?qu¨¦ hago cuando llegue a Jap¨®n?
-?C¨®mo que qu¨¦ haces? Te vas al mejor Mundial, donde vais a estar muy pocos saltadores, los mejores, pues t¨² con ellos, a su estela y ponle a Pedroso las cosas firmes. Eso es lo que te digo.
-Vale, hecho, cuando lo vea, le voy a ganar.
As¨ª dialogaron Juanjo Azpeitia y Yago Lamela uno de los primeros d¨ªas de marzo de hace 25 a?os, en v¨ªsperas del Mundial de atletismo de pista cubierta de Maebashi. As¨ª lo recuerda, al menos Azpeitia, profesor y t¨¦cnico de atletismo gallego (de Cangas do Morrazo), exsaltador de longitud y triple y entrenador. Lamela era a¨²n un chaval asturiano de 21 a?os, pura fuerza y velocidad, que acababa de saltar 8,22 metros, a un cent¨ªmetro del hist¨®rico r¨¦cord nacional de Antonio Corgos. Un desconocido pr¨¢cticamente fuera del mundo del atletismo. Un portento de cuyo potencial muy pocos sab¨ªan. Pedroso era Dios. El dios del salto largo, al menos. Un cubano el¨¢stico y ligero, veloz como el rayo y con tobillos como muelles. Ten¨ªa entonces 26 a?os. Era intocable. Invencible desde 1993. Dos veces ya campe¨®n del mundo al aire libre, tres veces en pista cubierta, una mejor marca de 8,71m, en las piernas la capacidad de batir el r¨¦cord mundial (8,95m de Mike Powell) y de llegar a los nueve metros, y en la cabeza la b¨²squeda del momento ideal.
¡°Eso es lo que me dijo Yago, voy a por Pedroso¡±, recuerda Azpeitia, que no viaj¨® a Maebashi y no durmi¨® la madrugada del 7 de marzo de 1999, domingo, cuando en Jap¨®n ya era mediod¨ªa y su atleta empez¨® a demostrar que no era un fanfarr¨®n. ¡°Los invitados normalmente estamos en el peor sitio de un estadio, No hab¨ªa una fila cero para entrenadores y no s¨¦ si lo hubiese podido ayudar mucho con el talonamiento o con algunos consejos, aunque conoci¨¦ndome y con los gritos que pego es posible que algo pudi¨¦semos haber hecho. Pero, mira t¨² por d¨®nde, no fui necesario all¨ª. ?l solo se las arregl¨® bastante bien como para poner firme a Pedroso¡±.
Pegado a la tele, y pegado al tel¨¦fono, hablando con otros t¨¦cnicos, como Ram¨®n Cid, con otros saltadores cubanos, Azpeitia vivi¨® una de las noches m¨¢s extraordinarias de la historia del atletismo espa?ol, un intercambio de saltos como pu?etazos, golpe y respuesta, puro combate de boxeo en el foso de arena, un ring y dos atletas. En el primer salto, Lamela se fue hasta 8,10m. Pedroso respondi¨® con 8,46m.
¡°Y ya pens¨¦ que hab¨ªa ganado, claro¡±, recuerda el saltador cubano que hoy entrena a Ana Peleteiro, Tessy Ebosele y Yulimar Rojas, y a los mejores espa?oles de largo, H¨¦ctor Santos y Eusebio C¨¢ceres. ¡°Fui como siempre hac¨ªa. Primer intento para ganar y despu¨¦s a buscar las marcas r¨¢pidas. Pero cuando vi su secuencia, subiendo, subiendo y subiendo, me dije, uff, esto se est¨¢ poniendo un poquito complicado¡±.
¡°Pedroso, que es el ser m¨¢s relax que conozco, me coment¨® luego, ¡®maestro, tu pupilo me puso de los nervios¡±, dice Azpeitia, que aquella madrugada sigui¨® fren¨¦tico, gritando por el tel¨¦fono, la secuencia in crescendo del saltador de Avil¨¦s. ¡°Cada salto era un, jop¨¦, un ?ah, esto no ha acabado! ?Uy, esto no ha acabado! ?Uy, esto va a m¨¢s! ?Esto va a m¨¢s! "
Despu¨¦s de un nulo en su segundo, Lamela bati¨® por primera vez el r¨¦cord de Espa?a (8,29m) en el tercero, y de nuevo con el cuarto, 8,42m, ya a solo cuatro cent¨ªmetros de Pedroso, que acumulaba vuelos frustrados y nulos. ¡°Los nulos son nulos¡±, dice Pedroso. ¡°Yago era bueno, era bueno, era bueno. Ven¨ªa de ascenso, ?sabe? Eso es lo m¨¢s peligroso de los atletas. Hizo que yo siempre estuviera al 100%¡±.
El sexto de Yago Lamela fue bautizado inmediatamente el gran salto del atletismo espa?ol: 8,56m, r¨¦cord de Europa en pista cubierta. Deber¨ªa ser el salto del oro. Solo quedaba un atleta por saltar. Era Pedroso. ¡°Pese a todo, al final yo estaba bien porque los nulos que estaba haciendo eran muy largos¡±, dice el cubano. ¡°Solo intent¨¦ en el sexto no dar nulo y, bueno, ya se lo hice¡±. Boom. 8,62m. R¨¦cord de los campeonatos. ¡°S¨ª, s¨ª, s¨ª¡±, ya sab¨ªa que me iba a maldecir entonces toda Espa?a¡±, dice Pedroso. Azpeitia lo hizo, pero la m¨ªnima decepci¨®n por no ganar el Mundial no pag¨® la inmensa alegr¨ªa de saber que Yago Lamela hab¨ªa llegado a donde ning¨²n saltador espa?ol hab¨ªa llegado antes. ¡°As¨ª apareci¨® luego, por primera vez en la historia, en el telediario un atleta espa?ol abriendo las noticias ?no?¡±, dice el t¨¦cnico gallego. ¡°Fue alucinante. ?Qui¨¦n se iba a esperar un 8,56m? No s¨¦, 8,15m, 8,20m, ya me parec¨ªa, la de dios, pero 8,56m parec¨ªa incre¨ªble. Fue como Bob Beamon, un puto brinco y adi¨®s¡±.
En Maebashi naci¨® una estrella que rompi¨® como el rayo el mundillo cerrado del atletismo y que cinco meses y medio despu¨¦s debi¨® huir a la carrera de decenas de personas, entusiastas fans, que le persegu¨ªan en el Corte Ingl¨¦s de Sevilla, al que hab¨ªa entrado para comprar unas pilas. Lo nunca visto con un atleta. Jueves, 26 de agosto. Mundial al aire libre. En el Estadio de la Cartuja, a las siete de la tarde sofocante, y la humedad del Guadalquivir, las gradas son un coro ensordecedor, ?Yago! ?Yago! ?Yago!, y solo es la calificaci¨®n de longitud. Los dos primeros saltos de Lamela son dos nulos. El tercero es el definitivo. Otro nulo significar¨ªa la ausencia de la final del s¨¢bado. El espa?ol necesita saltar 8,10m son el tercer salto para clasificarse. Un momento cr¨ªtico. ¡°?Qu¨¦ le vas a decir a Yago que haga?¡±, le preguntan a Azpeitia, que ese d¨ªa, s¨ª, gu¨ªa a su pupilo en el talonamiento. ¡°Nada¡±, responde el t¨¦cnico gallego. ¡°Que haga lo que le salga de los cojones¡±. Como quien no quiere la cosa, en el ¨²ltimo intento, Lamela salta 8,15 metros. ¡°?C¨®mo has resuelto el problema de los nulos?¡±, le preguntan por la noche al asturiano. ¡°Ah, muy f¨¢cil¡±, responde. ¡°Adelanteme un pie¡±. La soluci¨®n, contraintuitiva (normalmente cuando se pisa la plastilina lo normal es retrasar un pie el punto de partida: parece lo l¨®gico) sorprende a los t¨¦cnicos, quienes tardan lo suyo en procesar el hecho antes de caer en la cuenta de que lo sorprendente es lo sensato: si un atleta se queda lejos de la tabla tras el ¨²ltimo paso, normalmente no salta.
M¨¢s sorprendente le pareci¨® al mundo que dos d¨ªas despu¨¦s, dos motoristas de polic¨ªa delante y un coche con la sirena ardiendo detr¨¢s le abrieran paso el coche de Lamela y su entrenador en el trayecto entre el Meli¨¢ Los Lebreros, donde se alojaba el equipo espa?ol, y el Estadio de La Cartuja. M¨¢s que a ninguno le sorprendi¨® al propio atleta, introvertido, en su mundo, tan ajeno al esc¨¢ndalo que organizaba que hasta cost¨® trabajo a su gente despertarlo de la siesta para ir a la final en la que le esperaba toda Espa?a. ¡°Yo creo que Yago no se enteraba mucho de la fiesta, lo cual era maravilloso¡±, dice Azpeitia. ¡°Ten¨ªa esta capacidad como de, bueno, cuando llegue la hora ya ir¨¦. Y ¨¦l se extra?aba. ¡®?Por qu¨¦ tenemos que ir en un coche custodiados por la polic¨ªa?¡¯, me dec¨ªa. ¡®Parece que se te ha olvidado que batiste el r¨¦cord del mundo de velocidad para llegar al hotel desde el Corte Ingl¨¦s¡¡±
Lamela hab¨ªa vuelto a saltar 8,56m dos meses antes, en el mitin de Tur¨ªn. Era el favorito. Tiembla, Pedroso, voceaba la fanaticada. Pero esta vez, el cubano le esperaba. ¡°Ah¨ª fui ya preparado porque sab¨ªa que estaba en su pa¨ªs, en su historia, y yo sal¨ªa de una lesi¨®n¡±, dice Pedroso, quien en toda su carrera no logr¨® un salto v¨¢lido de m¨¢s de 8,71m, pero acab¨® ganando nueve Mundiales y un oro ol¨ªmpico en Sidney 2000. ¡°¡®Mira¡¯, me dije, ¡®voy a resolver el problema en tres actos y ya despu¨¦s que sea lo que Dios quiera. Y as¨ª fue¡±. Lamela pele¨®: 8,34m en el primer intento, frente a 8,19m de Pedroso; nulo en el segundo y nulo en el tercero, en el que el cubano salta 8,56m, los d¨ªgitos m¨¢gicos de Yago, y cierra el debate. Los 8,40m de Lamela en el cuarto le valen la plata de nuevo. ¡°Lo hab¨ªa calculado¡±, dice Pedroso. ¡°No es lo mismo competir con presi¨®n en tu tierra que competir con presi¨®n en otro pa¨ªs. Fuera, la presi¨®n est¨¢, pero est¨¢s m¨¢s tranquilo, pero en tu pa¨ªs la presi¨®n es doble. Entonces yo aprovech¨¦ eso. Claro. De todas maneras fue una buena competici¨®n la de Yago¡±.
Los clavos del 8,56m de Maebashi los guarda Juanjo Azpeitia, ¡°como oro en pa?o¡± en su casa. Lamela nunca super¨® esa marca. En mayo se cumplen 10 a?os de la muerte del atleta, un infarto fulminante, a los 36 a?os. ¡°Es una pena que luego no evolucionara cuando fue a Madrid a entrenar con Juan Carlos ?lvarez o a Valencia con Rafa Blanquer¡±, lamenta el t¨¦cnico. ¡°Cuando volvi¨® a Asturias, me dijo que en Madrid le fue imposible hacer nada porque all¨ª todo eran camarillas, y que ¨¦l era una puta mierda. Y yo no me lo pod¨ªa creer¡±.
Pedroso tambi¨¦n llora a su rival. ¡°Le recuerdo como si fuera ayer. Siempre lo voy a recordar como uno de los buenos de aqu¨ª, de Espa?a¡±, dice el cubano que vive y trabaja en Guadalajara. ¡°Sobre todo porque es una l¨¢stima que no lleg¨® a ser lo que todo el mundo se esperaba. Era un atleta que con su forma de ser, que era como introvertido, siempre estaba tan centrado que era peligroso. Al principio nos habl¨¢bamos poco, pero al final, s¨ª, al final llegamos a ser buenos amigos. Incluso hubo un momento en el que intent¨¦ entrenarlo. Ya no estaba con nadie. Estaba ya haciendo otras cosas. Y. nada, al final no se centr¨®. Y nada¡¡±
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