Maurice Clavel o la ira de un decepcionado
Despu¨¦s de ?Ce que je crois? de la primavera pasada, en esta de 1976, Maurice Clavel, vuelve a la cara de su irritaci¨®n cristiana y antimoderna con otro libro, i Dieu est Dieu, nom de Dieu?, que es otra proclama de rebeli¨®n religlosa y de incitaci¨®n pol¨ªtica hasta un punto que.. como ha dicho parte de la cr¨ªtica francesa; bien pudiera ser que de sus p¨¢ginas naciera una verdadera escisi¨®n de la izquierda.Las imprecaciones de Maurice Clavel contra lo que pudi¨¦ramos llamar la Iglesia de izquierda, los curas obreros, la fascinaci¨®n marxista sobre una buena parte de los cat¨®licos, la laicizaci¨®n del catolicismo, y el abandono de la praxis tradicional de la fe, tienen un aire del rnejor panfletismo cristiano de todos los tiempos: el que va desde Pascal a Bernanos, y cualquier lector inteligente y avisado, no lo confundir¨¢ con los trenos apocal¨ªpticos o de pataleo del integrismo decimon¨®nico o del actual, tan descaradamente pol¨ªtico y banal como el progresismo. Las f¨®rmulas y la argumentaci¨®n de Clavel, son particularmente desmesuradas e hirientes, pero la c¨®lera de su autor y el g¨¦nero, literario escogido exigen todos esos riesgos. Clavel piensa que los cristianos se sentir¨¢n, por fin, heridos y reflexionar¨¢n sobre su encogimiento y complejo de inferioridad si los muestra que, al renunciar al mundo de la trascendencia, y al pactar con los prestigios del humanismo tan ilusorios como ha demostrado Michel Foucault, han traicionado a la vez a Dios y a la revoluci¨®n, y, si en Ce que je crois, se burlaba agriamente de los cristianos para el socialismo dici¨¦ndoles que estaban perdiendo su vida porque se hab¨ªan hecho socialistas por miedo a ser los ¨²ltimos cristianos, e iban a ser los ¨²ltimos socialistas, en ?Dieu est Dieu, nom de Dieui, vuelve a la carga apellidando abb¨¦s de cour, abates de una corte proletaria difunta, a los ? cl¨¦rigos populares ?Iglesia del Archipi¨¦lago Gulag a la Iglesia m¨¢s o menos esperanzada en las revoluciones de este mundo.
Espigando aqu¨ª y all¨¢ en estos libros, y reproduciendo sus sarcasmos m¨¢s terribles o simplificando necesariamente un texto muy rico y complejo, al comentarlo, no se hace., sin embargo, m¨¢s que traicionar al hombre), a sus obras, y lo que me parece que interesa m¨¢s que todo esto, al menos mientras esos libros no sean de una cierta circulaci¨®n en nuestro pa¨ªs, es reflexionar sobre el caso Clavel o en torno a ¨¦l. Porque Maurice Clavel, al margen de opciones Flos¨®ficas muy personales que es dif¨ªcil compartir su irracionalismo o fideismo a prop¨®sito de la fe, por ejemplo- es uno de esos cristianos decepcionados y encolerizados, porque se les han estafado las esperanzas puestas en el Vaticano II. El Vaticano II, en efecto, quiso ser la apertura de puertas y ventanas cerradas desde la Contrarreforma a todos los logros culturales y cient¨ªficos, sociales y pol¨ªticos que se hab¨ªan sazonado al mareen de la Iglesia o frente a ella en todo ese tiempo. En esa apertura y terreno com¨²n, se enconfrar¨ªan luego un lenguaje y unos gestos v¨¢lidos e inteligibles para el hombre moderno en los que proponerle la fe en Dios, y el mensaje evang¨¦lico. Pero este objetivo supon¨ªa evidentemente, no s¨®lo el dar por concluidas unas concepciories eclesi¨¢sticas de r¨¦gimen de cristiandad, sino el repensar y el reformular las maneras pastorales de actuaci¨®n, incluso el propio dep¨®sito de la fe, tal y como Juan XXIII se?alaba en el discurso inaugural de la asamblea conciliar. Eso significaba que, en la Iglesia, se entraba en algo as¨ª como en periodo constituyente pero a nivel muy profundo, y sin duda muy arriesgado.
"Todos los viejos problemas del modernismo teol¨®gico, por ejemplo, que se aplast¨® inquisitorialmente a principios de siglo, pero al que no se dio contestaci¨®n alguna, resurgieron en el plano intelectual, y a niveles pr¨¢cticamente masivos y simplificatorios si se tienen en cuenta que los medios de comunicaci¨®n social iban a mostrar su inter¨¦s por ellos, siquiera por el exotismo que representaban en un mundo como el nuestro. Cl¨¦rigos formados escol¨¢sticamente en invernadero de ideas, descubr¨ªan de repente no s¨®lo la teolog¨ªa protestante o los problemas de ex¨¦gesis b¨ªblica que se les hab¨ªan escamoteado en sus estudios, sino mundos ccimo los de Marx o Freud, llenos de fascinaci¨®n a los que sus maestros hab¨ªan negado el pan a sal, y que ahora, aparec¨ªan a sus ojos, como llenos de luz. Muchas creencias vacilaron, y en el mejor de los casos, un amargo sentimiento sde inferioridad se instal¨® en las filas cat¨®licas dispuestas a cambiar la in¨²til teolog¨ªa por el psicoan¨¢lisis prestigioso o el de la realidad marxiana. Y luego. estaban los problemas pol¨ªticos de los que por primera se tomaba conciencia muy aguda y muy apresurada como con miedo de perder tambi¨¦n otro tren m¨¢s de la historia, tal vez el ¨²ltimo. Y, entonces, ocurrio una cosa que ya hab¨ªa ocurrido por cierto, en esos mismos tiempos del modernismo cuando para que los j¨®venes abates dejaran de leer a Monsieur Loisy, se les ofreci¨® la aventura del ?Reinado social del Sarado Coraz¨®n? que dec¨ªa don Miguel de Unamuno como expresi¨®n s¨ªmbolo de pol¨ªtica contra m¨ªstica Y exactamente como en los colegios cat¨®licos de anta?o se ofrec¨ªa el deporte para que los chicos no cayeran en enso?aciones er¨®ticas. O quiz¨¢s es que la aventura pol¨ªtica ha resultado m¨¢s f¨¢cil y, accesible a todos, que la agon¨ªa de enfrentarse con la fe cristiana y repensarla, cara al mundo nioderno. La propia Iglesia jer¨¢rquica opt¨® por la pol¨ªtica no s¨®lo al tomar ciertas actitudes, a veces anacr¨®nicamente teocr¨¢ticas -como la tan celebrada homil¨ªa del cardenal Taranc¨®n en la proclamaci¨®n del Rey de Espa?a, que parec¨ªa revivir tiempos de los concilios de Toledo- sino al reducir pr¨¢cticamente la operaci¨®n apertura al mundo moderno, a una especie de plan de multinacional, de plan de desarrollo pastoral como quien dice planificaci¨®n econ¨®mica. Y las cuestiones pol¨ªticas se han ido comiendo a las cuestiones de fe como si el mundo esperase de la Iglesia alg¨²n liderazgo y no noticias de Godot, que den sentido o esperanza a la vida
En una cristiandad como la espa?ola, en fin, en la que la fe se vivi¨® siempre more pol¨ªtico, y fue expresi¨®n de casta y ortodoxia nacionalidad m¨¢s que adhesi¨®n personal a Jes¨²s y su revelaci¨®n, las cosas irian por este carril pol¨ªtico sobre todo, por este camino de banaildad, de juego entre progresistas e integristas, carlistas y, liberales, los unos y los otros.
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