El apetito de Van Aert vale por tres en la Vuelta a Espa?a
El belga, ante la permisividad del pelot¨®n, logra su tercer triunfo de etapa en la Vuelta tras meterse en la fuga y atacar en el ¨²ltimo puerto
En una estampa dickesiana, donde la bruma se apoderaba del paisaje a primera hora de la ma?ana, las despreocupadas olas del Atl¨¢ntico bat¨ªan con poca virulencia sobre las rocas del litoral de Baiona, igual que en una escondida cala en la que hab¨ªa un par de valientes que se met¨ªan oc¨¦ano adentro. Gallardos ellos porque la Vuelta ha pasado del horno andaluz a la embelesadora tierra gallega, de marisco, de mucho carallo, de un verde refulgente, de jersey y rebeca. Un alivio, en cualquier caso, para los esforzados ciclistas, que ya no se refugian en medias repletas de hielo, sino que atienden a lo que resta de carrera con la variable del calor extra¨ªda de la ecuaci¨®n. Bien para ellos, pues todav¨ªa les restan etapas de muchas piernas y escasez de ox¨ªgeno, de muchos riscos y monta?as escarpadas. Un tormento para el l¨ªder O¡¯Connor; una oportunidad para el resto. Suficientes cap¨ªtulos por escribir. Aunque si se corre como este martes, tan comedidos como contemplativos los aspirantes, ser¨¢ una novela m¨¢s plana. Lo celebra Van Aert, Carpanta del sprint y corredor de apetito insaciable, ciclista que dignifica el oficio con el espect¨¢culo por bandera, de nuevo triunfador en la etapa, tercera en lo que va de la Vuelta.
El pr¨®logo de lo que resta de carrera se dio en Vigo, de Ponteareas a Baiona, etapa de cuatro puertos -de 2?, 3?, 2? y, el ¨²ltimo de 1?, el Alto de Moug¨¢s-, perfil que invitaba una vez m¨¢s a la fuga. Algo que sin la necesidad del UAE de controlar la carrera, o del Visma en su defecto, que son los dos equipos con un gran presupuesto y corredores habituados a marcar el comp¨¢s de las carreras, es posible en una Vuelta donde los osados tienen premio. Es la vida pirata de los ciclistas, la de poner las ruedas en polvorosa, la de tirar sin mirar hacia atr¨¢s porque no hay nadie que imponga su ley, la de llegar al ¨¢rea por sorpresa. Por eso fueron varios los que probaron la intentona, Van Aert y McNulty -el primer l¨ªder de la carrera- entre ellos, de buenas a primeras. Aunque, por una vez, no quer¨ªa el pelot¨®n fisuras, m¨¢s bofetadas como la de O¡¯Connor o Yates, por lo que se esmer¨® en negar la mayor. M¨¢s de lo mismo ocurri¨® en la primera monta?a, cuando volvieron los ataques y respondi¨® la serpiente multicolor, ciclistas fagocitados ante la voracidad del pelot¨®n. L¨®gicamente, no durar¨ªa.
As¨ª, sin necesidad de desgastarse m¨¢s de lo necesario, con la calculadora en mano, AG2R se desentendi¨® del control, al menos de aquellos corredores a los que no les inquietan en la general. Basta con maniatar a Roglic, a Carapaz, a Mas o a Landa, quiz¨¢ a un ramillete m¨¢s. No son el Visma del a?o pasado, donde las fugas eran fuegos artificiales; no son el UAE, donde Pogacar no tiene rival. Por lo que de repente el pelot¨®n pis¨® el freno. Jauja para los combativos Van Aert y Marc Soler, adem¨¢s de Pacher (FDJ), Lecerf (Soudal) y Hollmann (Alpecin), que al fin lograron poner brecha de por medio e hincar profundo el diente, pues al encaramar el segundo puerto ya eran seis minutos los que les distanciaban de la masa. La meta, la gloria, el laurel de etapa, les esperaba. Aunque, se supon¨ªa, quedaba la lucha de los escogidos. Pero no¡
Fue el Bora el que logr¨® deshilachar por momentos al pelot¨®n en el tercer puerto, ritmo fren¨¦tico para probar al l¨ªder O¡¯Connor, tambi¨¦n para seleccionar a los m¨¢s fuertes, los que tienen que dejar su muesca en la Vuelta, quiz¨¢ algo m¨¢s. No se dio y vuelta a poner el freno. Algo similar ocurri¨® en el ¨²ltimo risco, pues Soudal encabez¨® la rebeli¨®n, Bora la secund¨®, AG2R la mantuvo y el EF la agit¨®¡ Pero no hubo un ataque definitivo sino que se trat¨® de poner ritmo; nada que hiciera tiritar a los grandes escaladores. Sanseacab¨® lo que se daba, aguachirri y a otra cosa, sin revoluci¨®n, sin nada. La fiesta, sin embargo, estaba por delante, donde Van Aert s¨ª que demarr¨® antes del ¨²ltimo puerto para descontar a todos menos a Parcher, que le aguant¨® con sudores. Era un tuya-m¨ªa en toda regla, dos corredores para una corona. Y al sprint, ya se sabe, casi nadie puede con Var Aert, el del apetito sin fin.
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