Ni que Vinicius Jr. fuera Stoichkov
A m¨ª, que ador¨¦ al b¨²lgaro como si fuese un ¡®alter ego¡¯ de mi padre, me cuesta horrores encontrar en el brasile?o ese punto insoportable que me empuje a invalidarlo como futbolista y como persona
Por fin tiene Vinicius Jr. un premio acorde a sus propias expectativas, un galard¨®n individual que complemente los muchos t¨ªtulos colectivos encadenados con el Real Madrid ¡ªal The Best, el brasile?o sum¨® anoche el ¨²ltimo t¨ªtulo, ante el Pachuca en Doha, con pase a Mbapp¨¦ y gol de penalti incluido¡ª y aplaque, al menos de momento, su obsesi¨®n desmedida por este tipo de reconocimientos. La semana que viene, cuando se despierte un d¨ªa cualquiera entre semana y acuda fam¨¦lico a la cocina en busca de yogur, pechuga de pavo o lo que sea que guarde un futbolista de ¨¦lite en la nevera, descubrir¨¢ el el¨¦ctrico funambulista brasile?o que la vida sigue igual, que seguir¨¢ sintiendo el mismo amor de las mismas personas y que nada importa tanto como para dedicarle hasta las horas de sue?o, incluido ese trofeo espantoso que parece atraer el polvo como un enga?o al lateral y puede que ni encaje con la decoraci¨®n integral del sal¨®n.
Tendr¨¢ derecho Vinicius Jr. a celebrarlo como m¨¢s le plazca, solo faltar¨ªa que tuviese que pedir permiso a la autoridad para vestirse de etiqueta, colgar un mensaje de corte Facebook en Instagram y cobrarse todas las piezas que considere, incluidas las de esa supuesta persecuci¨®n medi¨¢tica que ¨¦l parece sentir y que tanta gente, indignada con su postura, se empe?a una vez m¨¢s en demostrar. ¡°Intentar¨¢n e intentan invalidarme, disminuirme¡±, dice el brasile?o en su comunicado. ¡°Pero ellos no est¨¢n preparados¡±. Las reacciones posteriores de gente que se dice madura no le van a la zaga, de ah¨ª que uno termine pensando en qu¨¦ punto exacto de esta partida puede tener raz¨®n Vinicius Jr. y en qu¨¦ punto concreto se la tendremos que dar.
Vivir en los zapatos del otro es un defecto estructural en los tiempos que corren, m¨¢xime cuando todos nos creemos en la necesidad, casi en la obligaci¨®n, de contar nuestra verdad. Nos sentamos frente al televisor, viendo un partido de f¨²tbol, y al momento somos capaces de conceder medallas, aplicar castigos y decidir qui¨¦n tiene derecho a vivir su profesi¨®n como le d¨¦ la gana y qui¨¦n no, a menudo dependiendo de los colores que vista el muchacho. A Vinicius Jr., por ejemplo, siempre se le ha negado la posibilidad de mostrarse tal y como es, de autoinmolarse cien veces en cada partido y resucitar ciento y una, de enredarse con las provocaciones de los defensas y tratar al ¨¢rbitro como esos adolescentes enrabiados que salen de casa dando un portazo, de se?alar racistas con el dedo y volver loca a esa especie de ceja aut¨®noma que habita en la frente de Ancelotti. Ocurre entonces algo desconcertante: todo el mundo encuentra una raz¨®n para hablar de un nuevo cortocircuito antes que de su ¨²ltimo regate.
A m¨ª, que ador¨¦ a Hristo Stoichkov como si fuese un alter ego de mi padre, me cuesta horrores encontrar en Vinicius Jr. ese punto insoportable que me empuje a invalidarlo como futbolista, ya no digamos como persona. Al b¨²lgaro lo vi cometer tantas tropel¨ªas que algunas noches me despierto con sudores fr¨ªos y la intenci¨®n sincera de pedir perd¨®n a la familia de Ur¨ªzar Azpitarte, el ¨¢rbitro al que Hristo le solt¨® aquel pisot¨®n. ¡°Lo peor es que esta campa?a anti-Hristo le ha convertido en un terrorista a los ojos de casi todos los aficionados¡±, le excus¨® Cruyff apuntando en todas direcciones. Y yo, claro, le cre¨ª. Y maldije a todo aquel que no era capaz de ver en mi ¨ªdolo al futbolista maltratado que naci¨® en la Bulgaria comunista y aprendi¨® el oficio pateando calcetines. A ver si lo que nos molesta de Vinicius Jr. es que, de ni?o, en la favela de Sao Gon?alo, le regalaron un bal¨®n y, encima, se queja.
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