M¨¢s amigos que el d¨ªa de mi funeral
Hay algo emocionante al entender que a los colegas de los 15 a?os puede que no los volvieras a elegir con 30 si les conocieras por primera vez, y aun as¨ª les quieres
Cuando Nicole se acerca al borde de la mesa con la bandeja de cervezas suele esperar unos segundos antes de intentar entregarlas a los comensales. La mujer primero se para, observa la televisi¨®n y a partir de ah¨ª decide su siguiente movimiento. Si en ese momento alguno de los dos equipos est¨¢ cerca del ¨¢rea contraria con posibilidades de gol, aguanta de pie con la primera jarra en la mano. Por el contrario, si considera que el partido se encuentra en un momento intrascendente, entonces s¨ª, reparte la mercanc¨ªa. No se trata de superstici¨®n, sino m¨¢s bien de una t¨¢ctica para prevenir da?os. Esta temporada han sido varios los bocadillos y los botellines que han acabado en el suelo cuando intentaba colocarlos al tiempo que el bar al completo ¡ªtodo hombres, salvo una se?ora que permanece siempre sentada junto al marido¡ª se levantaba para cantar gol.
Me he incorporado recientemente a esta costumbre de ver el f¨²tbol en un bar con los amigos. Normalmente, prefiero hacerlo en casa con mi padre y mi abuelo. Sin embargo, esa intuici¨®n de que pueda haber algo que celebrar durante unos minutos, esa sonrisa tonta que va creciendo a medida que la tarde avanza y se acerca el partido de Champions del Madrid, es lo que me ha hecho cambiar de opini¨®n los dos ¨²ltimos mi¨¦rcoles. Y eso a pesar de que al entrar al local donde me citan me parece que estoy traicionando a mi familia.
El bar, en el centro de Alcorc¨®n, est¨¢ debajo de la casa donde nac¨ª y de la que tuvimos que marcharnos por el ruido insoportable del propio bar. Me trago mis principios y tras pedirle a Nicole en la barra una Fanta de naranja veo que nuestra mesa est¨¢ completamente llena. Ah¨ª est¨¢n todos. ¡°No falta nadie¡±, le comento a Ahmed, uno de los colegas de siempre. ¡°Hay m¨¢s gente que el d¨ªa de mi cumplea?os¡±, responde. Encuentro un hueco al final y aprovecho los impasses del partido para observar con m¨¢s detenimiento sus caras, escuchar las conversaciones, tratar de sumarme a alguna.
Caigo en la cuenta, al poco, de que a muchos ya no les conozco a penas, que todo lo que tengo en com¨²n para comentar son memorias muy pasadas que probablemente olvidaron y que nada tienen que ver con sus aspiraciones de hoy. Gracias al transcurso del partido, las apreciaciones que vamos haciendo, o el chascarrillo de turno sobre Pedro S¨¢nchez, disimulamos de alg¨²n modo que como amigos, en realidad, algunos nos hemos ido perdiendo. Sin embargo, hay algo emocionante al entender que a los colegas de los 15 a?os puede que no los volvieras a elegir ahora con 30 si les conocieras por primera vez, y aun as¨ª les quieres. Puedo intuirles con la tensi¨®n vital de no tener nada encaminado, de trabajar en lo que no te gusta, de estar estudiando una oposici¨®n eterna o de simplemente no poder independizarte. Me veo obligado a hacerles preguntas de tal forma que no parezca que no s¨¦ casi nada de sus vidas. Les escucho hablar de unas vacaciones a las que no estoy invitado porque hace tiempo que dej¨¦ de ir. Celebro haber venido y cuando parece que el Madrid est¨¢ como siempre, con todo perdido, un gol de penalti de Vinicius ¡ªel jugador m¨¢s odiado de la mesa¡ª nos hace saltar, gritar y abrazarnos como de ning¨²n otro modo har¨ªamos. Trato de esquivar a la paciente Nicole, que aguarda a un lado con los bocatas de panceta, para subirme encima de todos los que pueda y as¨ª redimirme de la distancia que hoy en d¨ªa nos separa.
Al acabar el partido, mientras estoy en el servicio escucho c¨®mo alguien comenta que Rubo ¡ªcon el que compart¨ª piso unos meses en Reino Unido¡ª ha sido t¨ªo. Me encuentro con ¨¦l en la puerta cuando salgo. ¡°Felicidades. Me alegro mucho. No sab¨ªa nada¡±, le digo. ¡°Gracias, Expo¡±, me responde. ¡°?Ha sido buscado?¡±, se me ocurre comentar. ¡°Claro que s¨ª, desde que se casaron el a?o pasado lo quer¨ªan¡±, comenta. ¡°?Ah, que ya est¨¢ casado! No ten¨ªa ni idea¡±, me sorprendo con verg¨¹enza.
Nos cruzamos con Nicole, que entra al ba?o de mujeres, casi particular para ella porque a este bar solo vienen hombres y aquella se?ora sentada. Decido marcharme y me despido uno a uno al igual que hace un grupo de jubilados a nuestro lado. Observo la escena de los mayores desde la calle y tambi¨¦n a mis amigos, intentando hacer recuento de cu¨¢ntos habr¨¢ el d¨ªa de mi funeral.
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