La rivalidad perfecta
Gan¨® Djokovic, lo que no ha extra?ado a nadie, pero al menos, la remontada en el segundo set dignific¨® al que no merec¨ªa terminar humillado
Los juegos son como un enorme plat¨® de televisi¨®n. Cuando nos colocamos delante de la pantalla, ejercemos de realizadores y entre todas las se?ales que se est¨¢n emitiendo en cada momento y a las que tenemos acceso gracias a los multicanales, elegimos una para centrar nuestra atenci¨®n. Cada cual tiene sus preferencias, pero existen determinados momentos en donde parece que se quedan a oscuras todos los escenarios menos uno. Muy fraccionada la audiencia, son contados estos instantes donde hay algo que monopoliza los focos. Al cuarto d¨ªa de competici¨®n, lleg¨® uno de ellos en Par¨ªs. El m¨¢s que probable epilogo de una de las grandes rivalidades deportivas de nuestros tiempos.
Para que una rivalidad cuaje, se necesita tiempo, igualdad, talento, diferentes formas de ver, jugar y hasta vivir. Y por supuesto, un historial de enfrentamientos que vaya retroaliment¨¢ndola. Borg frente a McEnroe. Dos talentos competitivos extraordinarios. Y ah¨ª se acababan los parecidos. El hielo frente al volc¨¢n, el m¨¦todo y la repetici¨®n frente la inspiraci¨®n, la discreci¨®n a un lado, la buscada provocaci¨®n al otro, la sobriedad sueca frente a la desinhibici¨®n estadounidense. Magic frente a Bird. Dos personajes tan carism¨¢ticos como para desbordar los l¨ªmites de la pista. Un negro y un blanco. El este, Boston, contra el oeste, Los ?ngeles. El show en contraposici¨®n al deseado anonimato. La sonrisa seductora frente al taciturno granjero rural. Messi y Cristiano Ronaldo. ?son del mismo planeta? Senna y Prost.
No es f¨¢cil construir un relato del calado como el que han escrito, partido tras partido, Rafa y Nole (tantos a?os sigui¨¦ndoles te da derecho a llamarles por su nombre de pila).
Pero la cosa tiene m¨¢s enjundia porque es imposible hablar de estas dos figuras sin tener en cuenta la tercera pata, de nombre Roger Federer. Juntos dieron una vuelta de tuerca y protagonizaron la madre de todas las rivalidades. Una perfecci¨®n a tres bandas. Las similitudes entre Nadal, Federer y Djokovic se limitan a una. Su inagotable fiereza competitiva que ni la edad, las lesiones o el empacho de ¨¦xitos hizo disminuir. El resto, en lo personal y en lo profesional, como el agua y el aceite, imposible que se mezclen. Eso s¨ª, junt¨¢ndoles en un solo ente, tendr¨ªamos el jugador perfecto. Elegante, contundente, incansable, dominador de todos los golpes, controlador de cualquiera de las situaciones, capaz de levantarse de nuevo las veces que haga falta. Durante casi dos d¨¦cadas les hemos visto ganar mucho y perder poco, sonre¨ªr y llorar, lesionarse y recuperarse, llevarse bien y tener sus piques. Entre los tres se potenciaban haci¨¦ndose mejores mientras se repart¨ªan casi en exclusiva los grandes torneos. Y sobre todo, nos han hecho disfrutar de su grandeza en la pista, tanto que nunca seremos capaces de agradec¨¦rselo suficientemente.
Federer nos dej¨® hu¨¦rfanos hace ya un tiempo, y Rafa lleva peleado con su f¨ªsico otro tanto, pero esta maravilla de rivalidad no pod¨ªa cerrarse sin un ¨²ltimo cap¨ªtulo en el mejor de los escenarios posibles, unos juegos ol¨ªmpicos en las pistas de Roland Garros. Ha ganado Djokovic, lo que no ha extra?ado a nadie y aunque por momentos se borde¨® un partido y un resultado demasiado doloroso para Nadal y sus seguidores, la remontada en el segundo set, aunque finalmente est¨¦ril, al menos dignific¨® al que no merec¨ªa terminar humillado.
Para recuperarme un poco, conecto con mi deporte favorito entre los deportes que no son mis favoritos. El tenis de mesa. Semifinales mixtas entre China y Korea. Pabell¨®n abarrotado y ruidoso. Me quedo pegado mientras se suceden los espectaculares puntos. La mayor¨ªa empiezan muy suavecito, pasando casi rozando la red, pero de repente, como si fuese un F1, la bola se acelera en un abrir y cerrar de ojos y se suceden a velocidad vertiginosa unos cuantos golpes tremendos con los jugadores cada vez m¨¢s lejos de la mesa. Hipn¨®tico. No logro encontrar diferencia alguna entre el desempe?o de las mujeres y el de los hombres. Son igual de el¨¦ctricas, se mueven tan r¨¢pido como ellos y la pegan con la misma potencia. Paridad total. Quiero dejarlo, pero algo me lo impide y termino meti¨¦ndome entre pecho y espalda seis sets... Ah, gan¨® China. Y yo pasando tan buen rato.
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