Kazuya Hiraide:¡°No hay monta?a imposible si est¨¢s dispuesto a morir¡±
El alpinista japon¨¦s, una de las grandes referencias del siglo XXI, repasa una trayectoria que le ha concedido tres Piolets de Oro
Hab¨ªan pasado 15 a?os desde que el japon¨¦s Kazuya Hiraide divis¨® el Shispare (7.611 m), una cima del Karakoram pakistan¨ª a la que jur¨® dedicar su vida de alpinista. Su obsesi¨®n acab¨® por conducirle hasta su punto culminante, que alcanz¨® en su cuarto intento. All¨ª, en lo m¨¢s alto, se arrodill¨® sobre la nieve, se quit¨® una de sus manoplas y rebusc¨® en un bolsillo interior de su chaqueta de pluma. Extrajo una fotograf¨ªa de su amiga ...
Hab¨ªan pasado 15 a?os desde que el japon¨¦s Kazuya Hiraide divis¨® el Shispare (7.611 m), una cima del Karakoram pakistan¨ª a la que jur¨® dedicar su vida de alpinista. Su obsesi¨®n acab¨® por conducirle hasta su punto culminante, que alcanz¨® en su cuarto intento. All¨ª, en lo m¨¢s alto, se arrodill¨® sobre la nieve, se quit¨® una de sus manoplas y rebusc¨® en un bolsillo interior de su chaqueta de pluma. Extrajo una fotograf¨ªa de su amiga alpinista Kei Taniguchi, fallecida dos a?os antes (en 2015) en un accidente de monta?a. Con ayuda de uno de sus piolets, cav¨® un generoso agujero en la nieve y enterr¨® all¨ª la imagen. Hab¨ªa llegado a pensar que hab¨ªa encontrado, finalmente, una monta?a imposible de escalar. De haber seguido con vida, Taniguchi hubiese estado a su lado ese d¨ªa. Pero solo conservaba su recuerdo y la fotograf¨ªa. ¡°Ese d¨ªa pude enterrar el dolor que me paralizaba. Entend¨ª que ella no se hab¨ªa ido, que viajaba conmigo, en el coraz¨®n¡±, explica se?al¨¢ndose el lado izquierdo de su pecho. Despu¨¦s, Kazuya Hiraide estuvo m¨¢s de un a?o sin escalar, pregunt¨¢ndose qu¨¦ hab¨ªa aprendido de su extensa relaci¨®n con el Shispare, la monta?a que hab¨ªa sido ¡°la vara de medir¡± de sus carencias ¡°como escalador y como ser humano¡± durante tres lustros. Incapaz de dar con una respuesta, decidi¨® salir a buscarla en otra monta?a.
Hiraide, de 43 a?os, es uno de los alpinistas m¨¢s celebrados del siglo XXI, tambi¨¦n un perfecto desconocido ajeno a la mercadotecnia que convierte en figuras a europeos, norteamericanos y canadienses. De gira por Espa?a (Bilbao, MendiFilmFestival) y de la mano de su patrocinador guipuzcoano (Ternua), la presencia de Hiraide supone un raro lujo que merece la pena saborear, de ah¨ª que la entrevista arranque con el desayuno y se termine con la cena. Hace falta tiempo para entender la vida de un alpinista tan excepcional que, advierte, mira de reojo la retirada ¡°pero no sin antes enfrentarme a un par de retos, a la cara oeste del K2, por ejemplo. He cambiado, mi vida lo ha hecho, tener una familia con dos hijos de siete y cuatro a?os lo altera todo¡ pero a¨²n mantengo la pasi¨®n¡±, asegura en tono de excusa.
Casi nadie hubiera podido escalar la mayor¨ªa de las monta?as que ha escalado Hiraide en el Himalaya: hac¨ªa falta encontrarlas, primero. Hab¨ªa que desearlas, tambi¨¦n. Hasta que cumpli¨® los 20 a?os de edad, Hiraide fue atleta, fondista. Pero algo no iba bien: ¡°Salir de un punto A para llegar a un punto B me parec¨ªa muy restrictivo, as¨ª que empec¨¦ a so?ar con una disciplina que me permitiese crear mis propios itinerarios, ir donde quisiera y hacerlo compitiendo solo conmigo mismo. As¨ª me gir¨¦ hacia el alpinismo¡±, explica con su primer caf¨¦ y tras haber corrido 15 kil¨®metros. A¨²n corre a diario. De pronto, se quita una zapatilla, el calcet¨ªn, y muestra un pie derecho al que le faltan cuatro dedos amputados en 2005, tras escalar la arista noroeste del Shivling junto a su amiga Kei. Su naturalidad resulta desconcertante, pero entonces se quita la zapatilla del pie izquierdo y ah¨ª aparecen los mu?ones de otros tres dedos, cortados hace apenas un a?o. Entonces, asegura, ¡°pens¨¦ que mi carrera hab¨ªa llegado a su fin. Estuve tres d¨ªas en un hospital de Pakist¨¢n sin encender siquiera el tel¨¦fono, asumiendo mi tristeza, dispuesto a dejarlo todo. Mi mujer me convenci¨® para seguir¡¡±, sonr¨ªe con gesto de alivio. ¡°Para ser alpinista hace falta ser fuerte, tener experiencia y mucha fortaleza mental¡ pero me llev¨® a?os entender que para escalar duro, deb¨ªa ser primero una persona m¨¢s fuerte, una mejor persona¡±, encadena con gesto humilde.
Hiraide decidi¨® crearse su itinerario de forma casi literal: fotocopi¨® todos los mapas del Karakoram que pudo encontrar, los uni¨® hasta obtener un mural de grandes dimensiones y empez¨® a leer las obras del club alpino japon¨¦s para saber qu¨¦ cimas se hab¨ªan conquistado y cu¨¢les eran un interrogante. Colore¨® en verde las que hab¨ªan sido escaladas, marcando en rojo sus rutas de ascenso. Con su enorme mapa desplegado, saltaban a la vista de forma obvia varias zonas en blanco, zonas sin explorar. All¨ª se dirigi¨®, vestido con la inconsciencia de la juventud y sin aceptar la derrota como una derrota. En total, desde 2001, acumula 18 expediciones y la apertura de 12 rutas nuevas, entre las que cabe rese?ar sus tres Piolets de Oro: 2008, cara suroeste del Kamet, 7.756 m, junto a Kei Taniguchi, primera mujer galardonada con el premio; 2017, cara noreste del Shispare (7.611 m); 2019: Cara sur del Rakaposhi (7.788 m).
Durante a?os, Hiraide recorri¨® valles del Karakoram con su enorme mapa en las manos, buscando ¡°tesoros ocultos¡±. Necesitaba explorar tanto como escalar, dibujar su camino, sentir la libertad de moverse sin restricciones. Era joven y lleg¨® a convencerse de que ¡°no hab¨ªa monta?a que no pudiese escalar si estaba dispuesto a perder la vida en el intento¡±. Pero sin saber por qu¨¦, se obsesion¨® con el Shispare, el hilo conductor de buena parte de su carrera, el lugar al que regresar cuando perd¨ªa ¡°el rumbo¡± de su vida. Casi todas las expediciones realizadas las ha pagado con sus ahorros, primero trabajando para un distribuidor de material deportivo, y desde 2012 como c¨¢mara de altura.
En 2010, la vida le sali¨® al paso con un episodio horrible que, de nuevo, lo apart¨® del alpinismo. Escalaba el Ama Dablam para abrir una nueva l¨ªnea, junto al alem¨¢n David Goettler, cuando los peligros de aludes y la inestabilidad del terreno forzaron su retirada. Pronto se vieron atrapados en un callej¨®n de salida y llamaron al helic¨®ptero, acostumbrado a lidiar con todo tipo de rescates en el vecino Everest. El piloto coloc¨® un pat¨ªn en la nieve y se llev¨® a Goettler. Regres¨® y calc¨® la maniobra, pero la h¨¦lice toc¨® la ladera y el aparato cay¨® entre humo negro, rebotando contra la pared. Piloto y copiloto fallecieron. Hiraide dej¨® de escalar. Un a?o despu¨¦s, pudo hablar con las familias de los desaparecidos: le rogaron que siguiese escalando, que disfrutase del regalo de seguir con vida. Decidi¨® regresar a una monta?a remota, donde los rescates no fuesen posible.
Al principio de su carrera, los compa?eros de cordada eran meros accesorios: se conformaba con que supiesen asegurarle mientras escalaba. Pero entonces conoci¨® a Kei y qued¨® asombrado no solo por su capacidad t¨¦cnica sino por su capacidad para hacer suyos los sue?os de Hiraide. ¡°Es extraordinario encontrar una voluntad como la tuya, un nivel de compromiso id¨¦ntico. La fuerza de la cordada se multiplica¡±, explica emocionado. Antes de cada expedici¨®n, afrontaba a solas la misma pregunta: ¡°?Estoy lo suficientemente comprometido como para asumir que puedo perder mi vida?¡±. Ahora, la experiencia le permite diferenciar una ascensi¨®n severa, t¨¦cnicamente exigente, de una peligrosa: ¡°Si es duro, ir¨¦ con coraje; si es peligroso, dar¨¦ media vuelta para salvar mi vida y la de mi compa?ero¡±, resume, no sin advertir que este tipo de toma de decisiones es sumamente delicada, fruto de una experiencia enorme. Cuando perdi¨® a Kei, entendi¨® que una p¨¦rdida de ese calibre pod¨ªa matarle. Sencillamente, ¡°no era capaz de encontrar las fuerzas suficientes para seguir con mi vida. Viv¨ªa en un estado de estupor, sin deseos de hacer nada. Decid¨ª regresar al Shispare¡±, revela. ¡°Pero aunque logr¨¦ al fin pisar la cima, no extraje lecci¨®n alguna de la experiencia. Regres¨¦ a un estado let¨¢rgico. Otro a?o pas¨® en blanco, hasta que decid¨ª ir al Rakaposhi¡ y lo que encontr¨¦ en su cima fue una versi¨®n mucho m¨¢s humilde de mi persona. Empec¨¦ a entender que mi aproximaci¨®n al alpinismo hab¨ªa sido err¨®nea, eg¨®latra, competitiva, obsesiva. Veo esta forma de ser en mi nuevo compa?ero, Kenro Nakajima. Escalo con ¨¦l para que no se mate, para que aprenda de mis errores¡±.
Hiraide asegura que ya no le importan las conquistas, ya no desea tanto pintar de verde una cima en un mapa. Ha entendido que lo m¨¢s le importa son las preguntas que le llevan a las monta?as y las respuestas que, a veces, encuentra en sus entra?as. El mapa del Karakoram, ha descubierto recientemente, era la representaci¨®n f¨ªsica de su mapa vital. Un espacio por completar, un espacio de libertad donde casi todo estaba por crear.
Puedes seguir a EL PA?S Deportes en Facebook y Twitter, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.