Detr¨¢s del beso (y del asco)
Este asunto no tiene nada que ver con el beso en los labios de la jugadora por su jefe, sino con la emergencia p¨²blica de una prepotencia machista que est¨¢ en las entretelas, entretejidos y entrebrumas del poder masculino del f¨²tbol espa?ol
La contenida humildad de Rafael del Amo es conmovedora (como exvicepresidente de la Federaci¨®n de f¨²tbol femenino), la franqueza directa del hermano de Jennifer Hermoso traslada sin miedo (ya, por fin) y sin reservas la obviedad de lo que pas¨® celebrando la final y la propia Jennifer Hermoso est¨¢ a su nivel deportivo cuando transparentemente explica c¨®mo co?o va a estar contenta de que un jefe le estampe un beso en los morros cogi¨¦ndola de la cabeza a la altura de las orejas y atray¨¦ndola jovialmente hacia ¨¦l y solt¨¢ndola despu¨¦s.
Son tan directamente impactantes sus testimonios como impactante es que hayamos tardado tanto en hacer obvia la obviedad. Este asunto no tiene nada que ver con el beso delicadamente depositado en los labios de la jugadora por su jefe, en plena euforia triunfal de campeonas y campeones, sino con la emergencia p¨²blica e involuntaria de una prepotencia machista que est¨¢ en las entretelas, entretejidos y entrebrumas del poder eminentemente masculino del f¨²tbol espa?ol (y sospecho que mundial), donde las cosas se entienden, se viven y se celebran de otra manera, en particular despu¨¦s de haber admitido en la fiesta al f¨²tbol femenino. Hace nada no exist¨ªan, no hab¨ªa transmisiones, no hab¨ªa televisiones, no hab¨ªa premios, no hab¨ªa entrevistas, no hab¨ªa p¨²blico, no hab¨ªa publicidad, no hab¨ªa nada de nada: parec¨ªa que no hab¨ªa ni jugadoras ni competiciones ni equipos. Ellos, los jefes de las federaciones, los responsables de comunicaci¨®n, los que llevan toda la vida organizando eventos, partidos, campeonatos y festivales, deben pensar que con lo bien que se han portado desde hace un cuarto de hora dej¨¢ndolas entrar en el club del prestigio y la resonancia p¨²blica, la relevancia de unos morros instant¨¢neamente pegados a otros morros es precisamente irrelevante. Pero si ha sido un segundo, o dos, a lo sumo y con el cron¨®metro en la mano.
Lo inquietante de veras seguramente est¨¢ en que los medios conservadores, los reaccionarios y a veces los progresistas hayamos estado concentrados en el morrazo, sin darnos cuenta de que la cosa iba al rev¨¦s: el morrazo ha indicado la ruta de salida de un sustrato hecho de machismo estructural que se siente no solo impune sino inocente, puro, ingr¨¢vido y natural como el derecho natural, el ciclo de la luna y las idas y venidas de las mareas. Ha tenido que ser el hermano de Jennifer Hermoso quien ha hablado del asco de ella al recibir el beso y a la vez de la voluntad de no joder del todo la celebraci¨®n, y ha tenido que ser la portera de la selecci¨®n, Misa Rodr¨ªguez, la que dijese lo raro que era que a Hermoso se le fuesen las ganas de marcha en el avi¨®n (¡°desubicada y con rabia¡± la recordaba su hermano) y apenas participase en nada. No me extra?a, si mientras tanto unos cuantos jefes se dedicaban a acosarla y presionarla (a ella y a otras) para enmendar, corregir, borrar, obviar o atenuar con unas declaraciones paliativas el error cometido por el jefe de todos, quiero decir, el nimio error de un beso a destiempo. Pero es que el error no era el morrazo: el error fue dejar abierta la puerta de acceso en p¨²blico a la sustancia ¨ªntima de una Federaci¨®n con pr¨¢cticas del siglo XX hacia unas mujeres que son y se han defendido en pleno siglo XXI. Albricias.
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