Ni aun descansando, Pogacar deja de ganar etapas en el Giro de Italia
El esloveno con la ¡®maglia¡¯ rosa consigue su quinta victoria parcial en el Monte Pana, al final de un recorrido recortado por la lluvia, la nieve y el fr¨ªo
La quinta victoria de etapa de Tadej Pogacar lleg¨® en el d¨ªa en el que el pelot¨®n dijo basta, un cambio de ¨¦poca.
Puede que en su vocaci¨®n, en su deseo de ser ciclista profesional y correr el Giro, el Tour, ser grande, cuando ni?o, las im¨¢genes de otra ¨¦poca, de sus mitos desafiando a la nieve en el Monte Bondone 1956, Charly Gaul, congelado, llevado a la sillita de la reina, copos de nieve en los pelos y las manos heladas de Perico en el Gavia 1988, tuvieran un influjo decisivo, pero en la tercera d¨¦cada del siglo XXI, son muy pocos, quiz¨¢s ninguno, los que acepten que ser ciclista es ser un forzado de la ruta, un trabajador obligado a ingerir sustancias mir¨ªficas, peligrosas, prohibidas, para soportar tareas inhumanas que dejen al peque?o burgu¨¦s espectador admirado en el sof¨¢ con la boca abierta. El ciclista es ahora un deportista de alto rendimiento, delicado y maravilloso, 200 d¨ªas fuera de casa, aburrido en interminables concentraciones en monta?as solitarias, que, en la salida de Livigno, pocos grados, mucha lluvia, nieve a m¨¢s de 2.300m, se niega a obedecer al organizador, al que desprecia por su bruticia y cabezoner¨ªa, dinosaurios de los viejos tiempos, y, apoy¨¢ndose en el protocolo del mal tiempo logra modificar el recorrido previsto y atravesar en coche el Umbrail Pass, 2.500 metros, a media subida del Stelvio, donde nieva y la temperatura no pasa de dos grados. Toman la salida, definitivamente, en el kil¨®metro 80, a 890 metros de altitud, donde llueve a mares, donde, cuesta abajo hasta las primeras empinaduras del Passo Pinei, el Movistar se pone al frente. La etapa se queda en 120 kil¨®metros a toda velocidad. Gaviria, su sprinter espl¨¦ndido y en baja forma, no gana etapas pero trabaja duro para mantener cerca la fuga del inevitable Alaphilippe y su amigo Maestri junto a otra pareja. Objetivo, ganar la etapa con su colombiano Einer Rubio, campesino de Boyac¨¢, y, para ello trabaja Nairo Quintana camino de la cima del Monte Pana, el mirador de Val Gardena con vistas al Sassolungo, la puerta de los Dolomitas, a 1.625 metros tras 6,5 kil¨®metros al 7% con tramos del 16%.
Que Nairo sea protagonista, gregario de su compatriota Rubio hasta sucumbir, en la etapa truncada por los nuevos aires del pelot¨®n m¨¢s que ir¨®nico es simb¨®lico. El colombiano representa mejor que ninguno el ciclismo antiguo, de otra ¨¦poca, el que se quiere olvidar. Gan¨® el Giro de 2014 en una etapa salvaje por un recorrido similar, Gavia y Stelvio con nieve, Val Martello al sol. No se anul¨® ninguna subida, no se recort¨® la etapa reina. En los ¨²ltimos metros del Stelvio, medio congelado, Nairo se quer¨ªa bajar de la bici, pero su compa?ero Gorka Izagirre le forz¨® a pensar, le hizo parar antes de culminar, le ayud¨® a cambiarse de ropa, le dio la comida con sus propias manos en la boca. Nairo se recuper¨®. Se lanz¨® decidido en el descenso, donde Rigo Ur¨¢n, su rival, se fren¨®, y Nairo segu¨ªa en fuga el domingo pasado, en su regreso a la corsa rosa siete a?os despu¨¦s de quedar segundo tras Tom Dumoulin. Podr¨ªa haber ganado si no hubiera sido porque Pogacar le adelant¨® a toda velocidad, la mirada fija en su ordenador de a bordo, como quien entrena obediente sin querer hacer m¨¢s de lo que le toca. ¡°No pensaba. Solo iba controlando para llevar la velocidad que sab¨ªa que pod¨ªa mantener la ¨²ltima media hora¡±, explic¨® luego Pogacar, las bases de la ¨¦pica de la tecnolog¨ªa. El c¨¢lculo que reemplaza la desmesura. ¡°Cuando no llevo el ordenador es m¨¢s inc¨®modo, tengo que estar pensando todo el tiempo para no pasarme¡±.
Bajo la lluvia hacia Val Gardena, tranquilos, Pogacar y sus UAE dejan hacer. La tercera semana, creados el celo y la tierra, el mar y los animales, las flores y las monta?as, descansaron. Ni Thomas ni Mart¨ªnez ni O¡¯Connor, el tr¨ªo que busca el podio, dicen ni mu. Solo esperan. Persiguen esperando. Despu¨¦s, con dulzura, sin apenas cambiar el ritmo, cuando todos se apartan, el amigo Majka se pone delante. Detr¨¢s, la rosa de Pogacar. Quedan dos kil¨®metros. La fuga est¨¢ condenada. Tambi¨¦n los Movistar, secos. ¡°Quer¨ªamos descansar y dejar hacer, pero¡¡±, admite Pogacar.
A 1.300, el ataque de la rosa. Manga corta. Sin guantes. Pedalada dulce. Caricia de los pedales y el rabillo del ojo en el computador. El sue?o de Pellizzari, el ¨²ltimo de los fugados, se rompe en pedazos a 800 metros del macizo gris de los Dolomitas impasibles bajo el nublado. Ni aun descansando Pogacar deja de ganar, como si no pudiera evitarlo. Y lo celebra, fatalista, contando con los dedos de su mano derecha, una, Oropa; dos, Perugia; tres, Perugia; cuatro, Livigno; cinco, Monte Pana¡ cinco victorias de etapa, una maglia rosa. Suena la campa. Mart¨ªnez se mueve y alcanza a Pellizzari. Solo pierde 16s, m¨¢s seis de bonificaci¨®n, pero adelanta en la general al gal¨¦s Thomas, quien como O¡¯Connor cede 49s (+10s de bonificaci¨®n). El colombiano est¨¢ ya a 7m 18s; el gal¨¦s, a 7m 40s. Quedan cinco etapas.
La ¨¦pica de la dulzura no crea rivales sino admiradores. El derrotado Pellizzari, el joven de 20 a?os de las Marcas que quiere ser Scarponi, escalador fino y alto como un tallo, no llora, sino que exulta como un fan al final de la etapa. Se acerca al esloveno y t¨ªmidamente le pide que le regale sus gafas rosas. Pogacar, sonriente se las da, y tambi¨¦n su maglia rosa sudada, y recibe un abrazo a cambio en su torso semidesnudo, y unas palabras en alto, un ¡°you¡¯re the best¡± de forofo a lo Tina Turner repetido tres, cuatro veces, emocionado. Y luego le ense?a una foto, ¡°mira, le dice, Strade Bianche 2019¡å. Y en ella est¨¢n ¨¦l, Pellizari, el joven que pierde los ojos por ¨¦l, a los 15 a?os, y ¨¦l, Pogacar, 19 y ya figura. ¡°?l era un ni?o¡±, dice Pogacar. ¡°Y yo tambi¨¦n¡ Qu¨¦ recuerdos¡±.
¡°Ni ten¨ªamos pensado ir a por la etapa¡±, confiesa Majka, ¡°pero cuando dej¨® de tirar el Movistar [Rubio, finalmente, no ten¨ªa las buenas piernas que cre¨ªa tener] y vimos que est¨¢bamos delante, dijimos, ?por qu¨¦ no? Y Tadej me dijo que fuera yo a ganar la etapa, pero yo le dije que no pod¨ªa, que hab¨ªa estado trabajando y estaba cansado¡±.
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