Tim Merlier gana su segundo sprint del Giro de Italia para fastidio de los ¡®haters¡¯
El ciclista belga del Soudal supera por un tubular a Jonny Milan en la volata de Padua
Los hijos son como los padres pero m¨¢s ni?os. Son cosas del siglo, o de la generaci¨®n Z, que domina la narrativa del ciclismo. Son jovencitos tiernos, so?adores, como Georg Steinhauser, hijo de Tobias, sobrinastro de Jan Ullrich, que gan¨® el mi¨¦rcoles en la monta?a, o, con su punto ya de rabia ni?a, como Tim Merlier, ...
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Los hijos son como los padres pero m¨¢s ni?os. Son cosas del siglo, o de la generaci¨®n Z, que domina la narrativa del ciclismo. Son jovencitos tiernos, so?adores, como Georg Steinhauser, hijo de Tobias, sobrinastro de Jan Ullrich, que gan¨® el mi¨¦rcoles en la monta?a, o, con su punto ya de rabia ni?a, como Tim Merlier, que ser¨ªa el yerno de Franck Vandenbroucke, si el poeta maldito, y el mal de la autodestrucci¨®n de la beaten generation, del ciclismo belga, no hubiera muerto, tan joven, y tendr¨ªa 49 a?os, y podr¨ªa tomarse una pinta de Menabrea en un bar de Padua despu¨¦s de su victoria en la volata en la ciudad v¨¦neta del Giotto, y quiz¨¢s brindar con un que se fastidien los haters. Proletario del sprint, Merlier ha crecido en equipos belgas de kermeses hasta que ya veterano se gan¨® la jefatura en las llegadas del Soudal, pero, pese a su velocidad y sus victorias, muchos aficionados a¨²n le discuten el valor. No es un purasangre, no es de la casta de los grandes. No se ha ilustrado apenas en las cl¨¢sicas ni en los escenarios importantes. Una etapa del Tour del 21 y un maillot de campe¨®n belga, y poco m¨¢s. Cuando al final de la etapa m¨¢s llana ¡ªlluvia en los Dolomitas y cuesta abajo hacia el V¨¦neto por Belluno, sol en las colinas del prosecco de Valdobbiadene, las planicies del Piave y el Brenta en Treviso, y en sus meandros los palacios de Alvise Pisani con frescos de Tiepolo y los nobles de Venecia que hu¨ªan en verano de las enfermedades nacidas de los canales pest¨ªferos¡ª, Merlier gana por un tubular al superdotado Jonny Milan en Padua, en el prado de su San Antonio, la volata m¨¢s complicada de todo el Giro ¡ªampl¨ªsimas avenidas a 70 por hora, y dos curvas de 90 grados, codo a izquierda, codo a derecha¡ª, el speaker oficial de la carrera recuerda al p¨²blico que es su segunda victoria en este Giro y luego se dirige al belga, directo. ¡°Es la primera vez que gana dos etapas en un gran tour, y nunca hab¨ªa ganado un sprint tan tard¨ªo, la etapa 18. ?Es esto un paso adelante en su carrera?¡±, le pregunta. Y Merlier, media sonrisa, responde seco: ¡°Esto va a decepcionar a los haters¡±.
La segunda de Merlier, que la cuarta de Milan y espera empatar a tres en Roma, el domingo, the last day. La maglia ciclamen no se la quita al gigante friulano, que solo cuenta con lovers, y la tiene bien controlada.
Es el final de una etapa de cocineros, de una fuga de cinco desde el kil¨®metro 16 bajo el diluvio ¡ªMaestri, Pietrobon, Honor¨¦, Affini, Fiorelli¡ª a los que el pelot¨®n, a las ¨®rdenes del Lidl de Milan, y Tadej Pogacar totalmente invisible por un d¨ªa, ata corto y deja cocerse en su jugo, como quien confita una alcachofa o una costilla de cerdo horas y horas (al ba?o mar¨ªa resumen los italianos, que entienden mucho de cocer la pasta), con menos de un minuto de ventaja kil¨®metros y kil¨®metros planos y bostezantes. A ellos no les molesta mucho la t¨¢ctica gota malaya, chupan c¨¢mara y uno de ellos, Pietrobon, del Polti, suma 152 kil¨®metros a los 474 que lleva en fuga el Giro, l¨ªder de la clasificaci¨®n. A tres kil¨®metros del prado, cuando se retiran de la cabeza del pelot¨®n los de la general, Julian Alaphilippe acelera a las tropas del Soudal. Comienza la formaci¨®n de trenes. R¨¢pidos y met¨®dicos todos los equipos con sprinters se organizan, soberbios, orgullosos de su capacidad, pero van tan r¨¢pidos por las v¨ªas v¨¦netas que descarrilan en las dos curvas del ¨²ltimo kil¨®metro. Los maquinistas, ignaros de que los vagones se han desenganchado, se dan la vuelta desconcertados en la ¨²ltima recta, y se frenan, y Jonny Milan, que anda por el puesto 20, y encerrado, alarmado, empieza a esprintar desesperado, y, en progresi¨®n, tanta inercia, alcanza una velocidad tremenda, asusta, y lanza su bicicleta sobre la l¨ªnea. Pero no llega. Merlier, que le ha visto arrancar, salta antes. ¡°Cuando voy lanzado a toda velocidad con mi Specialized SL8, que es el coche m¨¢s r¨¢pido en el mercado, y mi sprintsuit de Castelli, s¨¦ que nadie me puede¡±, dice Merlier, publicitando su bici y su ropa, su segunda piel, tan fina, tan pegadita a la epidermis. ¡°Milan es un sprinter muy fuerte, muy parecido a m¨ª, le gusta progresar desde lejos, y cuando le vi llegar por mi izquierda ya salt¨¦, sab¨ªa que ten¨ªa que dar un buen salto¡±.
Suficiente para ganar por unos cent¨ªmetros y ser consciente de ello, y levantar el brazo, y desilusionar a Milan, aunque no sea uno de los haters. ¡°Qu¨¦ desastre ser segundo despu¨¦s de todo lo que ha trabajado mi Lidl¡±, se lamenta el italiano. Ser segundo nunca es bonito, y ha sido culpa m¨ªa, que me perd¨ª en las curvas. Ha sido el sprint m¨¢s ca¨®tico de mi carrera. La vida es as¨ª¡±.
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